Una vida de cine

butacas cineDecía un novelista estadounidense que “lo bueno del cine es que durante dos horas los problemas son de otros”. Más o menos esto debe ser lo que me produce a mí el séptimo arte, pues confieso que es mi mejor terapia contra el aburrimiento, la tristeza e incluso el enfado. Más efectivo incluso que una jornada de shopping. Después de una sesión cualquier disgusto, por grande que fuere, parece menor. Tal es mi fascinación por el mundo de la cinematografía que incluso ha inspirado algunas de mis recientes lecturas, desde las tradicionales biografías a otros ejemplares que recogen aspectos más sórdidos y truculentos del cine. Para quienes disfruten del morbo de estas historias, recomiendo ‘Hollywood Babilonia I’ y ‘Hollywood Babilonia II’ ambos volúmenes repasan los escándalos de la meca del cine vinculados a rostros del celuloide devastados y marcados por problemas con el alcohol, drogas, orgias, asesinatos, odios y pequeños vicios inconfesables. Si uno busca algo menos siniestro, ‘Moteros Tranquilos, Toros Salvajes’ narra los inicios de una generación de cineastas, con Scorsese, Coppola y Spielberg, entre otros, y actores, Robert De Niro, Al Pacino y Jack Nicholson, que marcaron para siempre la historia del cine.

Y es que, además de la sensación que produce sentarse delante de la gran pantalla, hay películas que, más allá de hacerte pasar un buen rato, te marcan para siempre. Aún recuerdo, como si fuese ayer, mi primera vez en el cine. Fue en ‘El Thuillier’ de Caravaca, un teatro reconvertido en cine -que afortunadamente se ha vuelto a recuperar para este fin con el nuevo Equipo de Gobierno en el Ayuntamiento, ya que la ciudad carece de cualquier otra sala de exhibición-. El film, ‘Rain Man’, era una recomendación que nos hacían en el ‘cole’ y, como nosotras (mi hermana y yo) siempre hemos sido muy bien mandadas, como dicen las madres, o muy pavas, como señala mi hermana, convencimos a nuestro padre pese a nuestra corta edad, ya que corría el año 89 y contábamos apenas con 5 y 6 años, para ir al primer pase. De esa tarde recuerdo, sobre todo, la abrumadora y extraña sensación de ver a un hombre hecho y derecho para una niña de mi edad (mi padre) llorar con aquella historia. Este hecho provocaría que esa película esté, incluso a día de hoy, en mi top 10 de favoritas. De mi infancia, también incorporaría ‘E.T. El Extraterrestre’, quién no.

FullSizeRender.jpg

Programa Especial Navidad ‘Murcia Más Cerca’ vía streaming.

Con el tiempo descubrí que había heredado de mi progenitor, entre otras muchas cosas, esa querencia a derramar alguna que otra lágrima frente a la gran pantalla. Entre las películas que más me han hecho llorar: ‘En el nombre del padre’, de Jim Sheridan y protagonizada por Daniel Day-Lewis, de quien también incluiría entre mis favoritas ‘Mi pie izquierdo’; y ‘Salvador’, una película con Daniel Brühl de 2006 que cuenta la historia de la ejecución a través de garrote vil del anarquista Salvador Puig Antich y que quizás pasó sin pena ni gloria pero que consiguió despertar en mí sentimientos de rabia e impotencia que acabaron en llanto. Lamentos y sollozos que me provocan fundamentalmente las injusticias plasmadas en el celuloide. En esta línea, de grandes dramas, incluiría también la oscarizada ‘Lista de Shindler’.

En un ámbito de tragedias más domésticas y en el que los grandes papeles y personajes son los protagonistas destacaría ‘Un Dios Salvaje’, de Polanski, con las increíbles interpretaciones de Kate Winslet y Christoph Waltz, un poco más reciente, ‘Agosto’, una película también muy coral con Meryl Streep, Julia Roberts, Benedict Cumberbatch, Chris Cooper y Sam Shepard, entre otros.

IMG_5225

Radio televisada en romMurcia Radio

También por las increíbles interpretaciones, pero en una línea más cercana a la comedia, recomendaría ‘Una cuestión de tiempo’, un película de las que te deja con una estupenda sensación en el cuerpo y que además cuenta con una destacable banda sonora; ‘La teoría del todo’, con Eddie Redmayne; y, la más reciente de todas, ‘Joy’ con una estupenda Jennifer Lawrence y un ‘exquisito’ Bradley Cooper, fenomenal también en ‘El Francotirador’ y ‘El lado bueno de las cosas’.

