Malditas fotos en biquini

IMG_4872Si uno busca ‘posado de verano’ en Google, las primeras respuestas y resultados están irremediablemente ligados a un personaje de la historia nacional contemporánea: Ana Obregón. Y es que en este país son varias las generaciones (unas cuantas) que hemos crecido con la imagen de esta bióloga reconvertida en artista dando la bienvenida al verano. Ni más ni menos que 33 años -en 1980 se fechaba la primera instantánea- posando en biquini, bañador y la imposible y poco favorecedora mezcla entre ambos: el triquini.

El mérito es increíble, no sólo por tener el valor suficiente para lucir esta última prenda de baño a la que hemos hecho referencia. Ni siquiera por sus 58 años. Mientras que el resto de mujeres huimos de una cámara de fotos, o smartphone en los últimos tiempos, como si del mismo diablo se tratase para evitar ser inmortalizadas con tal indumentaria, o ausencia de ésta para ser más exactos, ella se planta delante de las mismas de esa guisa y con esa ‘extraña’ naturalidad que la caracteriza.

Y si todo esto no parece suficiente, encima se atreve a hacerlo al comienzo de la temporada estival, cuando aún estamos blancas y el moreno no ha ejercido su positiva influencia sobre nuestros lechosos cuerpos escondiendo y disimulando alguna que otra tara. Como dice una amiga mía “el moreno es como el negro que disimula hasta los kilos de más”, y viene a ser algo así como el photoshop, pero un poco más rudimentario. Pues bien, ella lo hace a ‘pecho descubierto’, nunca mejor dicho, por lo que merece este pequeño ‘reconocimiento’ el día en el que saludamos oficialmente al verano.

Por el contrario, el resto de las mortales cuando nos enfrentamos a esta tesitura comenzamos un vitalísimo proceso físico y psíquico para salir lo más airosamente posible de esta situación que supone un notable consumo de energía y que se desarrollaría en varias etapas.

La primera fase del posado de verano, referida exclusivamente a la silueta y la más básica se resume en los siguientes pasos: meter tripa, sacar pecho, levantar pompis, posar de perfil y no respirar. Una vez que esto está conseguido, sin perder la posición: enseñar dientes, abrir lo ojos, no pestañear, subir el mentón, pegar la lengua al paladar y colocarse el pelo.

Para las más perfeccionistas esto no acabaría ahí, ya que habría otros factores a tener en cuenta como poner piernas y columna rectas, apretar muslos y trasero con todas tus fuerzas, revisar la posición del biquini y retirar la braguita de entre las nalgas, tapar molla estratégicamente con la poca tela de la que disponemos, decir patata y seguir sin respirar. Hasta aquí bien, pero en el manual de las profesionales de los posados veraniegos también se incluye un último, pero no menos importante, consejo: comprobar que tu amiga con tipazo no sale en la foto. Fundamental para garantizar el éxito de la operación.

Finalmente, una vez completado el proceso y con la instantánea realizada, por diez o quince veces para elegir la que más nos guste o meno nos disguste, como se quiera ver, uno vuelve tristemente a comprobar que, sin negar las positivas consecuencias que puedan tener estos truquitos, los milagros en biquini no existen y la celulitis sigue en su sitio, entre otras muchas cosas.

Y es que es tan difícil salir bien en una foto en ropa de baño… Aunque una esté tremenda siempre habrá quien acuda a las recurrentes ‘le falta pecho’, ‘tiene los muslos un poco gordos’, ‘es de culo plano’… y mi favorita: ‘tiene la rodillas feas’. ¡Vamos hombre! ¡Malditas fotos en biquini!

Ahora entiendo por qué se pusieron tan de moda las fotos en Facebook de pies en playas y piscinas.

 Publicado el 21 de Junio en La Opinión.

Ellos las prefieren…

IMG_5055Que lo natural es bello, es algo que tengo claro. En unos casos más que en otros, como todo. Que la imperfección puede ser hermosa, es una afirmación con la que estoy completamente de acuerdo. Incluso podría aceptar aquello de que ‘la suerte de la fea, la guapa la desea’. Pero por lo que no paso es por intentos de auto-convencernos de que hay ‘defectillos’ o ‘vicios’ femeninos que vuelven locos a los hombres. Y es que soy firme defensora de las posiciones realista, por mucho que nos duelan o disgusten en determinadas ocasiones.

