¿Runner o ‘Perrunner’?

DSC_0598Dicen que el ejercicio es saludable. Imagino que todo el año. Aunque la mayoría sólo nos acordemos de practicarlo cuando se acerca el verano como parte importante de nuestra casi permanente ‘operación biquini’. También dicen que es adictivo, que engancha. Aunque sinceramente mis adicciones son de otro rollo y requieren muchísimo menos esfuerzo ( 😉 ya sabéis ): café, chocolate negro, coca cola… Todas ellas, curiosamente, ‘instrumentos’ para ponerme las pilas y aguantar el ritmo. Algo que seguramente también se consigue con el deporte, pero es que éste es infinitamente más sacrificado y para mí, por el momento, mucho menos placentero. Sin embargo, y pese a lo que nos cuesta calzarnos las zapatillas, con la llegada del buen tiempo una masa uniforme de ‘fofisanos’ nos apuntamos al gimnasio o salimos a la calle en tropel a practicar el ‘running’, hoy por hoy la forma más económica de realizar una actividad física. ¡O no!

Hace unos años salíamos a correr. Y lo hacíamos con zapatillas viejas; pantalón de algodón gris, probablemente con algún parche que otro; coleta alta y las típicas y socorridas camisetas blancas de publicidad. Yo recuerdo con especial cariño una ‘T Shirt’ de ‘La Bella Easo’ que me regalaron mis padres durante su experiencia como distribuidores de la marca de magdalenas –ambos hicieron un poco de todo por sacar su familia adelante. Algo de lo que siempre me sentiré muy orgullosa -.  Y estoy segura que así se adelgazaba y tonificaba lo mismo que ahora.

Hoy día, por el contrario, se sale a hacer ‘running’; ejercicio que aunque parezca lo mismo ya os adelanto que no lo es. Lo primero que necesitas es un plan de inversiones, ya que ahora ponerse en forma viene a costar una pasta. Y es que hacerse con un buen equipo no sale barato. Necesitas unas mallas cortas, largas y corsario, los tres modelos transpirables; varias camisetas de los colores más fosforitos y de temporada; sudadera y cortavientos combinables con las mismas; ropa interior deportiva y zapatillas específicas para correr en asfalto, si esa es tu modalidad. Además, requiere el kit de complementos en los colores del equipo. Si tu camiseta es rosa, las cordoneras van en rosa; si llevas algún dibujo o letra en naranja, la cinta del pelo será naranja… Y así con el resto.

Pero esto no es todo. Ya que ahora, a la moda, se suma también la tecnología. Sales a correr con una pulsera que además de marcar tus pulsaciones te conecta con tu cardiólogo en tiempo real; un auricular con el que tienes vía directa con tu psicólogo, coach o terapeuta, cada uno la especialidad que prefiera, que te va animando y dando seguridad en la carrera; miles de cables que además de monitorizar las calorías que quemas, los pasos que das y la velocidad que alcanzas no sé para qué sirven pero que todos llevan, y en la otra oreja, por supuesto, una música infernal para seguir el ritmo. Con lo que es imposible coordinarse o concentrarse.

Sí, ya se que esto puede ser un poco exagerado, pero la verdad es que con tanta exigencia da mucha pereza salir a correr. He visto mujeres más arregladas en el gimnasio que un sábado de fiesta. Yo casi prefiero el ‘running’ al estilo vintage, sin tanta complicación. Y si a esto le sumamos que, como dice una amiga, la ciudad no es para correr… Yo ya no sé si son excusas o es que no soy runner sino ‘perruner’.

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P.D. Pese a todo, yo me calzo las zapatillas y lo intento. 

‘Operación Bikini’ en cuatro fases

IMG_8395 (1)Decía la abuela de una amiga que “ojalá fuese el revés y cuanto uno más comiese más adelgazase”. Jamás había oído esta propuesta que, además de que sería estupenda, viene a resumir el eterno dilema que muchas mujeres (y también algunos hombres) mantenemos anualmente con la báscula cuando llega el calor y empezamos a desnudar nuestros cuerpos a la par que a ser conscientes de aquello que sobra y que coyunturalmente disimulaban ciertas prendas. Truco que aunque no sirve en el caso de que el sobrepeso sea muy obvio, cuando hablamos de cierto ‘descuido’ con un par de kilos o tres es mano de santo. Y si además una tiene cierta gracia para combinar y elegir la ropa, puede obrar milagros.

Sin embargo, en Murcia la felicidad, completamente ilusoria, dura muy poco, porque los abrigos los sacamos en noviembre y vuelven al armario pasada la Semana Santa, cita en la que siempre refresca, con lo que vamos más de medio año ‘a pecho descubierto’ –metafóricamente, que ya querrían muchos –. Bien nos valdría que fuese real el sueño de la abuela. Y si además a esto sumamos que con el calor nos entran las ganas de terraza, helado y cerveza la batalla a los kilos puede ser tremenda.

