¿Por qué lo llaman vacaciones cuando…?

IMG_4544Año tras año me lo repito a mí misma: “Este verano organizo las vacaciones con tiempo”. Pero, cuando alcanzamos los 40 grados de temperatura en Murcia y tras realizar el tedioso cambio de armario, tarea prioritaria por encima de cualquier otra cosa cuando el calor aprieta de esta forma en la ciudad, percibo que, una vez más y en contra de los mandamientos de la mujer organizada que intento cumplir escrupulosamente, mis vacaciones están aún por ‘diseñar’, con todo lo que esto implica.

Para empezar, el no haber sido previsor le condena a uno a adaptarse a lo que quede, tanto en horarios de trayectos como en disponibilidad de hoteles y apartamentos y a pagar más por los mismos vuelos y estancias. Lo que sumado al estrés pre-vacacional por dejarlo todo finalizado en el trabajo concluye en un estado de mala hostia permanente que puede parecer que en vez de irte de vacaciones te toca enfrenarte con el modelo 390 o, lo que es lo mismo, el resumen anual del IVA. Por no hablar de lo utópico que resulta hacer coincidir tus días de asueto con los de tu compañero o compañeros de viaje y los malabares que uno acaba realizando para cuadrar agendas. Y cuando al fin tienes pactados los días… ¿Dónde vamos? Cada uno tiene sus gustos y preferencias, y lo que es peor: su opinión propia, que evidentemente quiere y va a trasladar al resto… Y así uno por uno. Al menos cuando viajas en pareja este proceso no se eterniza tanto, pero por contra en caso de conflicto no hay quien desempate.

Además, los que no tenemos extra, en virtud de nuestro estatus de autónomos, cruzamos los dedos y esperamos que la devolución de Hacienda de este ejercicio dé para pagarse los días de descanso porque de lo contrario… vacaciones al pueblo a la casa de los padres, que tampoco se está tan mal y vas a pensión completa. En mi caso a disfrutar de la piscina municipal y de los encantos y las noches frescas del noroeste.

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Pero cuando la devolución resulta favorable, soy de las que intenta combinar unos días de turismo cultural por Europa con el descanso en algún punto de las costas españolas. En el primer caso, suelo escoger el avión para los desplazamientos, aunque este año por primera vez estoy valorando la opción de un ‘road trip’; en cuanto al segundo, coche siempre y alternando (anualmente) turismo regional y nacional.

En cuanto al lugar de estancia, en mis últimas aventuras he descubierto los apartamentos particulares de alquiler vacacional para estancias de más de dos o tres días. Son residencias que por cualquier motivo se quedan libres durante determinados periodos y sus propietarios los arrendan a fin de sacar un ‘extra’ mientras ellos no hacen uso. Es completamente recomendable para familias con niños, ya que ofrece la practicidad del hogar. También para los que quieren ahorrar un poquito, pudiendo optar por el avituallamiento en el súper y la parada a repostar en boxes.

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Otro inconveniente de las vacaciones es que dependiendo del destino elegido es posible que tengas que volver a rebuscar en mil cajas, después de horas de cambio de armario, para localizar determinadas prendas de invierno a la hora de preparar el equipaje. ¿Y el equipaje? Esa es otra odisea en la que no entraremos porque necesitaríamos seiscientas palabras más.

Los más despistados tienen que sumar además la caducidad del DNI o pasaporte… ¿Quién no se ha dado cuenta días antes de salir de viaje que su documento no estaba en regla? ¡Y sabes que resulta fácil pedir cita en esas fechas! Siempre a contrarreloj y con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas uno consigue salvar también este escollo y aventurarse en sus ansiadas vacaciones.

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Y a la vuelta, dos kilos de más en nuestro haber y numerosas lavadoras y horas de plancha en el horizonte. Amén de tener que aguantar los idílicos álbumes de fotos de nuestros contactos en Facebook presumiendo de destinos paradisiacos… pero, saben una cosa, igual no lo son tanto porque hoy día con un buen filtro se puede conseguir cualquier cosa.

¡Felices Vacaciones!

 

El juego del ‘yo nunca’ o ‘de este agua no beberé’

1185838_10151821381673914_1685346031_nPese a que todos presumimos de no hacerlo y, paradójicamente, suele ser una de las cosas que aseguramos más nos molestan de otra persona, lo cierto y verdad es que todos mentimos. Unos lo hacen en situaciones excepcionales, otros por miedo, por evitar males mayores o por costumbre. El caso es que, además de que todos ‘tenemos’ alguna excusa o justificación para hacerlo, o eso alegamos en nuestra defensa, la mentira es algo que forma parte de nuestro día a día, bien por ser los autores o las víctimas de la misma.

