Vacaciones 2017: Cádiz, Sevilla y Madrid

Hace tiempo que no pasaba por aquí, pero necesitaba unas vacaciones casi de todo. El año resultó ser muy completo y por lo tanto, pese a mi gran satisfacción con todos los logros alcanzados y las situaciones resueltas, también agotador. Incluso para mí, que no sé parar quieta ni un minuto. Sin embargo, llega septiembre y es hora de volver a las rutinas, al trabajo y también era hora de pasar por aquí de nuevo. Se me ocurre que la mejor forma de hacerlo y la menos dura para mi persona, es contar un poquito sobre mis días de vacaciones y descanso. Escribir sobre mis viajes es para mí como viajar otra vez. Volver a disfrutar de esos días, esos paisajes, esos olores y sabores… de todas las buenas sensaciones que conllevan la despreocupación y la vida relajada sin horarios.

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Comencé agosto trabajando, pues había que dejar algunas cosas cerradas antes de marchar. Sin embargo, es un mes tranquilo en la ‘oficina’ y resulta muy productivo cada minuto que se dedica en el despacho. Así, el viernes 4 de agosto, después de una mañana de trabajo, partíamos a Caravaca para comer con la familia y despedirnos hasta el regreso. De ahí, poníamos rumbo a Sevilla, parada de dos días antes de llegar a Cádiz, nuestro destino. Reconozco que no conocía la ciudad y que, pese al calor de esas fecha, las temperaturas fueron bastante llevaderas y la disfruté muchísimo.

El primer día, llegamos prácticamente a la cena, para lo que elegimos uno de los sitios de tapas más típicos en la ciudad: Bodega Santa Cruz – Las Columnas, muy cerquita de la catedral. Bulliciosa bodega de barrio con barra de madera y simpáticos camareros. No teníamos mucha hambre pero sí mucha sed y la cerveza la sirven bien fresquita, como a mí me gusta. Después aprovechamos la noche para pasear por el centro histórico y decidimos ir hasta Triana, lugar donde teníamos el hotel, caminando por la orilla del río y así bajar un poquito la cena. Por la mañana, tras el desayuno maratón de compras por las calles peatonales del centro y visita a la catedral y los sitios más emblemáticos del centro. Comida por allí en una taberna y siesta en el hotel, dedicando las horas de más calor a descansar. Por la tarde, fuimos paseando hasta Plaza de España y pasamos allí prácticamente el resto de la jornada hasta la hora de cenar, que decidimos repetir en ‘Las Columnas’ y después disfrutar de, posiblemente, las mejores vistas de la ciudad de Sevilla y de la Catedral en la terraza ‘Pura Vida’, del Hotel Fontecurz, con un mojito en la mano y un concierto del solista sevillano ‘Carrasquilla’ que nos encantó y nos endulzó la velada con muchísimo arte (Os dejo algo suyo por aquí).

El domingo por la mañana, road to Jerez, donde teníamos el hotel que sería centro de operaciones para nuestras escapadas por Cádiz. Elegimos un hotel pequeño, de 30 habitaciones, y con muchísimo encanto en el centro del Jerez histórico: Asta Regia Jeréz y resultó ser un completo acierto, por el precioso lugar y por la fantástica gente que nos atendió esos días. La habitación era casi un pequeño apartamento con despacho, vestidor y un baño con bañera y ducha. ¡Nos encantó! Para comer, atendimos a las recomendaciones de Ana, una de las responsables del hotel que ayudaron a que nuestro viaje saliera redondo, y fuimos a: Las Banderillas, un tabanco, así llaman allí a los establecimientos que mezclaban el concepto de vida social de la taberna y la vocación comercial del despacho de vinos. Increíble relación calidad-precio. Por la tarde, nos acercamos a Sanlucar a ver la puesta de sol y a cenar a la Taberna ‘Casa Balbino’, una de las más típicas en la zona para comer los famosos langostinos. Además, el paseo por el pueblo es muy agradable.

El segundo día, visitamos Cádiz. Ya la conocía pero no deja de encantarme caminar por sus calles, por el Barrio de la Viña, por la zona de la Catedral y, por supuesto, por la playa de La Caleta. Comimos en ‘El Faro’, visita obligada si se está en la ciudad y tomamos el postre en un antiguo café del siglo XX restaurado en el que comer, escuchar música o degustar sus ricos dulces. Después, puesta de sol en La Caleta.

El tercer día en Cádiz, pasamos la mañana en Conil, visitando el bonito pueblo y haciendo algunas compras y comimos en ‘Los Hermanos’. ¡No puede haber local más típico! Después, tarde de playa en Caños de Meca y algún gin tonic en ‘La Jaima’.

El cuarto día, visitamos Tarifa y después de comer descansamos en la playa de Bolonia hasta la puesta de sol. De vuelta en Jerez, ducha y nuevo ‘outfit’ para salir a cenar por allí y despedirnos de la ciudad. Recomendación absoluta: ‘Albores’. Un fin de fiesta por todo lo alto.

Esta fue la primera escapada del verano, ya que después de volver al trabajo cuatro o cinco días, continuamos con las vacaciones con un viaje a Madrid con toda la familia. Todos los años dedicamos unos días a pasarlos juntos. Para ello reservamos un bonito y céntrico apartamento en la capital, cuando se viaja con niños esta opción siempre resulta más cómoda y práctica. Además, en este caso ellos mandan, así que, aunque tuvimos tiempo para una noche fantástica de risas tomando un bocadillo de calamares en la Plaza Mayor, una mañana de compras en Fuencarral, una visita al restaurante ‘Serafina’ y otro par de noches de vino y tapas en el apartamento, las actividades intentamos centrarlas en ellos: Museo de la Ciencia, parque del Retiro, jardines de Sabatini, teatro de títeres… y algunas otras actividades más.