¿Mi truco? Empezar con mucho tiempo. Aunque corres el riesgo de desesperar, incrementan las posibilidades de acertar en el intento. Yo a partir de enero y aprovechando las rebajas me hago con algunas prendas que me encanten pero que me corten el aliento; vamos que me queden un poco prietas, lo que me obliga y me motiva a cerrar el pico. No se rían porque funciona. Es una especie de tortura contemplar a diario, cuando abres el armario, un pantalón y una falda estupendos y no poder lucirlos. Esta sería la primera fase de la ‘Operación Bikini’, que ya he puesto en marcha y tengo que decir que de momento con un buen rendimiento.

Actualmente me encuentro en la segunda, que implica un poquito más de esfuerzo. Ésta empieza con el almacenamiento industrial en tu frigorífico de fruta lavada, pelada y cortada en los recurridos ‘tapers’ de forma que se conviertan en tu principal avituallamiento. Al estar perfectamente preparada da mucha menos pereza comerla y son el aperitivo perfecto. Además, hay que acompañar la alimentación ligera con un poco de ejercicio, ojalá pudiera deciros que uno puede reducir peso sin moverse, pero es como lo de adelgazar comiendo, precioso pero una completa utopía. Y quien os diga lo contrario está mintiendo. Así que en mi plan he incluido una sesión semanal de pilates y tres de bicicleta estática en casa, porque digan lo que digan, y premios a parte, no está Murcia para salir corriendo, y mucho menos si no eres muy diestro.

La tercera fase, y ya fuera de tiempo, es la compra compulsiva de todos aquellos productos reafirmantes y adelgazantes que prometen vientre plano, eliminación de cartucheras y reducción de celulitis. Sí, ya sé que ésta contradice el argumento racional de la segunda, pero es, a la desesperada, mi último recurso.

Sin embargo, este año, y para no sufrir mucho en el intento, he añadido una nueva etapa a mi particular ‘Operación Bikini’ y es que si nada de esto tiene efecto, como dice mi amiga Laura, “me paso al bañador que es más elegante”.

Héroes de bata blanca

f547774d47fb246b29f7ca85c2cb0377Por mi experiencia vital, estos años he desarrollado un teorema un tanto particular, y aunque sé que no es infalible, porque la realidad está ahí, bien es verdad, que a mí de momento me viene funcionando. Son muchas las veces y situaciones en las que he tenido que pernoctar en numerosos hospitales de todo el país, siempre de acompañante, pues de momento yo no lo he necesitado, y siempre, aunque ha sido en situaciones verdaderamente críticas, nos hemos ido escapando. De ahí que para mí, la presencia de un médico o enfermero sea una prueba de que nada malo puede ocurrir ya. Si uno consigue llegar al hospital… ¡Voilà! ¡Está salvado!

No se crean que soy demasiado ingenua o que vivo en el país de las maravillas porque veo y leo diariamente los periódicos con situaciones en las que, pese a la entrega y el buen trabajo de estos profesionales, nada se puede hacer. Sin embargo, cuando yo vislumbro una bata blanca, no lo puedo remediar, veo los cielos abiertos, como se suele decir –salvo en el caso del dentista, que me sigue generando cierta desconfianza –. No creo que haya una profesión o una labor más importante, y perdónenme el resto, que la que realizan médicos y enfermeros. Es de esas cosas que para hacer hay que sentir, y ellos viven sintiendo.

Sintiendo a diario el dolor y el sufrimiento de los enfermos que pasan por sus manos. Sintiendo la impotencia, la desesperanza, las horas de incertidumbre y el desconsuelo de los familiares y amigos. Sintiendo como hay vidas que se les escapan entre las manos, pese a que las aprietan mucho para evitarlo. Sintiendo dolores que afectan al alma. Sintiendo, en muchos casos, por encima de sus posibilidades.

No hay más que pasar unas horas en Urgencias de cualquier hospital para ser conscientes del peso que soportan en cada una de sus decisiones, de lo difícil que resulta afrontar determinadas situaciones y del complicado contexto en el que habitan por la enorme fragilidad de sus interlocutores. Esta semana sin ir más lejos, mientras aguardaba en una sala de espera –vuelvo a ejercer de acompañante en un hospital mientras escribo estas palabras – compartía confidencias con una doctora, con la que había coincidido en otras circunstancias, que me confesaba que ese peso se instalaba en el centro del pecho –llevándose la mano al esternón– ante días malos, como aquel, que empezaban con un bebé en parada cardiorrespiratoria y quién sabe cómo acabarían.