Es verdad que la belleza está en los ojos del que mira, y sino pregunten a la recién estrenada Renée Zellweger que se siente fantástica con su nueva imagen cuando a mí me recuerda más bien a nuestra Antonia San Juan, divertidísima sí, pero poco atractiva a la vista la mujer. Aunque insisto, eso dependerá de los ojos que la miren. También es cierto que no es justo generalizar, pero cuando hablamos de un colectivo de siete mil millones de ejemplares casi es mejor generalizar, como dice mi amigo FJ Alfonso. Y por lo general, hay cosas que a los hombres no les gustan, igual que a las mujeres. Esto no es ni malo ni bueno, simplemente es así.

Y digo todo esto porque la semana pasada leía un artículo en el apartado de sociedad de la página web de Europa Press que descubría, a través de un estudio, ‘14 características femeninas que atraen a los hombres y nosotras ignoramos’. No es que sea yo una ávida lectora de este tipo de relatos, pero he de reconocer que amenizan alguna espera en la cola del banco o la sala del dentista. Y a veces se agradece desengrasar la mente con una lectura facilona y simpática.

Según este artículo, que recoger las investigaciones de un consejero matrimonial británico y tocayo mío Mo Kurimbokus –por aquello de Mo Ka –, los hombres las prefieren naturales. Hasta aquí bien. Podría estar bastante de acuerdo. Las diferencias comienzan cuando en las conclusiones de su estudio puntualiza algunos aspectos que atraen al género opuesto.

  1. La cara lavada. Ciertamente he conocido muchos hombres a los que el exceso de maquillaje les repele e incluso aquellos que prefieren un rostro al natural, por lo que en este punto poco tendría que objetar.
  2. Un poco de tripita. Será en la mujer del vecino, para poder presumir de la tuya. Y es que una cosa es que tengan de donde agarrar y otra muy distinta una incipiente pancita.
  3. Leves arrugas. Todo depende de la intensidad y de la cantidad, pero algunas marcas de la edad pueden quedar incluso sexys. Aquí podemos estar de acuerdo.

Y ahora empieza lo mejor:

  1. Las estrías. Dice el estudio que son “un recordatorio de los hijos que han tenido juntos y el compromiso que tienen con ellos”. ¿Y las que no tenemos hijos? Éstas no son ni más ni menos que marcas de una pérdida o aumento de peso repentino. No le pongamos poesía. Y si quiere algo que sólo pueda ver él, que se busque algún lunar, que son mucho más discretos.
  2. Que le llames cuando vas un poco borracha. Siempre y cuando no lo despiertes a las cuatro o las cinco de la mañana y al día siguiente tenga que trabajar.
  3. “Les gustan las mujeres decididas y con iniciativa propia, a las que no les importa el qué dirán”. Bien, pero no les pongas en un compromiso delante de su familia, amigos o compañeros de trabajo.
  4. Pechos naturales. Aquí me falta criterio, así que dejaré que contesten ellos. Y según dice el estudio: “unos pechos pequeños son vistos como frescos, que tienen juventud y buena salud física. Los hombres buscan juventud y vitalidad en ellos”.
  5. Que la ropa interior no combine. Bueno, siempre y cuando sea sexy, da igual el color. Además, la mayoría son daltónicos o, al menos, sufren los mismos síntomas.
  6. Pies descalzos. Depende del pie, porque si hay una parte del cuerpo fea es esta. Hay que ver que pocos pies bonitos he visto en mi vida.
  7. Pelo sin teñir. No se si las prefieren rubias o morenas, o quizás pelirrojas… pero dudo mucho que canosas.
  8. Que se te olvide la mitad de un chiste. Pues vaya gracia.
  9. Que te gusten los niños. ¿En serio se fijan en esto?
  10. Que uses una camiseta cualquiera para dormir. Si es corta y tienes buenas piernas… y no olvides ir depilada.
  11. Que se te olvide quitarte el maquillaje para dormir. Claro, y a la mañana siguiente tu cara es un borrón indescifrable similar al Ecce Homo de Borja y la funda de almohada un lienzo. Sí, súper sexy.