En resumen, han sido unas vacaciones sin viajes de largo trayecto, pero disfrutando de estupendos momentos. Como dice un amigo, hay que estar feliz con uno mismo y serás feliz en cualquier parte.

 

Las vacaciones de la #MokaFamily

Comencé el verano prometiendo que haría un post sobre el eterno dilema de cómo enfrentarse al equipaje cada periodo de vacaciones. Sin embargo, como bien sabréis a estas alturas, falté a mi palabra… ¡Aunque no será por maletas hechas y deshechas! Y es que estas vacaciones han sido un poco extrañas. Yo las denomino, las de los planes frustrados. Las cosas no son como uno o una las planea, sino como al final ocurren. Por lo que lo verdaderamente importante, por encima de organizar, es saber adaptarse y reconducir las circunstancias para poder disfrutar lo que se tiene. Aquí va mi aventura, por si os interesa y también os ayuda.

Como cada año, mis vacaciones, por motivos laborales, son un poco intermitentes ya que tengo que realizar diversos paréntesis a lo largo de las mismas para atender compromisos. Algo con lo que ya cuento e intento prepararlas de forma que estas interrupciones no perturben demasiado el descanso y la desconexión. El verano pasado conseguimos enlazar los días suficientes como para hacer un estupendo viaje por Viena y Praga, del que ya os lo conté todo. Sin embargo, en esta ocasión los planes eran un poco más tranquilos y modestos, pero no menos divertidos ya que el objetivo principal era pasarlos #ConLaGranFamilia, y aunque el desarrollo fue distinto a la previsión tengo que decir que estuvimos junto a las personas que queremos, y eso es lo que verdaderamente importa.

La primera parada era en una zona rural del noroeste de la Región de Murcia, en una bonita casa de campo que pese a ser estupenda, no se adaptó del todo a nuestras expectativas, ya que la diminuta piscina y los ejércitos y huestes de avispas que merodeaban por aquel paraje no lo hacían del todo el destino de nuestros sueños. Sin embargo, tras empacar comida para un mes -aunque sólo íbamos una semana – y todos los trastos de los ‘chiquis’ decidimos probar suerte y dedicar los días a hacer excursiones por la zona, visitar pueblos de la comarca y jugar al monopoly; además de escribir y leer cuando los peques lo permitían. Aunque la experiencia fue incluso más breve de lo previsto – por un percance que quedó sólo en un susto importante tras acudir al hospital, el desplazamiento de nuevo a la ciudad para atención sanitaria nos hizo desistir de nuestra estancia campestre – guardo bonitos recuerdos de esos días, como la escapada a un precioso pueblo llamado ‘Letur’ en la que descubrimos unas preciosas vistas, una premiada piscina natural y un fantástico restaurante en una ubicación idílica en el que disfrutamos de una estupenda cena familiar. Además de estas razones, he de decir que pasar los días con mi hermana y mi madre, a las que no puedo disfrutar todo lo que me gustaría porque viven en otra ciudad, compartiendo confidencias supuso una carga importante de energía para mí. ¡Y qué diré de hacerlo también con los pequeños de la casa…!

Una breve escapada a Denia puso un bonito broche a esta primera fase de las vacaciones con excursiones a calas maravillosas, tardes de compras y noches de charla y conversación en familia realmente agradables.

En este momento, toca trabajar un poco. Y a la vuelta, unos días en la playa en los que, pese a ‘ciertas incomodidades’ en forma de mosquitos gigantes y colchones mata-personas, hubo tiempo para disfrutar de reconfortantes baños, atardeceres en el mar, ratitos de lectura y muchos muchos momentos de reflexión que ayudan a poner las cosas en orden para el resto del año y en los que puse las bases para proyectos personales que espero vean la luz en lo que queda de este y año y el que viene. También disfrutamos de una romántica cena a la orilla del mar que nos supo a gloria. 

De nuevo, de vuelta en la ciudad para atender las obligaciones. Y para quitarnos la sensación de no haber hecho nada en pareja -al menos los dos solos -, nos escapamos tres días a Granada para unas vacaciones un poco más románticas, con paseos al anochecer, cenas de mucho vino y risas y la intimidad que quizás habíamos echado de menos. Intimidad que disfrutamos y exprimimos en las pocas horas de las que disponíamos, pues tenía que volver al trabajo. Además, Granada es una ciudad que no deja indiferente a nadie, pese a haberla visitando en infinidad de ocasiones. Esta vez, nos alojamos en un hotel recién estrenado al lado de la Alhambra, lo que incluía unas preciosas vistas al despertar en el paquete. 

Así que entre unas cosas y otras, este verano tampoco hemos parado. ¡Imaginad la cantidad de maletas hechas y lavadoras puestas! Sin embargo, el disfrutar de momentos  con ‘mi gente’, pase lo que pase, siempre merece la pena.

¡Buen comienzo de curso a todos!

 

Los 10 ‘must’ de un verano ideal

A unas horas de coger las vacaciones, sentada en el sofá y pensando en todo lo que aún me queda por hacer para dejar la casa ordenada y preparadas las maletas para unos días de desconexión en familia, pienso en lo mucho que todos esperamos la llegada de este momento durante el año. Nos pasamos el curso soñando despiertos con lo que haremos estos días de descanso, lo que visitaremos y las muchas cosas pendientes que hemos dejado para la ocasión. Exóticos viajes, listas de libros por leer, proyectos incompletos, citas aplazadas una y otra vez que por fin tendrán fecha y hora… Sin embargo, muchas veces éstas no se plantean como uno imaginaba y toca renunciar, por unas cosas u otras, a las idílicas vacaciones que imaginábamos y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, que al fin y al cabo son las que de verdad nos hacen felices. Y es que si hacemos una lista de los 10 ‘must’ del verano ideal nos daremos cuenta de que disfrutamos más de lo sencillo.