Sin embargo, estoy segura que les compensa. Les compensa, por ejemplo, salvar la vida a ese pequeño y sentir, también, el consuelo y profundo agradecimiento de sus padres. Les compensa el rostro de alivio de muchos enfermos. Les compensa asistir al cuidado de los más indefensos y saber que en esos, los peores momentos, hacen todo lo que está en sus manos. Por un lado, doctores y doctoras que ponen a nuestro servicio todo su conocimiento, pero cuya labor, no tendría sentido sin la entrega y disposición de enfermeros y enfermeras que asisten y atienden, que miman y cuidan en labores que no siempre resultan las mas agradables, pero les compensa la trascendental misión de salvar y dignificar vidas. ¿Por qué? Simplemente, porque sienten.

Temporada de ‘running’

IMG_4472Si la semana pasada escribía sobre mi propósito (de año nuevo) de aprender a cocinar. Ésta continúo con los tópicos; ya que en mi lista, por supuesto, también estaba el de hacer deporte, en este caso en su disciplina más barata, apetecible –dada la climatología de nuestra Región –y, por supuesto, más de moda. Y es que hay cosas que nunca cambian, y los humanos somos de apuntarnos a lo último que llega, me incluyo yo también ya que aunque parezca increíble soy del género mortal y de esto no nos escapamos ni uno . Aunque es algo que venía haciendo desde hace tiempo, lo había abandonado por falta de tiempo y exceso de trabajo, y es de esas buenas costumbres que uno debe retomar. Así que, después de tres meses y medio de frustrados intentos e incumplimientos y ahora que llega el buen tiempo, he decidido que es el momento de recuperar mi actividad física.

Y qué es lo primero que una hace cuando decide volver a salir a correr… ¿Una revisión médica? ¿Prueba de esfuerzo? ¿Preparar una tabla de ejercicios? ¡No! ¡Frío, frío! Lo primero que hace un verdadero ‘runner’ es acudir a alguna de las franquicias de moda de su ciudad y hacerse con la equipación completa en sus colores y versiones más fosforitos –ahora lo tenemos fácil porque el imperio Inditex y hasta las marcas de ropa interior comercializan su colección deportiva para todos los bolsillos -. Y es que desde que salimos a hacer ‘running’ (y no a correr) todo ha cambiado para siempre. Las causas pueden ser diversas, pero el resumen único, y es que ¡somos un poco ‘flipaos’! Nos hemos convertido en auténticos corredores de postal, que diría un amigo mío, mucha equipación y poca preparación. Estaríamos estupendo en la portada de cualquier revista de deporte, pero a la hora de la verdad no somos capaces de dar dos pasos seguidos sin asfixiarnos, sufrir flato o, lo que es peor, un tirón que nos tenga apartados de la carrera el tiempo suficiente para haber perdido la poca forma física que hubiésemos conseguido y hasta las ganas de lucir nuestro ‘fitness outfit’, que volverá al fondo del armario hasta la siguiente temporada, aunque para ese entonces ya habrá pasado de moda y habrá que hacerse con nuevas adquisiciones de tendencia.

Hace unos meses, creo que también os lo he contado, comencé a leer el libro de ‘Mujeres que corren’ y aunque tengo que reconocer que me aportó muchísimos conocimientos y consejos útiles para volver a la carrera –lo recomiendo -, me sorprendió que la autora confesaba haber comenzado su idilio con el ‘running’ con una primera cita de ‘shopping’, buscando las mallas con los estampados más molones. Este año, lo que se lleva son los colores pastel totalmente fluorescentes: rosa, rojo, amarillo, naranja… ¡Festival para los mosquitos de la huerta murciana! Así que yo, que ya he reconocido que soy una más, por mucha rabia que me dé, ya tengo preparado mi ‘look’ de quita y pon en tonos naranja y gris, la equipación titular, y azul y gris, la segunda, adquiridos en un arrebato consumista en H&M, con lo que ya no tengo excusa para ponerme en forma.

Y es que el deporte ha sucumbido a la moda. Todavía recuerdo cuando usaba las camisetas de propaganda – yo fundamentalmente de la marca de magdalenas ‘La Bella Easo’, de la que mi padre, en su aventura de buscarse la vida, fue representante durante apenas un año, y que contaba a pares – para salir a correr tras saltar de la cama sin apenas pararme ni a lavarme la cara y cogiéndome una coleta en el ascensor para no perder ni un minuto antes de comenzar mi jornada laboral. ¡Cuánto ha llovido desde entonces! No necesitaba más que las ganas y quizás un poco de música para amenizar la hora de deporte. Ahora, no sólo nos equipamos como señales reflectantes sino que además nos convertimos en aparatos multifunción, como las navajas multiusos que todos llevábamos encima en los noventa, no me preguntéis para qué pero todos teníamos una: cronómetro, cuenta pasos, cuenta pulsaciones, reproductor musical…

¿El motivo? Muy fácil (como en tantas otras cosas y tras la aparición en nuestra vida de las redes sociales): Salir bien en la foto.

Foto: En la Playa de la Concha, Verano 2014.