Pero no desesperemos, como decía el francés Serge Gainsbourg, que de feos sabía un rato, “la fealdad está en una forma superior a la belleza porque dura”, o algo más popular: “no hay gente fea, sino belleza rara”.

Publicado el 31 de Octubre 2014 en Diario La Opinión.

Temporada de ‘running’

IMG_4472Si la semana pasada escribía sobre mi propósito (de año nuevo) de aprender a cocinar. Ésta continúo con los tópicos; ya que en mi lista, por supuesto, también estaba el de hacer deporte, en este caso en su disciplina más barata, apetecible –dada la climatología de nuestra Región –y, por supuesto, más de moda. Y es que hay cosas que nunca cambian, y los humanos somos de apuntarnos a lo último que llega, me incluyo yo también ya que aunque parezca increíble soy del género mortal y de esto no nos escapamos ni uno . Aunque es algo que venía haciendo desde hace tiempo, lo había abandonado por falta de tiempo y exceso de trabajo, y es de esas buenas costumbres que uno debe retomar. Así que, después de tres meses y medio de frustrados intentos e incumplimientos y ahora que llega el buen tiempo, he decidido que es el momento de recuperar mi actividad física.

Y qué es lo primero que una hace cuando decide volver a salir a correr… ¿Una revisión médica? ¿Prueba de esfuerzo? ¿Preparar una tabla de ejercicios? ¡No! ¡Frío, frío! Lo primero que hace un verdadero ‘runner’ es acudir a alguna de las franquicias de moda de su ciudad y hacerse con la equipación completa en sus colores y versiones más fosforitos –ahora lo tenemos fácil porque el imperio Inditex y hasta las marcas de ropa interior comercializan su colección deportiva para todos los bolsillos -. Y es que desde que salimos a hacer ‘running’ (y no a correr) todo ha cambiado para siempre. Las causas pueden ser diversas, pero el resumen único, y es que ¡somos un poco ‘flipaos’! Nos hemos convertido en auténticos corredores de postal, que diría un amigo mío, mucha equipación y poca preparación. Estaríamos estupendo en la portada de cualquier revista de deporte, pero a la hora de la verdad no somos capaces de dar dos pasos seguidos sin asfixiarnos, sufrir flato o, lo que es peor, un tirón que nos tenga apartados de la carrera el tiempo suficiente para haber perdido la poca forma física que hubiésemos conseguido y hasta las ganas de lucir nuestro ‘fitness outfit’, que volverá al fondo del armario hasta la siguiente temporada, aunque para ese entonces ya habrá pasado de moda y habrá que hacerse con nuevas adquisiciones de tendencia.

Hace unos meses, creo que también os lo he contado, comencé a leer el libro de ‘Mujeres que corren’ y aunque tengo que reconocer que me aportó muchísimos conocimientos y consejos útiles para volver a la carrera –lo recomiendo -, me sorprendió que la autora confesaba haber comenzado su idilio con el ‘running’ con una primera cita de ‘shopping’, buscando las mallas con los estampados más molones. Este año, lo que se lleva son los colores pastel totalmente fluorescentes: rosa, rojo, amarillo, naranja… ¡Festival para los mosquitos de la huerta murciana! Así que yo, que ya he reconocido que soy una más, por mucha rabia que me dé, ya tengo preparado mi ‘look’ de quita y pon en tonos naranja y gris, la equipación titular, y azul y gris, la segunda, adquiridos en un arrebato consumista en H&M, con lo que ya no tengo excusa para ponerme en forma.