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Ahí va mi decálogo de imprescindibles para unas vacaciones idílicas:

  1. Visitar algún lugar que no conozca. No es necesario viajar a África en un safari ni recorrer las islas griegas en un crucero para sorprenderse, basta con regocijarse del placer que supone descubrir un rincón nuevo.
  1. Días de sol y playa. Por suerte en Murcia no estamos obligados a hacer muchos kilómetros para cumplir con este ritual y además aún gozamos de pequeños espacios casi vírgenes para el baño donde disfrutar de lo salvaje.
  1. Cena de espetos con los pies en la arena. La gastronomía es otro factor que suma en nuestra cuenta de haberes en verano, y sino que se lo digan a la báscula en septiembre… Estoy ya no mola tanto.
  1. Una terraza para desayunar temprano leyendo la prensa. Madrugar porque uno quiere, sin estar obligado, y después de un paseo reponer fuerzas al aire libre disfrutando del café, la lectura, la soledad y el silencio.
  1. Una cerveza antes de cenar. Ese trago frío mientras que compartes confidencias y charla a la par que preparas la mesa y últimas los platos. Precisamente en ese momento, es cuando mejor sabe… y eso que está buena siempre. Además en verano, sienta mejor que nunca.
  1. Fiesta ibicenca con amigos. Para la que revuelves todo tu armario buscando tu look más hippie y en la que no puede faltar la sangría. Además como recomendación, mejor celebrarlas a mitad de verano, cuando ya todos tenemos un poquito de color y no nos sentimos ridículos al vestir de blanco nuclear.
  1. Una heladería cerca para el granizado de café con leche. Porque si está lejos a ver quién es el guapo que sale a las cuatro de la tarde con 40º a la sombra.
  1. Que te den las dos o las tres de la mañana al fresco, como se dice aquí, haciendo nada especial.
  1. No madrugar. Si uno trasnocha, esto se agradece. El placer de despertarse temprano con los rayos de sol y levantarse a bajar la persiana para volverse a la cama a retozar.
  1. Vivir sin reloj. Sin medir el tiempo.

Y a ti, pregúntatelo, ¿qué te hace feliz en verano?

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Nosotros, de momento, tenemos aquí seis días por delante para descansar y disfrutar de la familia, el relax y la naturaleza.

Viajando con niños. Barcelona

Cuando uno viaja con más gente tiene que adaptarse al grupo, las concesiones de unos por las cesiones de otros. Pero cuando viaja con niños el concepto de concesión es mucho más estricto, las licencias son siempre en su favor ya que hay que tratar de cambiar o romper lo mínimo sus rutinas. Sin embargo, y afortunadamente, esto no implica que la experiencia sea menos divertida, tal y como hemos comprobado en nuestra reciente escapada a Barcelona con la #FamiliaPatare, el equipo que forman mi hermana Raquel, su marido Raúl y los pequeños: Raúl y Manuela; las personas con las que más nos gusta hacer cualquier cosa a la #MokaFamily Así, con la excusa de un viaje de trabajo que mi hermana tenía a esta ciudad que nos encanta, nos apuntábamos todos y organizábamos una escapada en familia (aunque faltaba mi madre, que por una guardia en el trabajo no se podía unir a la tropa).

La primera decisión importante es el medio de transporte, ya que con niños tan pequeños hay que valorar muy bien las horas de trayecto y la opción menos tediosa para ellos. Pensando que cinco horas en coche serían demasiadas, nos decantamos por el tren, ya que esta posibilidad permite que el pequeño Raúl pueda correr y jugar por el vagón del tren sin tener que estar sujeto a una silla durante todo el viaje, y la cafetería supone un respiro también para los mayores. Además evitábamos el cansancio de conducir tantas horas seguidas. Pensando en ellos también cambiamos hotel por un pequeño apartamento cercano a la Sagrada Familia, ya que sería más fácil organizar los desayunos y las cenas a distintas horas para el personal. Con las dos grandes cuestiones resueltas, con suficiente antelación, comenzamos el viaje.

Salíamos de Alicante el sábado 2 de Julio después de comer en la propia estación y con un montón de bultos y maletas que, sorprendentemente, conseguimos manejar bastante bien entre los cuatro adultos. Y es que viajar con niños también implica esto, ir cargados como burros; aunque, tal y como he aprendido de mi hermana estos días, con la experiencia uno consigue reducir sus necesidades al mínimo para poder atender las de los pequeños y compensar. El trayecto fue bastante entretenido pues Raúl, que nunca había viajado en tren antes, se sorprendía por todo y conseguía entretenerse bastante bien. La pequeña pasó gran parte del viaje durmiendo, y los demás haciendo turnos para descansar, atender a Manuela o jugar con el pequeño a los coches. A la llegada a Barcelona cogíamos el que sería nuestro segundo transporte de los muchos que probamos estos días: un taxi directo a la que sería nuestra casa durante estos días. Mientras unos deshacían maletas y organizaban a los niños, otros bajamos al supermercado a hacernos con algunas cosas que faltaban para la cena y el desayuno; pese a que Raquel, como buena madre previsora, había venido cargada de comida, aperitivos y fruta perfectamente preparada en pequeños tupper. Velada tranquila en casa y pronto a la cama para poder madrugar y disfrutar de la ciudad.