Cuando esta práctica no se convierte en algo enfermizo; momento en el que se requiere la intervención de un especialista; y es sólo consecuencia de situaciones muy puntuales para mí se convierte en un fenómeno realmente interesante de investigar. Hay ocasiones en las que incurrimos en ésta siendo completamente innecesario, no me lo negarán. Entonces, por qué aún así seguimos mintiendo.

La respuesta a esta cuestión sería asunto a tratar por un especialista, algo a lo que jamás me atrevería a jugar, pero sí voy a hablar de aquellas pequeñas mentiras que todos contamos o, simplemente, información que omitimos porque se refiere a aspectos o cuestiones que de una forma u otra están socialmente mal vistas y nos cuesta reconocer, resultando realmente absurdos y ridículos en muchos casos, pero quién esté libre de pecado que tire la primera piedra.

No se si alguna vez habéis jugado al “Yo nunca”. Bien es verdad que es una práctica mucho más típica en los adolescentes, pero todos hemos sido jóvenes alguna vez. Para aquellos a los que le falle la memoria o no hayan tenido el gusto, hago un breve resumen. Se trata de un juego que se practica entre amigos y en el que por turnos se va completando la frase: “Yo nunca he…” y el que sí haya cometido el ‘pecadito’ que se menciona en el enunciado ‘le toca beber’. ¡Vaya! Había olvidado decir que se juega con bebidas espirituosas. Como he adelantado, cosas de adolescentes. Pero bien visto, puede ser un buen ejercicio de sinceridad con los demás y con uno mismo. La pena es que las confesiones típicas de esta actividad, pese a que suelen ser bastante escandalosas, no son especialmente trascendentales, pero nunca viene mal empezar por algún sitio.

Evidentemente, por aquello de ser coherente con mi tesis, yo empezaría con el yo nunca miento. Algo que, disculpen mi escepticismo, pongo bastante en cuarentena en todos los casos, me incluyo yo la primera. Pero el repertorio da para mucho más. Yo pedía ayuda esta semana en las redes sociales a mis amigos y seguidores para completar algunas posibilidades y estas son algunas de las revelaciones que encontraba en Internet:

Yo nunca me he colado en los metros de ciudades de medio mundo, que me apuntaba mi colega y compañero Nacho Ruiz, muy acorde con su personalidad viajera y refiriéndose según él a “delitos ya prescritos”. En esta línea de pequeñas infracciones se encuentra también el “yo nunca he falsificado entradas para un concierto”, de Javier García, o “yo nunca me he llevado nada de una tienda sin pagar, sobre todo de El Corte Inglés” y es que lo ponen muy fácil… Algo que también puede ser considerado un delito es la confidencia de Carmen Baños “Yo nunca podría soportar a Marhuenda. Lo sé, lo sé… beberé, beberé” o el “Yo nunca aguanto un intermedio sin zapear”, de Antonio.

Lo queramos o no todos nos reconocemos en estas pequeñas cosas: Yo nunca he visto Sálvame, o Gran Hermano, también me vale; yo nunca le he dicho a un amiga que el modelito le sentaba genial cuando realmente le hacía más gorda; yo nunca utilizo el móvil al volante; yo nunca he comido con los dedos, yo nunca he hecho pis en la calle, o la playa, o la piscina; yo nunca he ligado con el ex de una amiga…

Y es que al final todos bebemos. Por algo aquello de: “Nunca digas de este agua no beberé”… bueno agua o lo que sea.

Y a vosotros, ¿por qué os tocaría beber?

Publicado en el diario La Opinión 28 junio 2014

Vacaciones ‘a la española’

IMG_3157A mí en estas fechas con el calor y la crisis pre-vacacional –el estrés, el agobio y las prisas para dejarlo todo terminado –me hablan de vacaciones de verano y me entran los siete males. No puedo más que imaginarme la típica estampa de la familia media española de los ochenta con el coche a reventar de útiles playeros –sombrilla y nevera incluidas –los críos, la suegra y hasta el perro dirección a cualquier punto de la costa, con al menos dos o tres horas de camino, en el mejor de los casos y si no pillan atasco, y el aire acondicionado estropeado. Vamos unas vacaciones al estilo “La gran familia”.