Y es que el deporte ha sucumbido a la moda. Todavía recuerdo cuando usaba las camisetas de propaganda – yo fundamentalmente de la marca de magdalenas ‘La Bella Easo’, de la que mi padre, en su aventura de buscarse la vida, fue representante durante apenas un año, y que contaba a pares – para salir a correr tras saltar de la cama sin apenas pararme ni a lavarme la cara y cogiéndome una coleta en el ascensor para no perder ni un minuto antes de comenzar mi jornada laboral. ¡Cuánto ha llovido desde entonces! No necesitaba más que las ganas y quizás un poco de música para amenizar la hora de deporte. Ahora, no sólo nos equipamos como señales reflectantes sino que además nos convertimos en aparatos multifunción, como las navajas multiusos que todos llevábamos encima en los noventa, no me preguntéis para qué pero todos teníamos una: cronómetro, cuenta pasos, cuenta pulsaciones, reproductor musical…

¿El motivo? Muy fácil (como en tantas otras cosas y tras la aparición en nuestra vida de las redes sociales): Salir bien en la foto.

Foto: En la Playa de la Concha, Verano 2014. 

Come (bien), vive, trabaja

la foto 1Con este nuevo post quiero comenzar una pequeña sección dentro de Café Con Moka en la que compartiré algunos de los trucos y consejos que aplico en mi día a día para organizarme; unos propios y otros que he aprendido de otras personas (muchos de ellos de mi fantástica madre que es una mujer diez).

Como os ocurre a muchas de vosotras (y vosotros) a veces me resulta casi misión imposible cumplir en el trabajo, en el hogar, en la vida familiar, conyugar y social, y no morir en el intento. Ese momento en el que llegas a casa, después de una complicada jornada laboral, y descubres que no sólo tienes que prepara algo de cena sino que al fondo del pasillo te espera la habitación del pánico con una montaña de plancha de tres o cuatro lavadoras acumuladas (lo que más odio de las tareas domésticas es la plancha, por eso siempre aparece en mis escritos como el mal absoluto). Ese mismo instante es cuando, tras aguantar problemas, presiones y estrés en el trabajo asegurándote a ti misma que eres una mujer fuerte y que puedes con todo, rompes a llorar.

No siempre es fácil lograr el éxito en todos los ámbitos de la vida, eso es algo que ya he aceptado, sin embargo, con el tiempo he descubierto que hay ciertas rutinas o hábitos que uno puede ir incorporando poco a poco y que hacen mucho más llevadera la ‘carga’ de una mujer trabajadora, pero, sobre todo, que ayudan a reducir el estrés y la ansiedad por querer llegar a todo y no conseguirlo.

la foto 3Entre mis proyectos de año nuevo incluía, como el resto de mortales, comer mejor para estar en mejor forma, pero esto a veces resulta complicado cuando dispones de tan sólo una hora u hora y media, en el mejor de los casos, para el ‘almuerzo’ (como dicen los británicos), y más aún cuando en cuanto a cocina se refiere te cuesta distinguir entre sofreír y rehogar. Pero no soy una mujer que se dé por vencida rápidamente así que me he hecho con varios ejemplares de literatura gastronómica: ‘La Cocina de la Familia Ferran Adria’, libro al que dedicaré un post porque me ha resultado muy útil, y ‘La Cocina de Isasaweis’. Sí, ya lo sé, yo también me sentí muy ‘maruja’ la primera vez; pero con el tiempo y los resultados creo que me ha merecido la pena.

Desde esta adquisición, hace aproximadamente cuatro o cinco semanas, dedico parte del fin de semana (una media hora) a sentarme con estos libros de cocina y un ‘weekly menu plan’ (Planificador semanal de menú), bajado de Internet, que voy rellenando ayudada e inspirada por las recetas que encuentro en estos libros y adaptando las comidas al ritmo de cada jornada, ya que en mi vida ningún día es igual que otro. Este truco que he copiado y adaptado de una famosa bloguera (balamoda) me resulta de mucha ayuda porque no tengo que hacerme periódicamente la odiosa pregunta: ¿Qué comemos hoy? Con este ‘planning’ con sólo echar un vistazo a la puerta del frigorífico, donde lo tengo colgado, ya sé que toca comer al día siguiente y lo que tengo que dejar preparado o necesito comprar en una visita rápida al súper de vuelta de la oficina.

P.D. También me resultan de gran ayuda los ‘tupperware’ que mi madre, también mujer trabajadora, me prepara durante la semana (sinceramente no sé cómo consigue hacerlo) y que recojo en mis visitas a Caravaca.