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Poco a poco nos fuimos levantando todos, y haciendo turnos en los dos baños conseguíamos una organización bastante eficiente para poder desayunar temprano y salir a recorrer la ciudad. La primera parada fue en la Sagrada Familia. Unas cuantas fotos y poco más, ya que la masiva afluencia de turistas no hacía de este un lugar muy atractivo para andar con los pequeños. Después, aprovechando que los niños dormían en sus carritos, dimos un gran paseo por Barcelona hasta llegar a Las Ramblas, donde hicimos un alto para hacernos con algunas prendas de abrigo en las rebajas, ya que nos sorprendía el frío con ropa demasiado veraniega. Después, aperitivo rápido para reponer fuerzas y seguíamos la ruta por El Paseo de Gracia hasta la hora de comer, para la que habíamos reservado en uno de nuestros restaurantes favoritos de la ciudad ‘Botafumeiro’ donde disfrutamos de un ratito estupendo de buena comida y sobremesa. Por la tarde, dedicamos el tiempo a los peques y nos trasladamos hasta los Jardines de Joan Brossa de los que habíamos leído eran un espacio estupendo para jugar, pero cuál fue nuestra sorpresa al llegar y descubrir que en esta ubicación se celebraba un macro festival de música electrónica, lo que evidentemente cambiaba un tanto su fisionomía y su público habitual; sin embargo, la zona de juegos estaba bastante retirada de la zona de conflicto y con música de fondo pudimos pasar aquí un ratito agradable. Incluso nos animamos a probar el teleférico y el funicular. De vuelta a casa cogimos unas pizzas y cenamos en familia y en pijama en nuestra coyuntural ‘residencia’.

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El lunes nos tomamos la salida con más calma y tras pasar por una preciosa librería infantil que ya teníamos fichada por Internet ‘Luz de luna’ y en la que hicimos algunas compras, cometimos el error de plantarnos en el Parque Güell en pleno centro del día, de tal modo que el calor y los numerosos turistas nos obligaban a desistir de nuestro propósito de visitarlo al completo y tras un ratito de juegos en el jardín (con unos amigos que viven allí cerquita y vinieron a saludarnos: Alejandro, Mari Carmen y la pequeña Celia) volvimos al centro para comer de tapas en ‘La Boquería’. Tras un paseo por el mercado y comprar fruta cortada en uno de los numerosos puestos que las ofrecen, nos dirigimos al Barrio del Born donde paseamos y tomamos un café y después al puerto, donde disfrutamos de un fantástico ratito de descanso y risas tirados en el césped. De vuelta a casa cenamos en un estupendo restaurante de tapas en el Barrio del Born y a casa a descansar.

El martes poníamos rumbo a casa, pero antes de salir pudimos disfrutar de un bonito paseo, con rato de parque incluido, por el barrio  y tras comer en la estación, de nuevo al tren para llegar a la hora de dormir.

Cuatro días muy intensos en los que disfrutamos de viajar con niños y aprendimos algunas lecciones muy importantes sobre las escapadas en familia que esperamos poner en práctica muy pronto:

  1. Decidirse por un medio de transporte que facilite y haga más ameno el viaje a los pequeños.
  2. Mejor apartamento que hotel, para adaptarse a los horarios de los niños sin problemas.
  3. Reducir las necesidades de los adultos en términos de equipaje para poder atender las de los pequeños.
  4. Imprescindible llevar siempre aperitivos y snacks preparados que puedan servir de merienda o cena improvisada. Así como algunos productos básicos para sus comidas.
  5. Es importante mantener sus horarios y rutinas, en la medida de lo posible, para que los peques estén cómodos y el viaje sea satisfactorio.
  6. Reservar en locales con espacio suficiente para poder ubicarse con los carritos.
  7. Alternar en las rutas turísticas sitios de interés para los adultos con parques o espacios de juegos que entretengan a los pequeños.

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¡#FamiliaParate gracias por hacer de éste un viaje diferente para nosotros!

Fiestas de pueblo

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¿Puede existir algo más chulo que una noche de fiestas de pueblo? No hay mejor plan contra la depresión y el aburrimiento. Además, tenemos la suerte de que cuando llega el verano todo el levante español está de fiesta, por lo que es difícil no pillar al menos un par de días de festejos populares dentro del planning vacacional. Y es que todos tenemos un pueblo de referencia: el de nuestros padres, el de nuestros abuelos, el de veraneo familiar, en el que viven los primos… Y si eres la excepción que confirma la regla, seguro que hay algún pueblo deseando adoptarte, no sufras por eso. El caso es que esas escapadas publerinas tienen todas mucho en común. Sea cual sea el punto de la geografía española que uno elija las verbenas populares son iguales desde San Pedro hasta Badajoz. Hay clásicos que nunca fallan:

  1. Los churros. ¡Anda que no son socorridos! Son como la tortilla de patatas. Lo mismo te valen para el café de las cuatro de la tarde, que para desayuno, cena o merienda. ¿Mi favorito? El de las seis de la mañana cuando, después de bailar y desfasar toda la noche y antes de irte al primer pasacalles de la jornada, te alegras infinito de ver el puesto abierto para reponer fuerzas y seguir la fiesta.
  2. Los papelillos colgando de las calles y plazas principales del pueblo con todas las banderas del mundo o, en su defecto, la española reproducida hasta el infinito, son sinónimo inequívoco de verbena.
  3. Las charangas. ¡Qué me gusta una charanga! Es oír el ritmillo a lo lejos y a uno se le mueve todo el cuerpo, desde los pies a la coronilla sin poder parar hasta bailar el repertorio completo, desde ‘Paquito el Chocolatero’ hasta ‘Mi caballo camina pa´lante’. Y lo mejor, no hay que ser un experto en el baile.
  4. Hablando de bailar… Y las orquestas de pueblo que lo mismo te tocan el éxito de ese verano, ‘La Bomba’ o la última canción de moda en un inglés ‘profundo’; que te deleitan con los éxitos de ayer y de siempre: ‘Mis manos en tu cintura’, ‘La Colegiala’, ‘Me gustas mucho’ o ‘El Chacacha del tren’; o te cantan todo el repertorio de Sabina.
  5. Por supuesto, siempre hay un roto para un descosido, y cuando la velada se ambienta aparece la vecina gogó municipal (también está la versión masculina) que parece estar pagada por los ayuntamientos para que no decaiga la fiesta y que lleva lo de la música dentro.