Otros títulos de diversos estilos y épocas podrían ser: ‘Jules et Jim’, de Truffaut, ‘El Padrino II’, ‘Matar a un ruiseñor’, ‘La vida es bella’, ‘Cinema Paradiso’, ‘American Beauty’ ‘El Club de la Lucha’, ‘Dos hombres y un destino’, ‘Todos los hombres del presidente’, ‘Gran Torino’, ‘Olvídate de mí’, ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’, ‘Los Miserables’, en el género musical, ‘Taxi Driver, ‘Resplandor’ y en cuanto a españolas: ‘Los lunes al sol’, ‘Mi vida sin mí’, ‘Tesis’, ‘Mar adentro’, ‘La lengua de las mariposas’, ‘Los amantes del círculo polar’, ‘La vida secreta de las palabras’, y de los últimos tiempos, creo que ‘La isla mínima’ será, con el tiempo, un hito, No están todas las que son, pero son todas las que están.

Libros

DSC_0559“Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida”, que decía Mario Vargas Llosa –habrá que preguntarle si esto es así ahora que se ha ‘ligado’ a la musa de Porcelanosa. Pero mientras nadie diga lo contrario no hay motivo para dudar–. Yo no me atrevería a decir tanto, porque en la vida he experimentado sensaciones que, sino superan, sí igualan a la de la lectura, y mira que he disfrutado muchísimo practicándola. Bien es verdad, que ésta (mi vida) no sería la misma sin esta afición a los libros.

En primer lugar, fue la lectura –bueno, también los muchos dictados de mi época escolar con Doña Antoñita en el Colegio Basilio Sáez de Caravaca –la que acabó con mis tremendas faltas de ortografía. Y es que mis trabajos o redacciones eran un baile de señas rojas organizado por mi despiste y absoluta falta de atención, ya que incluso cuando copiaba de la pizarra erraba en las palabras. Sin embargo, mi interés por las historias que otros contaban, ya sea a través del cine, la televisión o la literatura, hacía atisbar cierta redención para mi caligrafía. El primer libro que me atrapó por dentro, lejos de ser el clásico ‘El Principito’, que toda una generación presenta como un fetiche de su infancia –a mí me cautivó años después –, fue uno de lectura obligada en alguno de los cursos de la entonces EGB. Entre los muchos ejemplares de ‘El barco de vapor’ que nos mandaban, en azul, blanco, naranja o rojo dependiendo de nuestro nivel de lectura, se colaba una novela con una portada diferente. No recuerdo bien mi edad, pero sí que no conseguía dormir por las noches, después de ojear sus páginas en la cama, consternada por la tragedia de fondo que éstas relataban: La traición a un amigo. Por aquel entonces conocía yo la conspiración y el asesinato de Julio César. El libro, ‘Guárdate de los Idus’.

DSC_0556

Aprovechando el sol y el buen día en la terraza de casa de mis padres

Desde ese momento, el drama y la tragedia marcarían mi destino literario. En el instituto, mi afición por la filosofía, me llevó a ‘coquetear’ con algunos escritos de Platón, San Agustín y Marx, incluso me atreví con el escepticismo de Nietzsche, pero me atraían mucho más sus ideas que su forma de escribirlas o expresarlas. La segunda obra que albergo en mi memoria como relevante fue ‘La Metamorfosis’ de Kafka. También recuerdo la angustia que me produjo leer la horrible transformación de ‘Samsa’ y la ‘prisión’ y el aislamiento en el que vivía.

Ya en la universidad, la literatura me acompañó durante muchas noches de soledad en mis años en Madrid. Fue aquí cuando irrumpió con más fuerza el género femenino: Woolf y O´Connor fueron dos de las más repetidas. Sin embargo, también hubo tiempo para Gabriel García Márquez con ‘Cien años de soledad’, ‘El Coronel no tiene quien le escriba’ o ‘Crónica de una muerte anunciada’ o Camus. En los últimos cursos de la carrera me dio por los rusos: Chejov, Tolstói y Dostoyevski se convirtieron en mis compañeros de habitación y almohada, aunque estaban un poco mayores para mí.

Y aunque han sido muchos los amores, de ambos sexos, que han desfilado por mi cama –tengo la costumbre de leer siempre antes de dormir –finalizaré sólo con un más: ‘El lobo estepario’ de Herman Hesse y la angustia de Haller “un genio del sufrimiento” que acabaría enseñándome que en la literatura, como en el Teatro Mágico, hay un cartel que pone “Entrada sólo para locos, cuesta la razón”. Sin embargo, tal y como está el mundo , “los libros van siendo el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo”, que decía Cortazar.