Fotos de este fin de semana en casa de mi madre preparando el plan semanal de comidas. 

#ImNoAngel

la foto¿Ángel o demonio? Esa es la cuestión que esta semana planteaban las redes sociales tras la respuesta de una marca americana de lencería femenina ‘Lane Bryant’ al gigante corsetero ‘Victoria´s Secret’ que defiende en su última campaña el ‘Perfect Body’ con modelos realmente delgadas pero, eso sí, con exuberantes pechos. Así, gritando “Yo no soy un ángel”, #ImNoAngel, miles de mujeres de todo el mundo se han retratado y han subido sus fotos a los perfiles de Twitter y Facebook reivindicando un modelo de mujer mucho menos ‘perfecta’, quizás sí o quizás no, pero mucho más real y, por supuesto, también sexy. Y es que la industria de la moda y la cosmética demonizan todos aquellos perfiles que se pasen o no lleguen a su precio justo, es decir, el 90-60-90. Sin embargo, no veo yo muchas de estas ‘criaturas celestiales’ en mi día a día, por lo que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra…

Si usted no es perfecta, no se sienta mal. Yo, sumándome a este eslogan, tampoco quiero ser ángel, porque se intenta imponer un estereotipo de belleza que no sólo no es real, sino que es imposible… Y es que últimamente está mal visto hasta tener los talones agrietados –como reza un spot de televisión –.

No se trata de estar por encima o por debajo del peso saludable, las exigencias van mucho más allá proponiendo una tipología de mujer resultante de la mezcla de extremidades de diversos cuerpos creando un nuevo ser, algo así como un Frankestein femenino de Miami Beach: largas y brillantes melenas, delanteras de vértigo, cinturas de avispa, turgentes y generosos glúteos, torneados muslos y pies de manicura francesa. Por no hablar de arrugas, estrías o celulitis, esto en el argot ‘religioso’ vendría a ser algo así como pecado mortal. Pero no se engañen, esto no es real. Incluso las que más perfectas parecen, por suerte, llevan horas de photoshop a sus espaldas o, particularmente en el caso que nos ocupa, a sus delanteras, como ponen de manifiesto algunas revistas y publicaciones a través de una grotesca y, por cierto, bastante popular corriente que ‘pilla’ a las celebrities en sus peores días. Gracias a lo que hemos descubierto que la mismísima Jennifer López tiene celulitis y que los muslos y abdomen del icono de la moda Kate Moss son bastante flácidos, entre otras cosas.

Mujeres con curvas, delgadas, sin pecho, con mucho pecho, con traseros respingones, sin pompis, con michelines, un poco huesudas, con piel de naranja, con aspecto flácido, con piernas cortas… esto es lo que todos vemos en nuestro día a día, lo que no quiere decir que esto no sea sexy o simplemente bello. Son mujeres en todas sus variedades, algunas de ellas realmente espectaculares, pero mujeres reales con sus ‘cositas’. Todas tenemos derecho a querer vernos lo más guapas y sexys posible, jamás voy a criticar esto, yo soy la primera que intento cuidarme y acudo anualmente a la operación bikini, pero sin engaños ni trucos de cámara. Y es que incluso la sensual Sofía Vergara, aquella que con un increíble sentido del humor y naturalidad asumía su rotura de vestido (dado su contundente trasero) durante una gala de los Premios Emmy allá por el año 2012, ha sorprendido con unas declaraciones en las que asegura que le gustaría tener unos pechos falsos porque los suyos “son demasiado grandes”. En respuesta a esto, me gustaría preguntar a los barones que se encuentran por la sala si ¿realmente alguno considera excesivos los atributos de la protagonista de Modern Family?

Si la despampanante top model de los 90 Cindy Crawford ha sido víctima de la celulitis, hecho que conocíamos gracias a unas fotos en las que ella misma quería normalizar los efectos del paso del tiempo en la silueta de una mujer, qué no vamos a tener las demás… Lo dicho, que yo llevo una 38, mido 1,67 cm (creo), lucho a diario contra las arrugas y la piel de naranja con carísimos productos de belleza y no soy un ángel. Pero… ¿y quién quiere serlo cuando pecar es tan divertido?

