No sólo de propósitos vive el hombre

IMG_7306.jpg¡Último día del año! Tan sólo un día más, o un día menos, según se mire, un día cualquiera en nuestras vidas llenas de días, horas, minutos y segundos que dejamos pasar, en ocasiones, sin pena ni gloria. Tiempos perdidos, en muchos casos, en lo insignificante. Sin embargo, estos momentos de cambios suelen ser propicios para pensar en balances, para comenzar proyectos e incluso para hacer borrones y cuentas nuevas en nuestras vidas, como si todo se arreglase en unas pocas horas, sin pensar en que lo duro y lo difícil de este trabajo –vivir –se lleva a cabo el resto del tiempo. A veces no es fácil saber lo que uno quiere, frecuentemente más sencillo es determinar lo que no quiere, pero una vez que lo conoce sólo ha decidido el camino, queda emprender la marcha y mantener el rumbo, lo que resulta más complicado de todo. Por eso es importante que fijemos bien éste.

En estas fechas solemos banalizar con lo que le pedimos al nuevo año y con aquello a lo que nos comprometemos: a ir al gimnasio, a adelgazar, a dejar de fumar… que no digo yo que todo esto no sea beneficioso para la salud de uno mismo, y ni aún así no lo cumplimos. Pero ¿alguna vez pensamos en el resto? No es habitual que entre nuestros propósitos de año nuevo se cuelen decisiones buenas para los demás. No señalo a nadie, mi caso es el primero. Y no se trata de imponernos grandes gestas que cambien la historia del universo porque ninguno de nosotros somos tan eminentes y, probablemente, aunque lo intentásemos no tendríamos la capacidad de hacerlo; pero sí podemos ser protagonistas de pequeños gestos que perturben positivamente la vida de alguien, y por ello también las nuestras. Se trata de hacer lo que está en nuestra mano, a nuestro alcance, incluso sin grandes esfuerzos, simplemente proyectando nuestros mejores sentimientos.

En cuanto a los balances… pues no suelen ser ni blancos ni negros, siempre hay matices; aunque unos tendemos a empañar todo de negro dando importancia absoluta a los peores momentos y olvidando que siempre hay y hubo algo bueno. Por otro lado, los más optimistas tratamos de ver el vaso medio lleno, esperando y aguardando mejor ventura para el año nuevo, lo que es del todo injusto pues, por un lado, de los periodos más oscuros también se aprende y, por otro… de qué podemos lamentarnos. Para nosotros (mi familia) no ha sido un año fácil en cuanto a sentimientos, las ausencias han marcado muchos de nuestros momentos. Sin embargo, mi hermana Raquel nos dio una bonita lección con su brindis de Navidad. Brindó porque este año ninguna bomba ha derrumbado nuestras casas; brindó porque este año ninguno hemos muerto aplastado por las mismas; brindó porque no hemos tenido que abandonar nuestras casas y nuestra tierra; brindó porque sus hijos no tienen una enfermedad grave o sin cura; brindó porque ni un solo día ha faltado el pan en nuestra mesa… por todo esto, y muchas cosas más, brindó. Brindamos.

Y después de esto, ¿cómo crees que ha sido tu año?

Qué injustos son a veces nuestros juicios.

Propósitos que molan

No me gustan las listas de propósitos de año nuevo, y es que a las personas que somos un poco anárquicas no nos resulta grato que nos den órdenes, ni siquiera nosotros mismos. Hacer algo porque alguien me lo impone, aunque ese alguien sea yo misma ‘secuestrada’ por el espíritu navideño, me pone de muy mal humor. Más aún, cuando esas listas están normalmente llenas de acciones y planes que a uno le cuesta realizar y que se los pone por escrito para obligarse, de algún modo, a contar con ellos para el próximo año. Por no hablar del sentimiento de fracaso e insatisfacción que éstas producen, porque uno nunca cumple sus intenciones. ¿Cuántos buenos propósitos se han quedado en el camino y ni si quiera han superado la temida cuesta de enero?