A todo esto hay que sumar los rollitos de verano con el turista o visitante de turno –esto sobre todo en la adolescencia –; las procesiones con los patronos recorriendo el pueblo, que si alguna la ponemos en modo blanco y negro son la viva estampa de la España profunda de Berlanga; y los míticos coches de choque donde casi todos aprendimos a besar y en los que siempre suena Camela.

Yo este verano ya tengo unas cuantas noches de verbena y tú a cuál te apuntas.

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Mi verano en el pueblo. Mi familia.

Posado playero

Ese terrible momento en el que nos sentimos obligados a probarnos el bikini después de un año de hibernación absoluta de nuestras carnes bajo los pesados y robustos abrigos, con los que se disimulan las estrías y la celulitis de una piel blanco nuclear, al menos en mi caso, y las lorzas, pliegues o pequeñas arruguitas –dependiendo del caso –que hace nuestro abdomen. Y lo peor es que éste no es más que el paso previo, después de pasar el trance y asimilar la imagen que te devuelve el espejo, hay que enfrentarse a las multitudes de las playas españolas y a las malditas fotos en bikini, que a través de las redes sociales ‘rulan’ entre tus contactos en menos de un segundo. Para verse de semejante guisa y sentirse igual de estupenda que posa ‘La Obregón’ con su bañador de ‘baywatch’ van una serie de recomendaciones:

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Como veréis, no me he atrevido a ponerla en bikini… 😉

  1. Lo importante es la actitud. Como en su caso, nuestro amor propio debe estar por encima de nuestro sentido del ridículo. Si tú te ves bien no habrá michelín que te estropee el posado.
  1. Los complementos distraen la mirada. Si lo que una o uno quiere es evitar que los ojos se fijen en su figura es fundamental elegir bien con qué se combina el traje de baño. Mientras que éste debe ser lo más básico posible, en los accesorios está permitido el ‘brilli brilli’ y los estampados cantosos hasta el ‘chonismo’ más profundo. Eso sí, evita las chanclas planas, de plástico y de dedo que además de que no estilizan nada son el anti-glamour de playas y piscinas.
  1. Respirar es lo de menos. Para lucir un vientre plano, o en su defecto un intento de éste, hay que olvidarse de nimiedades como respirar, sentarse o incluso ingerir cualquier tipo de alimento en las 24 horas previas al momento baño. ¡Pero qué es eso al lado de una buena instantánea en bikini con la que ser la envidia de todo tu timeline o muro de amigos!
  1. El kamasutra de los posados. No puedes bajar a la playa este verano sin haber consultado los miles de manuales con posturas imposibles, que además hay que ejecutar al tiempo, para lograr la posición perfecta. Meter tripa, sacar pecho, arquear espalda, apretar glúteos, separar piernas… y todo ‘at the same time’ que dirían los ingleses. Al menos en el de sexo una postura va detrás de la otra.
  1. La opción más conservadora, o elegante. Si aún después de todo esto, sigues teniendo tus dudas, es mejor que te decantes por la prenda estrella de esta temporada: el bañador. Si hace unos años estaban proscritos en las tiendas de ropa, ahora regresan a los escaparates; no sé si porque, como dicen, la moda es cíclica o porque ya somos muchas las que nos rendimos ante operación bikini. Sea como fuere, y creo que ya lo he comentado en algún que otro artículo, para mi amiga Laura el bañador es mucho más elegante, con lo que ya tienes excusa.

 

Si aunque no te resulta del todo grato inmortalizar ese momento, no te resistes a compartir una foto elige Instagram que tiene los mejores filtros y aunque no obran milagros sí disimulan.

¡Feliz verano!

¿Runner o ‘Perrunner’?

DSC_0598Dicen que el ejercicio es saludable. Imagino que todo el año. Aunque la mayoría sólo nos acordemos de practicarlo cuando se acerca el verano como parte importante de nuestra casi permanente ‘operación biquini’. También dicen que es adictivo, que engancha. Aunque sinceramente mis adicciones son de otro rollo y requieren muchísimo menos esfuerzo ( 😉 ya sabéis ): café, chocolate negro, coca cola… Todas ellas, curiosamente, ‘instrumentos’ para ponerme las pilas y aguantar el ritmo. Algo que seguramente también se consigue con el deporte, pero es que éste es infinitamente más sacrificado y para mí, por el momento, mucho menos placentero. Sin embargo, y pese a lo que nos cuesta calzarnos las zapatillas, con la llegada del buen tiempo una masa uniforme de ‘fofisanos’ nos apuntamos al gimnasio o salimos a la calle en tropel a practicar el ‘running’, hoy por hoy la forma más económica de realizar una actividad física. ¡O no!

Hace unos años salíamos a correr. Y lo hacíamos con zapatillas viejas; pantalón de algodón gris, probablemente con algún parche que otro; coleta alta y las típicas y socorridas camisetas blancas de publicidad. Yo recuerdo con especial cariño una ‘T Shirt’ de ‘La Bella Easo’ que me regalaron mis padres durante su experiencia como distribuidores de la marca de magdalenas –ambos hicieron un poco de todo por sacar su familia adelante. Algo de lo que siempre me sentiré muy orgullosa -.  Y estoy segura que así se adelgazaba y tonificaba lo mismo que ahora.

Hoy día, por el contrario, se sale a hacer ‘running’; ejercicio que aunque parezca lo mismo ya os adelanto que no lo es. Lo primero que necesitas es un plan de inversiones, ya que ahora ponerse en forma viene a costar una pasta. Y es que hacerse con un buen equipo no sale barato. Necesitas unas mallas cortas, largas y corsario, los tres modelos transpirables; varias camisetas de los colores más fosforitos y de temporada; sudadera y cortavientos combinables con las mismas; ropa interior deportiva y zapatillas específicas para correr en asfalto, si esa es tu modalidad. Además, requiere el kit de complementos en los colores del equipo. Si tu camiseta es rosa, las cordoneras van en rosa; si llevas algún dibujo o letra en naranja, la cinta del pelo será naranja… Y así con el resto.