Foto tomada en Londres después de un día de caminata. ¿Se nota, no? 

Las relaciones y las dietas yoyó 

“Cuando uno acumula experiencias y ‘estrías’ amorosas consecuencia del efecto rebote en los romances, comienza a pensar que quizás es más certero tomarse un tiempo en quitarse esos kilos de más e invertir en un ‘tipazo’ o relación de pareja a largo plazo con más sacrificio” .

IMG_0429Con el tiempo libre y el relax que dan las vacaciones, ya que uno esta sujeto a muchas menos tareas y obligaciones que en periodo laboral,  la capacidad de reflexión aumenta de forma considerable, incluso a límites completamente insospechados, mientras una se relaja (o hasta en algunos casos se aburre, pero bendito y, sobre todo, necesario aburrimiento) en la hamaca de la piscina bajo el sol de las cinco de la tarde. En estas circunstancias me disponía yo a escribir, teléfono inteligente en mano, algo que también ha contribuido sobremanera en los últimos años a poder llevarte el trabajo pendiente allá donde vayas y convertir los ‘deberes’ de las vacaciones en algo mas llevadero, cuando escuchaba, por casualidad, la conversación de mis vecinas de toalla sobre los pros y los contras de las conocidas como dietas yoyó por el efecto rebote que producen.

¿Cómo no se me había ocurrido antes dedicar un espacio a este fenómeno que tantas adeptas y, cada vez más, adeptos incorpora a sus filas? Sobre todo como preludio al verano e instigado por cientos de revistas de las que se llaman ‘femeninas’ con miles de propuestas para perder dos o tres kilos antes de lucirse en traje de baño. Así comencé a ‘cotillear’ intentando encontrar algo original y divertido al respecto, pero después de unos cuantos topicazos… ¿qué podía decir yo que no se hubiera dicho antes sobre este asunto? Además, la charla tampoco conseguía mantener mi interés, con lo que decidí abandonar mi objeto de investigación. Volviendo a concentrarme en buscar un tema interesante esta vez ponía atención en el debate que mantenían varias adolescentes en la sombrilla contigua y que por su edad y temática conseguía despertar mi curiosidad: las relaciones vistas desde el punto de vista de jóvenes de 16 años, con poca experiencia pero con todas las expectativas del mundo.

Me pareció realmente muy interesante reflexionar sobre lo que pensamos que serán nuestros romances antes de haber tenido incluso algo que se le parezca y, por supuesto, sin las experiencias de pareja, de decepciones y fracasos acumuladas que obligan a cambiar nuestra perspectiva sobre el amor. Quizás ‘los adultos’ estemos equivocados y sean estas originarias teorías sobre las relaciones las reales, ya que no están influidas ni turbadas por ningún otro elemento externo. O quizás estén éstas demasiado influidas por las comedias románticas propias de la edad, que se acercan en demasía a la ciencia ficción y nada tienen que ver con el documental o el basado en hechos reales.

Sin embargo, cual fue mi decepción al corroborar que en este caso había más de lo segundo que de lo primero: mucha expectación pero poca fundamentación real detrás de ésta, como en las dietas yoyó, enlazando las dos conversaciones de mis ‘compañeras’ de piscina. Y aquí es cuando se me ocurrió establecer un símil entre las relaciones de pareja y los procesos dietéticos de cara al verano, ya que mi tarde iba de eso. Y es que aunque pueda resultar extraño, las primeras, que son universalmente difíciles de entender, pueden llegar a explicarse bastante bien –muy simplificadas, esos sí- a través de las dietas.

Lo quiero todo y lo quiero ya, este vendría a ser el claim de las dietas yoyó y de aquellas primeras relaciones, que se acercan bastante a las expectativas de mis vecinas adolescentes, en las que el ansia por tener una relación perfecta henchida de amor, pasión, complicidad, sexo, diversión… obliga a actuar rápido por los efectos a corto plazo sin tener en cuenta el largo plazo. Importa el ahora, que se vislumbra fabuloso, sin invertir en el después. Puede ser una opción muy válida para aquellos que no creen en las relaciones largas, pero no nos olvidemos del efecto rebote.