Y es que aunque parezca de película, de ciencia ficción para ser más exactos, estas son las vacaciones que hemos disfrutado muchos en nuestra infancia y adolescencia ¿O es mentira? Toda la familia hacinada en un apartamento de playa de dos estancias durante 15 días, durmiendo en colchonetas –siempre los más jóvenes y rezando para que no se pinchasen –y comiendo por turnos para entrar en las minúsculas cocinas que gastan estas edificaciones. Y si para comer y dormir había que pedir la vez, no os quiero contar, ni vosotros saber, lo que ocurría con el baño… Pero dejando los asuntos más escatológicos de lado, si había una figura que conseguía que todo funcionase y encajase como si de piezas de tetrix se tratase esa era la de ‘la madre’. ¿Vacaciones? Las pobres parecían más bien haber sido condenadas a una quincena de trabajos forzosos: cocinar, comprar, planchar, limpiar, ordenar… y otros tantos verbos acabados en –ar para diez personas mientras los susodichos disfrutaban de jornadas de playa y sol interminables y largos paseos y noches de fiesta pasado el atardecer. Sin embargo, paradójicamente ellas estaban más que satisfechas de poder ver y disfrutar a su familia toda junta, abuelos, hermanos y sobrinos incluidos. Lo que me lleva a pensar que las madres de entonces no son como las de ahora –hago un inciso para especificar que no digo que fueran mejores, sólo diferentes, que nadie se ofenda. -Y es que yo, que aún no soy madre, pero intento ponerme en esa tesitura, al segundo día estaría ‘inflada’ a Orfidal y al borde de un ataque de nervios.

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¿Mi padre? Su misión fundamental era la búsqueda estratégica del sitio para plantar la sombrilla siempre lo más cerca del chiringuito. Y mi abuelo… Aún recuerdo como bajaba a la playa ataviado con sus mejores galas, tirantes, sombrero y bastón incluidos, con su recto porte y su aire aristocrático –siempre pensé que se traía un aire a Camilo José Cela pero en guapo – y pese a la barroca indumentaria jamás lo vi sudar.

Nosotros, los hijos, tampoco lo pasábamos mal… Todo el día jugando y correteando semidesnudos. En mi caso con mi hermana pequeña (aunque tan sólo me lleva 17 meses) y los primos mayores que se encargaban de ‘echarnos un ojo’ mientras nuestros progenitores atendían las labores domésticas. ¿Y los amigos de la playa? Con los que entablabas una relación que creías que duraría para toda la vida… o los amores de verano. ¡Ay los amores de verano! Se desataba poco menos que una tragedia griega cuando las vacaciones llegaban a su fin. Compartiendo direcciones, teléfonos y hasta fotografías intentando luchar contra la distancia y el olvido. Porque, ¿quién de vosotros no se ‘echó’ un ligue madrileño en la adolescencia?. Y es que no sé cómo se las componían, pero siempre había un madrileño guapo en cada playa.

 Estos eran nuestros veranos. En los que, aunque entonces no se hablaba de crisis, las familias hacían un esfuerzo enorme durante el año ahorrando lo justo para, compartiendo gastos y pagando a medias con el resto del linaje, disfrutar de unos días de sol y playa. Y la verdad, no importaban las condiciones, la masificación o los contratiempos… Éramos felices.

10 Consejos para el Cambio de Armario

CAMBIOARMARIODice el refrán que “hasta el 40 de mayo no te quites el sayo”. A mí se me ha hecho un poco tarde ya, pero después de hacer el oportuno repaso a mi armario se me han ocurrido unas cuantas ideas o tips que pueden hacer de esta tediosa labor algo más llevadero. Ésta, junto con el planchado, es una de las tareas que más aborrezco de los quehaceres domésticos, y por desgracia es ineludible porque a no ser que una disponga del vestidor de Carrie Bradshaw, por grande que sea nuestra cómoda es imposible que albergue la ropa de todas las temporadas.