Así, este mes se convierte para muchos en un auténtico calvario ya que a las restricciones por los ‘extras’ en gastos de Navidad se suman el aumento de peso propio de estas fechas –que hay que tratar de quemar lo antes posible -, las broncas familiares en cenas y comidas varias que todavía pasan factura, las subidas de precios y, además, a los autónomos nos llega el IVA… entre algunas de las cosas que me vienen en este momento a la cabeza. Pues bien, imagina añadir a todo esto la frustración y la decepción al ser consciente de que ya has abandonado todas tus buenas intenciones para el nuevo año cuando tan sólo han pasado unos días o, en el mejor de los casos, unas semanas.

Ir al gimnasio, adelgazar, dejar de fumar, aprender inglés… estos están seguro en el top 3 de la mayoría. Y es que así quién se va a motivar para empezar el año con alegría e ilusión… si lo orientamos todo en negativo. Por ejemplo, en el caso de ir al gimnasio, a quién le puede apetecer empezar el año pagando una pasta mensualmente para que un tipo con un cuerpazo de escándalo –exactamente el que a ti te gustaría tener –te torture durante una hora mientras sudas en un recinto cerrado que exhala ese ambiente húmedo provocado por la transpiración de otros tantos como tú. Sin embargo, hace unos días leí que, después de los bares, los gimnasios son los mejores lugares para ligar y encontrar pareja. Ves, esto es otra cosa, así incluso seguro que apetece ponerse mono hasta para ir a quemar los kilos de más en la cinta o la bicicleta. Igual ocurre con el tabaco, a quién le apetece engordar y estar de mal humor constantemente… pero y si en vez de verlo así, uno se plantea el dinero que se puede ahorrar no sólo en cajetillas de tabaco sino también en dentista y blanqueamiento dental.

En muchos casos, como ocurre en las riñas de pareja, no es lo que se dice, sino cómo se dice. Así, en vez de orientar las listas de propósitos como un castigo que uno se autoimpone para el año que venidero, mucho mejor hacerlo en positivo pensando aquellas cosas que uno quiere durante los próximos 365 días –aunque es recomendable hacer balances mensual o bimensualmente por si hubieran cambiado las preferencias, que las personas somos así de caprichosas-.

Yo para este año, soy consciente que, dado el volumen de trabajo que acumulo últimamente, necesito madrugar más, pero en vez de pensar que tengo que dormir menos… he decidido incorporar más música a mis mañanas y despertarme con una buena selección que ponga banda sonora a mi puesta en marcha y que así no me importe perder sueño. Con música todo se vive distinto, incluso los madrugones. Si tengo que perder un par de kilos que, en este caso concreto, es lo que yo calculo que estaría bien, en vez de pensar en los esfuerzos que esto me supondrá pienso en el montón de ropa que anda abandonada en mi armario y que podré volver a incorporar a mi vestuario habitual, sin gastar ni un euro en las rebajas.

Alguno podrá pensar que esta filosofía no funciona, sin embargo a mí ya me ha resultado. Hace unos meses decidí reducir el alcohol que ingería, y no es que fuera excesivo, ni mucho menos, una cañita de vez en cuando; pero el alcohol engorda, y si podía evitar que ésta me engordase, pues mucho mejor, así que decidí empezar a tomar cerveza sin. Y a día de hoy sigo disfrutando del sabor de ésta –de vez en cuando también me permito una con alcohol –y puedo hacer ese ‘exceso’ sin temer a la bascula al día siguiente.

Otro buen remedio para cumplir la lista de propósitos para el nuevo año es proponerse cosas que molan: viajar más, ir al cine, dedicarse más tiempo a uno mismo, rodearse de personas que merezcan la pena… y no siempre cosas aburridas y costosas de hacer. Esta claro que realizar esto no tiene tanto mérito, pero es mucho más asequible. Yo para este año me he propuesto soltarme la melena un poco más… ¿a que mola?

Feliz Navidad a todos y un 2015 repleto de buenos propósitos.