Sin embargo, cuando uno acumula experiencias y ‘estrías’ amorosas consecuencia del efecto rebote en los romances y de inflado y desinflado rápido, comienza a pensar que quizás es más certero tomarse un tiempo en quitarse esos kilos de más e invertir en un ‘tipazo’ o relación de pareja a largo plazo con más sacrificio, pues los resultados no son tan inmediatos ni tan espectaculares a simple vista, pero que te aseguran una estabilidad física y mental mucho más saludable.

P. D. Por cierto, la foto está tomada en ‘Mi Barra’ en Murcia, recomiendo el arroz con bogavante. 

Publicado el 17 de Agosto de 2014 en La Opinión.

La mal llevada admiración y la ‘Felicidad Virtual’

IMG_4500“Intento explicarte lo mucho que te admiro”. Así comienza su diálogo Kevin Spacey, arrodillado en el suelo en la última escena de la película de David Fincher sobre los siete pecados capitales: Seven, que hace unos días volvía a ver gracias a las reposiciones de éxitos de los 90 que de vez en cuando hacen en televisión. Pero sólo unos pocos fotogramas después uno descubre lo que realmente hay detrás de este eufemismo : “Lo he hecho porque envidio tu vida. Parece que mi pecado es la envidia”.

Ira, soberbia, lujuria, pereza… y así hasta siete. Sin embargo, según los expertos (psicólogos) la envidia sería el ‘pecado’ más extendido de todos. Y es que, al parecer y por lo general, a las personas nos cuesta valorar positivamente a los demás cuando consideramos que están por encima de nosotros y/o nuestras cualidades. De este modo, lo que podría ser admiración hacia otro deja de serlo para convertirse en envidia, aunque al igual que a Spacey a todos nos cueste reconocerlo a la primera. Lo que mi amiga llama la admiración mal llevada.

Es curioso, porque según los estudios que he consultado y leído –ya sabéis que suelo ser muy curiosa – el primer rasgo característico de un envidioso es la negación de su ‘pecadillo’ incluso para consigo mismo, algo que disimulan con la falsa admiración, de la que ya hemos hablado, o la envidia sana, que intenta restar dramatismo a esta codicia pero que nunca convence, ya que como sucede con los mentirosos, a los envidiosos se les pilla fácil porque siempre ponen ‘peros’ a todo, incluso aunque suenen ridículos: “Sí, sí es muy guapa pero tiene los pies feos”. Hagan la prueba.

Contra esto, la mejor ‘curación’, una dosis de exceso de autoestima porque cuando uno se quiere tantísimo es imposible o, al menos, improbable valorar a otro por encima: “Me encantaría salir de mí misma y verme desde fuera para poder sentir la envidia que sienten los demás al contemplarme”, bromea esta amiga mía. Aunque no sé yo si será peor el remedio que la enfermedad…

El caso es que cada día es más fácil ser envidioso, según ha puesto de manifiesto un estudio elaborado por dos universidades alemanas, ‘Envidia en Facebook: Una amenaza escondida para los usuarios”, que descubre una codicia desenfrenada en esta red social, que se ha convertido en una plataforma sin precedentes para la comparación social.

Para una de cada tres personas ser testigo de las vacaciones, la vida amorosa y los éxitos laborales de tus ‘amigos’ por las redes sociales provoca envidia y despierta sentimientos de insatisfacción, sobre todo si eres un usuario pasivo. “El seguimiento pasivo despierta envida y los usuarios anhelan especialmente la felicidad de otros”, aseguran los investigadores.

Pero las cosas no siempre son lo que parecen, como bien decía, precisamente en Facebook, mi amigo Cubí: “Yo también quiero ser lo feliz que la gente aparenta ser. Las redes sociales se han convertido en una perfecta exhibición de lo guapos, lo felices…. que somos. Yo a veces quiero ser lo feliz que aparento ser”.

¿Esto podría ser la ‘Felicidad Virtual’?

Publicado en La Opinión el 20 de Julio.