Así que si eres de los/las que aún te resistías a desterrar la manga larga de ropero aquí tienes algunos consejos:

  1. Aprovecha una jornada en la que no tengas muchas obligaciones porque es una tarea tediosa que puede llevar más tiempo del estimado.
  2. Aclimata y ventila la casa o al menos la habitación donde se encuentre el armario para que el ambiente sea cómodo y apetecible.
  3. Una gran botella de agua fresca a mano, para hidratarse, pues la labor puede llegar a ser agotadora, y la mejor música sonando para amenizar el trabajo. IMG_7157
  4. Preparar varias cajas de almacenaje y papel de seda para guardar las prendas de la temporada pasada en las mejores condiciones.
  5. Yo suelo sacar primero toda la ropa que ocupa el armario para dejar espacio y visualizar la nueva estructura y organización del ropero.
  6. Además, recomiendo este momento para deshacerse (donar/regalar) de aquellas prendas que no has usado en todo el invierno. Si no te las has puesto este año asume que no lo harás el que viene, y aprende a deshacerte de las cosas. Este es un ejercicio que te ahorrará trabajo y espacio para el próximo cambio de armario.
  7. Una vez retirada la ropa que no vas a usar, ve ubicando y guardando la restante de forma ordenada, evitando que pueda arrugarse, en las cajas destinadas a tal efecto.IMG_7127
  8. Sin la ropa de invierno por en medio, saca toda la de verano y disponla de forma que esté visible para que sea más fácil colocarla.
  9. Vuelve a repasar las prendas y retira aquellas que no vayas a usar para dejar más espacio en el armario. Incluso si tienes dudas de cómo te quedaba móntate tu propio pase de modelos frente a un espejo de cuerpo entero para decidir lo que vas a desterrar y que quieres colocar. Te puedes llevar alguna sorpresa. También puedes acudir a la ayuda de tu pareja, hermana, madre, hijos… quien mejor se preste al espectáculo.
  10. Por último, comienza a colocar las prendas de temporada por categorías y colores, así te será mucho más fácil encontrarlas por las mañanas para componer o decidir tu look. Si tienes ciertos conjuntos establecidos o diseñados intenta ubicarlos juntos, también ayuda a ahorrar tiempo. Y hasta aquí estos 10 consejos. Si tienes alguno interesante que no haya incluido en la lista no dudes en apuntármelo. ¡Gracias y buena suerte con la tarea!

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¡Nos vamos de vacaciones! I Moka Encuesta

FotorCreated3Ese fantástico momento en el que uno recoge el despacho, desconecta el ordenador y se despide afectuosamente de todos los compañeros con la intención, oculta tras la enorme sonrisa, de no cruzarse con ninguno de estos durante, al menos, unos cuantos días ¿Puede existir un placer mayor? Sin embargo, antes de este idílico instante uno ha tenido que sufrir y padecer el peor de los calvarios a los que se puede someter a un mortal cuando marcan 40 grados a la sombra en Murcia: Planificar las vacaciones de verano.

Yo, pese a intentar evitarlo año tras año, suelo dejarlo todo para última hora, con lo que a la ya tediosa tarea se suma el estrés, las prisas y la mala ‘hostia’ que te entra al encontrar todo ya reservado.

Pero de momento no voy a contar mi experiencia. En esta ocasión, quiero probar un nuevo formato para el #CaféConMoka en el diario La Opinión de Murcia, que sea mucho más participativo y que tenga mucho más de vosotros que de mí misma. Creo que conocer las aventuras, gustos, preferencias y anécdotas de una persona como yo en vacaciones puede resultar divertido, incluso en algunas ocasiones interesante –modestia aparte -; pero ampliarlo y hacer un pequeño estudio sociológico sobre las ‘vacas’ de los españoles es todo un reto, no me lo negarán.

IMG_4626Así, os voy a pedir que me hagáis un pequeño favor… ¡No seáis mal pensados! Sólo necesito que contestéis esta breve encuesta con la que a través de 25 preguntas intento acercarme un poco a vuestro concepto de vacaciones. Podéis tacharme de cotilla, sí… ¿pero al fin y al cabo no es eso lo que todos hacemos a través de las redes sociales a diario? Fisgonear un poco en la vida de los otros. También en vacaciones, cotilleando y, sobre todo, envidiando el ‘summertime’ de nuestros ‘amigos’. Yo, en esta ocasión, lo hago con vuestro consentimiento y beneplácito, si así me lo permitís, y con fines estrictamente profesionales. No os llevará más de cinco minutos y estoy segura de que además de un resultado divertido, muchos obtendréis respuestas que ni os habíais imaginado. Incluso podemos hablar de que podéis estar realizando una especie de labor social, ya que muchas de vuestras experiencias o consejos pueden resultar de mucha ayuda para los demás.

Para dar ejemplo, yo seré la primera en contestar… el próximo viernes 12 de junio aquí, como siempre, en la contra de La Opinión y después aquí en el blog.