Pero esto no es todo. Ya que ahora, a la moda, se suma también la tecnología. Sales a correr con una pulsera que además de marcar tus pulsaciones te conecta con tu cardiólogo en tiempo real; un auricular con el que tienes vía directa con tu psicólogo, coach o terapeuta, cada uno la especialidad que prefiera, que te va animando y dando seguridad en la carrera; miles de cables que además de monitorizar las calorías que quemas, los pasos que das y la velocidad que alcanzas no sé para qué sirven pero que todos llevan, y en la otra oreja, por supuesto, una música infernal para seguir el ritmo. Con lo que es imposible coordinarse o concentrarse.

Sí, ya se que esto puede ser un poco exagerado, pero la verdad es que con tanta exigencia da mucha pereza salir a correr. He visto mujeres más arregladas en el gimnasio que un sábado de fiesta. Yo casi prefiero el ‘running’ al estilo vintage, sin tanta complicación. Y si a esto le sumamos que, como dice una amiga, la ciudad no es para correr… Yo ya no sé si son excusas o es que no soy runner sino ‘perruner’.

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P.D. Pese a todo, yo me calzo las zapatillas y lo intento. 

El viaje continúa. Verano 2015: Praga

 barriojudio“Nuestras maletas maltrechas estaban apiladas en la acera nuevamente; teníamos mucho por recorrer. Pero no importa, el camino es la vida”, que decía el poeta y novelista americano Jack Kerouac. Así nos encontrábamos otra vez, con las maletas listas, sólo que en este caso eran completamente nuevas y compradas al efecto, para continuar un viaje que aún prometía mucho.

Día 1. Destino Praga

Nos levantamos temprano para recoger la habitación, prepara el equipaje y tener tiempo de sobra para desayunar tranquilamente en la cafetería del hotel, puesto que desconocíamos el trayecto que nos esperaba y queríamos tomar fuerzas para lo que nos pudiera deparar. A la hora prevista, el taxi nos esperaba en la puerta para llevarnos hasta la estación de tren de Viena desde la que estábamos a tan sólo cuatro horas (quizás un poquito más) de nuestro destino.

trenDurante el viaje aprovechamos para disfrutar de un ratito de charla, poniendo en común las experiencias y sensaciones de los últimos días, leímos y repasamos la ruta de las próximas jornadas. Imagino que, pese a que Viena es una ciudad preciosa, en mi rostro era completamente visible el entusiasmo por volver a pisar la que en su momento me pareció la ciudad más bonita del mundo –la visité durante el viaje de estudios del instituto, ya no puedo (o no quiero) recordar ni el tiempo que hace –.

A la llegada pudimos comprobar, con sólo pisar el anden de la estación, que el calor nos seguiría acompañando en nuestra aventura. Lo primero, cambiar dinero, ya que no veníamos con los deberes hechos y, como suele decirse, no llevábamos ni una corona. Y después, rápidamente al hotel, en una carrera que además de cara fue un milagro que no acabara en tragedia, para soltar el equipaje y empezar a disfrutar la ciudad.

dsc_4619ii_1429259316_1300x804_tt_80

IMG_0293El hotel ‘Desing Hotel Neruda’ está ubicado en la preciosa y empinada calle Neruda –por el poeta, pero curiosamente no por Pablo Neruda, sino por Jan Neruda, que inspiró el pseudónimo del escritor chileno –y que, plagada de tiendas de objetos tradicionales, artesanales y suvenires y coquetas cafeterías y restaurantes, tanto de día como de noche es un ir y venir de turistas ya que da acceso a la zona del Castillo, en la que se ubica la Catedral de Praga, entre otros puntos de referencia. Aprovechando la extensa oferta de locales para comer, decidimos quedarnos por la zona y así descansar un ratito. Elegimos una bonita crepería en la que probamos por primera vez la cerveza checa: Pilsner Urquell, que después hemos comprado en Murcia en el Lidl, por ejemplo. El café lo tomaríamos en la Plaza de la Ciudad Vieja, así que pusimos rumbo al Puente de Carlos que nos daría acceso a la zona antigua de Praga.

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Al igual que sentí la primera vez que lo vi, el volver a contemplar el Puente de Carlos sobre el río Moldava con sus 30 estatuas y las torres de acceso a ambos lados, dos de ellas en la zona de Malá Strana, y la tercera en el extremo de la Ciudad Vieja, me provocó una indescriptible sensación que solo el arte puede estimular. La estampa es preciosa. Y mirándolo reflexionaba sobre cuantos siglos de historia había visto pasar, y ahí seguía, imperturbable, por muchos años más.

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El paseo continuó por la Calle Karlova, repleta de tiendas, bares, cafeterías… una de las vías con más vida de la ciudad, para desembocar en la Plaza de la Ciudad Vieja justo a tiempo para contemplar el cambio de hora en el reloj astronómico medieval instalado en la fachada del Ayuntamiento. En esta zona se encuentran algunas de las fachadas de edificios más bonitos de toda Praga, lo que convierte la plaza en un verdadero espectáculo y en un lugar único en el mundo.

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Después de reponer fuerzas, hicimos un pequeño recorrido por el barrio judío esperando que se pusiera el sol para tomar un vino blanco en una terraza a orillas del río y bajo el puente. 

