Fiestas de pueblo

13692754_1097005283691462_6902208589862268784_o 2.jpg

¿Puede existir algo más chulo que una noche de fiestas de pueblo? No hay mejor plan contra la depresión y el aburrimiento. Además, tenemos la suerte de que cuando llega el verano todo el levante español está de fiesta, por lo que es difícil no pillar al menos un par de días de festejos populares dentro del planning vacacional. Y es que todos tenemos un pueblo de referencia: el de nuestros padres, el de nuestros abuelos, el de veraneo familiar, en el que viven los primos… Y si eres la excepción que confirma la regla, seguro que hay algún pueblo deseando adoptarte, no sufras por eso. El caso es que esas escapadas publerinas tienen todas mucho en común. Sea cual sea el punto de la geografía española que uno elija las verbenas populares son iguales desde San Pedro hasta Badajoz. Hay clásicos que nunca fallan:

  1. Los churros. ¡Anda que no son socorridos! Son como la tortilla de patatas. Lo mismo te valen para el café de las cuatro de la tarde, que para desayuno, cena o merienda. ¿Mi favorito? El de las seis de la mañana cuando, después de bailar y desfasar toda la noche y antes de irte al primer pasacalles de la jornada, te alegras infinito de ver el puesto abierto para reponer fuerzas y seguir la fiesta.
  2. Los papelillos colgando de las calles y plazas principales del pueblo con todas las banderas del mundo o, en su defecto, la española reproducida hasta el infinito, son sinónimo inequívoco de verbena.
  3. Las charangas. ¡Qué me gusta una charanga! Es oír el ritmillo a lo lejos y a uno se le mueve todo el cuerpo, desde los pies a la coronilla sin poder parar hasta bailar el repertorio completo, desde ‘Paquito el Chocolatero’ hasta ‘Mi caballo camina pa´lante’. Y lo mejor, no hay que ser un experto en el baile.
  4. Hablando de bailar… Y las orquestas de pueblo que lo mismo te tocan el éxito de ese verano, ‘La Bomba’ o la última canción de moda en un inglés ‘profundo’; que te deleitan con los éxitos de ayer y de siempre: ‘Mis manos en tu cintura’, ‘La Colegiala’, ‘Me gustas mucho’ o ‘El Chacacha del tren’; o te cantan todo el repertorio de Sabina.
  5. Por supuesto, siempre hay un roto para un descosido, y cuando la velada se ambienta aparece la vecina gogó municipal (también está la versión masculina) que parece estar pagada por los ayuntamientos para que no decaiga la fiesta y que lleva lo de la música dentro.

A todo esto hay que sumar los rollitos de verano con el turista o visitante de turno –esto sobre todo en la adolescencia –; las procesiones con los patronos recorriendo el pueblo, que si alguna la ponemos en modo blanco y negro son la viva estampa de la España profunda de Berlanga; y los míticos coches de choque donde casi todos aprendimos a besar y en los que siempre suena Camela.

Yo este verano ya tengo unas cuantas noches de verbena y tú a cuál te apuntas.

7f2e9694-deb6-4e0e-9f45-235a8fcf33fe

Mi verano en el pueblo. Mi familia.

Hasta San Antón Pascuas son o ¿y ahora quién quita el arbolito?

fotoinauguraciónárbolnavidad¿Y ahora quién quita mi árbol de Navidad? ¿Quién? Estoy segura de que muchos de vosotros os estáis haciendo la misma pregunta ¿O me equivoco? Y es que cuando llega el 1 de Diciembre a todos nos invade un repentino espíritu navideño que nos arrastra a comprar de forma compulsiva adornos, lucecitas y arbolitos de Navidad que ‘ocupan’ nuestros hogares durante el último mes del año y los primeros días del que comienza. O al menos esa es la teoría, porque, sed sinceros, ¿cuántos de vosotros habéis ‘desmontado’ ya El Belén? Reconozcámoslo, que pereza da… y que lejos queda el buen rollo que sentías al mirar ese arbolito, el mismo p… arbolito que ahora deseas que desaparezca de tu vista sin dejar rastro.

Yo creo que aquello de ‘hasta San Antón Pascuas son’ lo inventó alguno para retrasar o, al menos, justificar el retraso en el proceso de desmontaje del kit navideño. Confieso que yo, mientras escribo estas líneas, miro mi arbolito en el rincón, ya apagado e indefenso, y no puedo más que adherirme a esta firme corriente en favor de alargar la vida a los adornos navideños. Sí, lo reconozco, por gandulería, pero ¿es que acaso no es esta una razón más que suficiente? Y es que para montarlos no ponemos tantos ‘peros’, sin embargo ocurre como con todo en la vida, una vez que lo hemos disfrutado pasa a ser una carga.

Sinceramente pensé que este año no iba a sucumbir a los encantos del espíritu navideño ya que con tanta mudanza había dejado en el camino o perdido todos los enseres de camuflaje roji-verdes, por lo que quien evita la tentación evita el peligro. Y así, pasaba el puente de La Constitución, que parece haber sido instaurado premeditadamente en los calendarios laborales para tal efecto, sin una sola guirnalda o lucecita en casa. Sin embargo, aún no podía cantar victoria. El 21 de Diciembre, a sólo un día de otra fecha clave en adviento: el día de ‘El Gordo’ de Navidad’, flaqueaban mis fuerzas y después de varias horas de compras volvía a casa con mi arbolito y mis fantásticos adornos estilo nórdico. Y tan contenta, claro. Aunque debo reconocer que lo mejor de todo fue la inauguración, con una botella de Champagne y buena música sonando de fondo en una fiesta bastante privada… ¡Y no digo más!

Pero, ¿y ahora qué? ¿Quién quita el arbolito, las luces, el belén y el resto de cachivaches? Tengo el arbolito en mi salón, la casa llena de velas y a los Reyes Magos en una balda de mi cocina. Sí, en la cocina. Es que hemos vuelto a la rutina y en el ‘living room’ molestan… Cinco son multitud.

¿Y los kilos? ¿Quién los quita? ¿Y las resacas? ¿Y los números rojos en la cuenta? ¿Y las caras de buen rollo y la amabilidad dónde se han quedado ya? ¡Que podo dura el espíritu navideño! Y es que el resumen de la post-fiesta puede ser: más kilos, la casa llena de chismes, las resacas y la banca rota. Y encima todos como locos intentando comenzar el 2015 de forma ejemplar apuntándonos al gimnasio o saliendo a correr, comenzando cualquier dieta depurativa para limpiar los excesos, ¿cuántos de vosotros habéis cenado ensalada?, iniciando la lectura de un libro, o al menos acomodándolo en la mesita de noche para tener buena perspectiva de éste mientras cogemos el sueño… Incluso yo, que soy anti-propósitos, me he propuesto hacer todas las mañanas la cama antes de irme a trabajar porque leí en algún ridículo artículo que era una gran forma de comenzar el día porque iniciabas la jornada con un proyecto cumplido… ¡Vaya tontería! Pero ahí estoy yo… Y todo por culpa de la ‘maldita’ Navidad, aunque ya estoy contando los días que quedan para la siguiente… ¡Como somos los humanos!