‘Operación Bikini’ en cuatro fases

IMG_8395 (1)Decía la abuela de una amiga que “ojalá fuese el revés y cuanto uno más comiese más adelgazase”. Jamás había oído esta propuesta que, además de que sería estupenda, viene a resumir el eterno dilema que muchas mujeres (y también algunos hombres) mantenemos anualmente con la báscula cuando llega el calor y empezamos a desnudar nuestros cuerpos a la par que a ser conscientes de aquello que sobra y que coyunturalmente disimulaban ciertas prendas. Truco que aunque no sirve en el caso de que el sobrepeso sea muy obvio, cuando hablamos de cierto ‘descuido’ con un par de kilos o tres es mano de santo. Y si además una tiene cierta gracia para combinar y elegir la ropa, puede obrar milagros.

Sin embargo, en Murcia la felicidad, completamente ilusoria, dura muy poco, porque los abrigos los sacamos en noviembre y vuelven al armario pasada la Semana Santa, cita en la que siempre refresca, con lo que vamos más de medio año ‘a pecho descubierto’ –metafóricamente, que ya querrían muchos –. Bien nos valdría que fuese real el sueño de la abuela. Y si además a esto sumamos que con el calor nos entran las ganas de terraza, helado y cerveza la batalla a los kilos puede ser tremenda.

¿Mi truco? Empezar con mucho tiempo. Aunque corres el riesgo de desesperar, incrementan las posibilidades de acertar en el intento. Yo a partir de enero y aprovechando las rebajas me hago con algunas prendas que me encanten pero que me corten el aliento; vamos que me queden un poco prietas, lo que me obliga y me motiva a cerrar el pico. No se rían porque funciona. Es una especie de tortura contemplar a diario, cuando abres el armario, un pantalón y una falda estupendos y no poder lucirlos. Esta sería la primera fase de la ‘Operación Bikini’, que ya he puesto en marcha y tengo que decir que de momento con un buen rendimiento.

Actualmente me encuentro en la segunda, que implica un poquito más de esfuerzo. Ésta empieza con el almacenamiento industrial en tu frigorífico de fruta lavada, pelada y cortada en los recurridos ‘tapers’ de forma que se conviertan en tu principal avituallamiento. Al estar perfectamente preparada da mucha menos pereza comerla y son el aperitivo perfecto. Además, hay que acompañar la alimentación ligera con un poco de ejercicio, ojalá pudiera deciros que uno puede reducir peso sin moverse, pero es como lo de adelgazar comiendo, precioso pero una completa utopía. Y quien os diga lo contrario está mintiendo. Así que en mi plan he incluido una sesión semanal de pilates y tres de bicicleta estática en casa, porque digan lo que digan, y premios a parte, no está Murcia para salir corriendo, y mucho menos si no eres muy diestro.

La tercera fase, y ya fuera de tiempo, es la compra compulsiva de todos aquellos productos reafirmantes y adelgazantes que prometen vientre plano, eliminación de cartucheras y reducción de celulitis. Sí, ya sé que ésta contradice el argumento racional de la segunda, pero es, a la desesperada, mi último recurso.

Sin embargo, este año, y para no sufrir mucho en el intento, he añadido una nueva etapa a mi particular ‘Operación Bikini’ y es que si nada de esto tiene efecto, como dice mi amiga Laura, “me paso al bañador que es más elegante”.

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