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Día 2. Paseo por la ciudad balneario Karlovy Vary

karlovy5El segundo día en Praga teníamos contratada una excursión a la ciudad balneario de Karlovy Vary, conocida por sus fuentes termales y el río Teplá, también de aguas calientes. Durante la ida y la vuelta disfrutamos de las explicaciones de nuestra guía Mónica, una leonesa de armas tomar que vivía en la ciudad junto a su familia y que contaba con un tono y timbre de voz muy similar al de la grandísima Rosa María Calaf, con lo que la ruta fue un auténtico deleite para nosotros conociendo y descubriendo curiosidades y datos históricos sobre la República Checa.

Al llegar nos encontramos con una ciudad casi de cuento, a la que sólo se puede acceder en un pequeño minibús que te recoge en unos aparcamientos a las afueras y te acerca hasta la entrada de la misma, para evitar las perturbaciones y la contaminación que la entrada de vehículos puede suponer. Un espacio sin población autóctona y en el que los edificios son hoteles y sanatorios en su totalidad. Creo que me enamoré de casi todas las fachadas que vi.

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La ciudad es conocida por el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary y por los ilustres vecinos que ha tenido a lo largo de la historia, para los que suponía un lugar de relax, descanso y desconexión a la par que aprovechaban las bondades de las termas de la zona: Goethe, Beethoven, Karl Marx, Mark Twain o Bach, entre otros.

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karlovy4En cuanto a las recomendaciones de compras, para todos aquellos que, como a mí, os guste llevaros parte de esos lugares a casa, decir que lo más popular es el licor checo Becherovka, pero eso siempre para los más valientes. En nuestro caso optamos por adquirir alguna pieza de cristal de la fábrica Moser, originaria de la ciudad, llamado cristal de los reyes, por la cantidad de vasos de esta fábrica que se encuentran en muchas familias reales. Es una compañía de cristal de lujo y aunque uno no vaya a comprar nada (los precios son un poco altos), yo recomiendo la visita a la tienda, porque es un auténtico museo. Por supuesto, también compramos algunas cremas realizadas con el agua de las termas que aún no hemos probado, por lo que no puedo recomendar, y tuve la suerte de que José Augusto me regalase unos bonitos pendientes (suelo compara un par en cada viaje) con Granate, una piedra preciosa con propiedades beneficiosas para la salud que se extrae en esta zona del país.

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Y, tras una ducha a la vuelta al hotel, cuando pensábamos que el día no podía depararnos nada más, nos regala una fantástica velada junto al río, bajo el Puente de Carlos, en el restaurante Kampa Park, en el que disfrutamos de una estupenda cena con platos increíbles, de los que recomiendo un pulpo con palomitas y puré de patatas, vino blanco de la zona y unas vistas increíbles. ¡Una noche inolvidable!

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Día 3. A la ciudad fortaleza.

Golden-Lane-Prague-castleEl último día de nuestra estancia en Praga lo dedicamos a visitar la zona amurallada del Castillo, que parece una pequeña ciudad en si misma, donde se encuentra el propio Castillo, compuesto por diversos edificios o estancias que se extienden más a lo horizontal que a lo vertical, la Catedral de San Vito y el Callejón del Oro, un montón del pequeñas casitas de colores que ahora albergan numerosas tiendas de recuerdos, entre ellas la casa de Kafka, donde compramos algunas novelas del autor y otros regalitos.

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Allí pasamos toda la mañana, y tras refrescarnos gracias al agua que lanzaba un pequeño camión a los turistas, repusimos fuerzas con una hamburguesa y un batido de café en una coqueta cafetería y volvimos al hotel a por nuestras maletas para tomar el avión, en esta ocasión con Vueling, destino Barcelona, de nuevo con la sensación de que nos despedíamos de una de las ciudades más bonitas del mundo.

Tardes de piscina

559381_10151884741468914_303886578_nEl pasado fin de semana me enfrentaba a uno de los momentos más terribles de la temporada estival: la primera vez que luces el traje de baño tras el ‘largo’ invierno. Da igual el tiempo que lleves haciendo la ‘operación bikini’, los kilos de lechuga ingeridos o las horas de gimnasio entre pecho y espalda, la inseguridad es directamente proporcional a los centímetros de destape de dicha prenda. Además, para más inri, lo hacía en mi pueblo natal, lugar en el que no me dejaba ver de esa guisa desde hace bastantes años y donde, como es habitual en las localidades pequeñas, todos nos conocemos, lo que incrementa el interés de los lugareños y lugareñas en el espectáculo. Y el tiempo nunca perdona.

El caso es que después de probarme varios modelitos, me decidí por el que menos cacha enseñaba, para hacer el proceso más progresivo y porque no se qué regla sociológica no escrita del manual de las madres, pero que cala de forma más que efectiva en las hijas, recomienda siempre los más atrevidos para la playa y los castos para la piscina. Sorprendentemente y dejando de lado el tono ‘blanco nuclear’ de mi piel, se puede decir, y no es modestia, que superaba la prueba con más nota de la esperada. Con nuestros cuerpos en bañador pasa igual que cuando uno escucha su voz grabada por primera vez, siempre afirma: “no parece la mía”, cuando lo que realmente ocurre es que no queremos reconocerla. Pues lo mismo con nuestro look en biquini. Pero si eres capaz de mantener la exposición a la misma más de 10 minutos, al final te convence.

10511250_10152677995743914_7298663048096345208_nUna vez en la piscina, comienzas con el protocolo de selección de sol o sombra –nosotras siempre sol para ponernos morenas y ellos, lo contrario, no sé si será simplemente por joder o no –y ubicación del kit de baño: toalla, cremas, zapatillas, revistas, reproductor de música… aunque últimamente gracias a dios y a los móviles de última generación éste se ha reducido considerablemente. Seguidamente, lo que más apetece es un baño para refrescarse pero, y aunque yo entiendo todas las razones de higiene y sanitarias que puedan esgrimirse en favor de esta medida, odio la obligatoriedad de las duchas previas. Señor socorrista, yo soy una chica muy limpia y aseada y no entiendo por qué tengo que pasar por semejante trance de agua completamente congelada, cabeza incluida, antes de mi relajante baño. Antes, si tenías suerte y burlabas la mirada del vigilante podías ahorrarte este paso, pero ahora en mi pueblo han instalado unos dispositivos en las entradas a la piscina que detectan el movimiento y se encienden de forma automática cuando pasas por debajo, con lo que es imposible escapar. Esto en la playa no te ocurre.

