El juego del ‘yo nunca’ o ‘de este agua no beberé’

1185838_10151821381673914_1685346031_nPese a que todos presumimos de no hacerlo y, paradójicamente, suele ser una de las cosas que aseguramos más nos molestan de otra persona, lo cierto y verdad es que todos mentimos. Unos lo hacen en situaciones excepcionales, otros por miedo, por evitar males mayores o por costumbre. El caso es que, además de que todos ‘tenemos’ alguna excusa o justificación para hacerlo, o eso alegamos en nuestra defensa, la mentira es algo que forma parte de nuestro día a día, bien por ser los autores o las víctimas de la misma.

Cuando esta práctica no se convierte en algo enfermizo; momento en el que se requiere la intervención de un especialista; y es sólo consecuencia de situaciones muy puntuales para mí se convierte en un fenómeno realmente interesante de investigar. Hay ocasiones en las que incurrimos en ésta siendo completamente innecesario, no me lo negarán. Entonces, por qué aún así seguimos mintiendo.

La respuesta a esta cuestión sería asunto a tratar por un especialista, algo a lo que jamás me atrevería a jugar, pero sí voy a hablar de aquellas pequeñas mentiras que todos contamos o, simplemente, información que omitimos porque se refiere a aspectos o cuestiones que de una forma u otra están socialmente mal vistas y nos cuesta reconocer, resultando realmente absurdos y ridículos en muchos casos, pero quién esté libre de pecado que tire la primera piedra.

No se si alguna vez habéis jugado al “Yo nunca”. Bien es verdad que es una práctica mucho más típica en los adolescentes, pero todos hemos sido jóvenes alguna vez. Para aquellos a los que le falle la memoria o no hayan tenido el gusto, hago un breve resumen. Se trata de un juego que se practica entre amigos y en el que por turnos se va completando la frase: “Yo nunca he…” y el que sí haya cometido el ‘pecadito’ que se menciona en el enunciado ‘le toca beber’. ¡Vaya! Había olvidado decir que se juega con bebidas espirituosas. Como he adelantado, cosas de adolescentes. Pero bien visto, puede ser un buen ejercicio de sinceridad con los demás y con uno mismo. La pena es que las confesiones típicas de esta actividad, pese a que suelen ser bastante escandalosas, no son especialmente trascendentales, pero nunca viene mal empezar por algún sitio.

Evidentemente, por aquello de ser coherente con mi tesis, yo empezaría con el yo nunca miento. Algo que, disculpen mi escepticismo, pongo bastante en cuarentena en todos los casos, me incluyo yo la primera. Pero el repertorio da para mucho más. Yo pedía ayuda esta semana en las redes sociales a mis amigos y seguidores para completar algunas posibilidades y estas son algunas de las revelaciones que encontraba en Internet:

Yo nunca me he colado en los metros de ciudades de medio mundo, que me apuntaba mi colega y compañero Nacho Ruiz, muy acorde con su personalidad viajera y refiriéndose según él a “delitos ya prescritos”. En esta línea de pequeñas infracciones se encuentra también el “yo nunca he falsificado entradas para un concierto”, de Javier García, o “yo nunca me he llevado nada de una tienda sin pagar, sobre todo de El Corte Inglés” y es que lo ponen muy fácil… Algo que también puede ser considerado un delito es la confidencia de Carmen Baños “Yo nunca podría soportar a Marhuenda. Lo sé, lo sé… beberé, beberé” o el “Yo nunca aguanto un intermedio sin zapear”, de Antonio.

Lo queramos o no todos nos reconocemos en estas pequeñas cosas: Yo nunca he visto Sálvame, o Gran Hermano, también me vale; yo nunca le he dicho a un amiga que el modelito le sentaba genial cuando realmente le hacía más gorda; yo nunca utilizo el móvil al volante; yo nunca he comido con los dedos, yo nunca he hecho pis en la calle, o la playa, o la piscina; yo nunca he ligado con el ex de una amiga…

Y es que al final todos bebemos. Por algo aquello de: “Nunca digas de este agua no beberé”… bueno agua o lo que sea.

Y a vosotros, ¿por qué os tocaría beber?

Publicado en el diario La Opinión 28 junio 2014