  1. ¿Cuánto duran de media tus vacaciones estivales?
  2. ¿Presupuesto que destinas a éstas?
  3. ¿Cuándo las organizas? En el caso de que lo hagas…
  4. ¿Diferentes destinos o el mismo todos los años?
  5. ¿En familia? ¿Pareja? ¿Con amigos? ¿Solo?
  6. ¿Media de personas con la que compartes las vacaciones?
  7. ¿Playa o montaña?
  8. ¿Grandes viajes o estancia vacacional en el ‘pueblo’?
  9. ¿España o destinos internacionales?
  10. ¿Coche? ¿Tren? ¿Avión?
  11. ¿Hotel o apartamento?
  12. ¿Influencias y referencias para elegir el destino de vacaciones?
  13. ¿Qué es lo que más odias de las vacaciones de verano?
  14. ¿Lo mejor?
  15. ¿Viajes organizados o por libre?
  16. ¿Practicas deporte en tus vacaciones?
  17. ¿Cambias tu rutinas y hábitos diarios? ¿Y de Alimentación?
  18. ¿Te llevas ‘deberes’ del trabajo para las vacaciones?
  19. ¿Principal afición durante este periodo?
  20. ¿Destinas parte del tiempo de vacaciones a turismo cultural?
  21. ¿Aprovechas las vacaciones para ‘ligar’?
  22. ¿Relax y desconexión o nuevas aventuras y experiencias?
  23. ¿Cuelgas las fotos de tus vacaciones en las redes sociales?
  24. Tu plan ideal de vacaciones…
  25. Las vacaciones que nunca olvidarás.

Ya puedes dejar tus respuestas debajo de este post, como comentario.

 Quién sabe a lo mejor encontráis aquí el plan perfecto para vuestras próximas vacaciones…

Son aquellas pequeñas cosas

10537444_1054861877877248_3059260211503107693_n“Las grandes historias, siempre parten de un pequeño detalle”. Ésta podría ser la conclusión de la entrevista que tuve el placer de realizar el pasado 1 de Junio, junto a mi compañera Inma Mengual, al periodista murciano Carlos del Amor en la clausura de las I Jornadas de Periodismo y Nuevos Formatos de Comunicación que realiza la emisora romMurcia. Bueno, no sólo la conclusión de la charla que mantuvimos con él, sino el resumen de su filosofía de trabajo –y estoy segura que también de vida -, ya que todas sus piezas -de menos de 1’20 minutos- para los informativos de TVE tratan de hilvanar una historia a través de pequeñas peculiaridades que destacan a su mirada. Y es que es mucho más fácil explicar lo grande desde lo más pequeñito… Yo, soy capaz de entender cualquier cosa que él cuente –incluso una obra de ARCO –,si además lo hace con esa estupenda voz y la especial sensibilidad que le caracteriza.

Asegura que un periodista debe tener los ojos bien abiertos (las 24 horas) para no dejar pasar una buena historia, ya que se puede encontrar con ésta en cualquier momento y en cualquier lugar. Como aquella del anciano con el que coincidía en la cola de un cine y que relata en su primer libro ‘La vida a veces’; o el especial sonido de los besos en un aeropuerto; o todo lo que guardamos de nuestras vidas en un trastero. Y es que la vida son aquellas pequeñas cosas… que también cantaba Serrat.

Una amiga me comentaba esta semana que los grandes cambios en su vida han venido precedidos por un cambio tan insignificante, al menos a simple vista, como puede ser el de perfume. En total han sido 4 o 5 en su vida y siempre que ha sentido la necesidad de renovar su aroma ha sido el preludio a una transformación mayor. Un pequeño detalle, un aviso, que adelanta un cambio más trascendental.

Y es que nuestro día a día se compone de esas pequeñas cosas que nos hacen felices, nos emocionan, nos consuelan y nos fortalecen. En general, la vida no son grandes acontecimientos, sino momentos menudos. El valor de lo pequeño. Por ejemplo, mi madre reconocía hace unos días, cuando casi contamos ya tres meses sin él, que una de las cosas que más añoraba eran sus llamadas a primera hora de la mañana solo para preguntar qué tal le había ido la guardia (en la farmacia), si más. Simplemente ahora nadie la llama a las ocho de la mañana.