Por eso, cuando a mí me preguntan si soy más de playa o de piscina, pues me lo tengo que pensar, porque además de todo lo anterior, bien es sabido que el bronceado de playa gana por goleada al de piscina ; que el agua del mar, según la ‘mamipedia’, es como el paracetamol, buena para todo; y que ésta además se renueva constantemente. Sin embargo, en la piscina, ligar es sólo cuestión de facilitar o provocar el encontronazo o el intercambio de miradas orilla a orilla, en el mar, de paseos hasta encontrar la víctima perfecta. Si pierdes un arete en la playa puedes olvidarte del mismo, pero en la piscina puede convertirse en un juego divertido hasta ver quién lo encuentra antes. Y que levante la mano quien no se haya zambullido alguna vez en la piscina para quitarse la arena de playa…

Aunque si tengo que decidir, los besos salados saben siempre a verano, y los de cloro… ¡Puaj!

El verano me pilla siempre en ‘bragas’

IMG_3436El verano en Murcia nos pilla siempre –y disculpen la expresión –en bragas, o por lo menos a mí sí. La ‘Operación Bikini’ y el cambio de armario son dos imposibles en esta Región. Uno se acuesta una noche pensando que el lunes –porque estas cosas se dejan siempre para los lunes, para hacer más fastidioso el día aún si cabe -comienza el dispositivo de adecuación para la temporada estival y se levanta con 35º a la sombra, sin haber reducido celulitis, sin la pedicura , con el armario atestado de ropa oscura y de manga larga y, si me apuras, sin depilar- este sería el caso más extremo -. Por no hablar del tono blanco nuclear o blanco fluorescente de las piernas. ¡No hay derecho!

Tú te planificas. Te compras todas las revistas del quiosco que vienen con consejos para ponerte a punto para lucir pareo y biquini: con trucos para reducir la piel de naranja, ejercicios para fortalecer muslos y glúteos, dietas milagro para perder tres kilos en 4 semanas… Y así, acumulas un sinfín de ejemplares de papel cuché en tu mesita de noche esperando que llegue el momento ideal para el ‘combate’ contra la flacidez; que siempre dejas, por supuesto, para después de las Fiestas de Primavera “porque antes es tontería. Entre Navidad, Semana Santa, Bando de la Huerta y Entierro de la Sardina, es imposible ponerse a dieta”, que te dice tu pequeño demonio al oído izquierdo. Y tú, desoyendo los conejos de tu ángel, a la diestra, que suplica que empieces con tiempo, abandonas la misión y te encomiendas al mes de mayo. Pero voilà se te ha echado el verano encima y ni te has dado cuenta… ¡Lástima de coloridas chaquetas de primavera que compramos y coleccionamos en los armarios y que se irán a las cajas de almacenaje de Ikea con etiqueta incluida!

Y es que claro, de todo esto tiene la culpa el fastidioso cambio de armario, porque una cuando se ve con tres o cuatro capas de ropa encima se presume estupenda, pero si empiezas a ‘deshojarte’… ¡Horror! No era oro todo lo que relucía, sino una piel blanca lechosa y blandita que te resistes a sacar de paseo. Por suerte, diré que en mi caso no es blanda del todo, porque una procura mantener cierta decencia incluso en invierno (lo mismo ocurre con la depilación), pero sí que se hacen más visibles algunas zonas que tienes pendiente reducir. Sin embargo, hay que ser realistas y no emprender misiones imposibles, no da tiempo. Con lo que ‘sudando la gota gorda’, que dice mi madre, te resignas a desterrar la ropa de inverno de los armarios y dedicas una estupenda tarde de mayo con su ‘fosca’ y sus más de treinta grados a esta ‘desestresante’ tarea.

Primera pregunta. ¿Dónde meto todo esto? Claro, una tiene que ‘colocar’ abrigos, chubasqueros, jerséis de cuello vuelto, bufandas y demás complementos en el mismo espacio que ocupan ahora vestidos, camisetas de manga corta y biquinis… Alguien me puede explicar cómo se consigue esto. No es un cambio justo ni equilibrado. Y te cuestionas: ¿cómo guardé todo esto el verano pasado? Pregunta retórica donde las haya, porque finalmente decides coger el coche y encaminarte hacia el paraíso de los ‘jóvenes’ independientes sin presupuesto para decorar sus casas de alquiler: Ikea y te haces con unas cuantas cajas más de almacenaje que este año no sabes dónde vas a meter porque los huecos de debajo de las camas los tienes ‘overbooking’.

La segunda pregunta es doble. ¿Por qué no tiro todo esto? Prendas que van de la caja a la percha y de la percha a la caja año tras año y que no te pones ni para estar en casa. Respuesta: pues por el ‘por si acaso’: por si acaso engordo, por si acaso adelgazo, por si acaso se vuelve a llevar, por si acaso algún día me veo favorecida… Y lo vuelves a guardar con la ilusión de darle uso algún día. No te engañes. ¡Tíralo! Evidentemente, la segunda parte es: ¿Por qué no tiré este? Ropa de verano que te dispones a colocar nuevamente en tu ropero y que acumula, como mucho, un par de puestas: la de estreno y la de consolación.

Y por último, después de varias horas de cambio de armario, y con el reto conseguido, ahora ¿Dónde me meto yo?

 Publicado en La Opinión el 8 de Mayo de 2015