Y volviendo al trabajo de Carlos del Amor, como comenzaba mi artículo, recuerdo ahora uno de sus ‘mini-reportajes’ para el telediario en el que recogía algunos de los últimos deseos que las personas tenemos cuando nos queda poco de vida; nada de grandes aventuras, suelen ser pequeñas cosas: una última visita al museo, volver a ver a Rembrandt o despedirse de ‘La ronda de noche’, “porque cuando nos queda poco de vida, la cultura puede abrigar”, que dice textualmente. “La gente antes de decir adiós quiere cosas normales, porque muchas veces, casi siempre, son las cosas normales las que nos hacen felices”.

Si yo fuera hombre dubi dubi dubi dubi dubi dubi dubi du…

IMG_0069Jamás me había preguntado esto. Pero esta semana, en uno de esos momentos en los que dejas volar tu mente me inquiría sobre “Si yo fuera hombre, dubi dubi dubi dubi dubi dubi dubi du…” –en una versión un tanto distorsionada de la canción, pero muy actual para muchas mujeres que tienen que compaginar vida laboral, familiar y maternal mientras asisten al relajo de sus opuestos -¿qué haría? Y la respuesta era más bien lo que no haría, o dejaría de hacer. Y es que pasar de ser mujer a ser hombre es siempre restar, y perdónenme los varones.

En una primera visión un tanto frívola del asunto, si fuese hombre lo primero que haría sería desabrocharme el sostén- comenzamos con la resta -. Desterraría esta prenda ‘del demonio’ de mi armario y de mi vida para siempre. Y es que este instrumento de tortura (los modelos más antiguos bien lo parecen) se ha convertido en un imprescindible para la mayoría de las mujeres, que solemos desarrollar una especie de síndrome de Estocolmo con el mismo, como el perro del hortelano, ni contigo ni sin ti. Llevarlo es incómodo, por muy bien que nos lo vendan en los anuncios de grandes marcas corseteras, porque un sujetador aprieta, y sino aprieta… ¡Amiga mía, no te está sirviendo para nada! Y tanto nos hemos acostumbrado al mismo que no llevarlo es casi peor, yo no sé si os pasa a vosotras, pero yo sin él me siento casi desnuda.

Por el contrario, si fuera hombre me ‘desvestiría’ un poco menos acabando también con los escotes, como dice Nuria Sánchez en Facebook (pedí ayuda en redes a otras chicas), porque enseñar pelambrera no me seduce lo más mínimo ni siendo un auténtico ‘macho man’, y es, por supuesto, eliminaría las sesiones periódicos de depilación… ¡Se me saltan las lágrimas sólo de pensarlo! Y si a esto también le quitas maquillaje, peluquería, bolsos, tacones y otros complementos “tendría para irme al Caribe de vacaciones todos los años”, como apunta Mercedes Soto.

IMG_0131Pero lo mejor de todo es restar “calentamientos de cabeza” – María Pérez –porque “me encantan los hombres por lo simples y despreocupados que son” –Rosalía Barquero –o porque “ser hombre y hacer varias cosas a la vez… ¡Sería incompatible!”. Con lo que no tendría que sentirme culpable si por atender mis obligaciones laborales se me acumulan coladas y plancha para lo que resta de siglo. Bastaría con decirme a mi mismo que “no puedo hacerlo todo, ser un gran profesional y hombre de mi casa, bastante lucha llevo cada día en el trabajo que vuelvo cada noche reventado”… ¿os suena, verdad? Y la culpa no es suya, porque ellos se convencen con este argumentos… nosotras no. Lo peor es que nadie nos reclama que demos la talla en todo, nadie salvo nosotras mismas.

Si además a esto le sumamos que no saben lo que es la celulitis, la menstruación con sus horribles dolores y cambios hormonales, el parto o la menopausia, que pueden hacer pis de pie y en cualquier sitio y que se levantan en estado de extrema excitación (léase ‘palote’), ser hombre no debe estar tan mal. Y es que creo que una mujer vale para todo, para ser hombre y mujer, pero permítanme que tenga mis dudas a la contra.

Pese a todo, la mayoría de nosotras, que evidentemente somos mujeres y por lo tanto e indisolublemente también muy exigentes, no podemos contentarnos con ser menos, ni siquiera con el aliciente (apuntado más arriba) de poder hacer uso de los baños públicos, y, como diría la gran Whitney Houston, “me gusta ser una mujer, incluso en un mundo de hombres. Después de todo, los hombres no saben llevar vestidos, pero nosotras sí pantalones”.

 (Fotos de la despedida de soltra de mi hermana, centro 2ª foto junto a mis primas).