Al Norte por el Noroeste (North by Northwest)

Ésta tenía que ser una escapada al sur, paradójicamente; pero la enfermedad nos ha tenido en casa todo el fin de semana, con lo que nuestros planes de viajecito romántico a Granada se han visto suspendidos y aplazados, en todo caso, para otra ocasión. Tengo que decir que, pese a todo, no nos lo hemos montado mal del todo en casa: mucho cine, manta, sofá, pijama, buena comida y lectura. Unos días de desconexión y relax que si no fuera por la tos y la fiebre no habrían estado del todo mal. Pero en fin, parece que está así media España, con lo que mal de muchos…

Sin embargo, buceando y ordenando fotos en mis discos duros han aparecido unas fotografías de una escapada navideña que hacíamos al norte a visitar a unos amigos y como las fechas acompañan para hablar de viajes relámpago, he pensado que era un buen momento para compartir.

Salíamos un viernes por la mañana dirección Oviedo, pero como suele ser habitual en nuestras rutas, con parada obligada en Madrid para disfrutar del buen ambiente nocturno y de algún paseo mañanero, sin tiempo de más, pero con eso nos basta. Cogimos un hotel en el centro para evitar desplazamientos y después de dejar el equipaje y ducharnos salimos a tomar unos vinos por el casco histórico de la ciudad, con recorrido por la Puerta de Sol y la Plaza Mayor, que en Navidad, pese al tumulto, tienen un encanto especial. Y puedo asegurar que lo pasamos bastante bien y descubrimos algún que otro vino blanco para sumar a nuestra lista de favoritos. Por la mañana, desayuno tranquilo al sol, un par de paradas técnicas de shopping y carretera al norte.

Sabíamos que íbamos a Asturias y que obviamente el paisaje sería verde, pero no imaginamos cuanto… La sorpresa fue mayúscula al ver el lugar en el que se alojaban nuestros anfitriones. Aunque también tengo que decir que hay que ser valiente, audaz e intrépido para alcanzarlo, y digo alcanzarlo literalmente. Ni el Google Maps detectaba la ubicación. Una preciosa casa de madera arriba de un empinadísimo y estrechísimo camino que aún no sé cómo conseguimos completar… Aunque teníais que ver cómo lo bajaban los foráneos. Estas fueron nuestras vistas al llegar…

Si me hubieran dicho que describiese el paraíso, probablemente lo huera hecho así. Sin embargo, aún me quedaba mucho por ver, aunque parezca mentira. Nuestros anfitriones: Alex, Ana y Pelayo hicieron de ésta una estancia inolvidable. Nos recibieron con cerveza fría, vino, rock, ostras y este fantástico atardecer.

IMG_3827.jpg

Además de una estupenda velada entre amigos con semejantes manjares.

DSC_0747.JPG

Y amanecer y anochecer allí era un auténtico sueño…

Aprovechamos la escapada para visitar de forma exprés Oviedo y Gijón donde disfrutamos del mar, bebimos sidra, comimos fabada (por supuesto) y compramos moscovitas y carbayones en la Confitería Rialto, todo como auténticos turistas.

Sin embargo, nada hubiese sido lo mismo sin la amabilidad, la entrega y la hospitalidad de nuestra ‘familia’ asturiana. Chicos, esta es mi forma de daros las gracias. ¡Un beso a los tres!

Y el lunes por la mañana, carretera y manta y de vuelta a casa.

La vida que no fue

IMG_4019Andaba yo reflexionando estos días sobre qué es ser mujer, intentando la difícil tarea de alejarme de tópicos y estereotipos. Pero es prácticamente imposible. Del ‘me gusta ser mujer’ de Ausonia, simbólicamente coincidiendo con la entrada en el siglo XXI, a la recurrente queja de ¿por qué es tan difícil ser mujer?, fruto de una sociedad tristemente machista, van una serie de afirmaciones que la mayoría hemos repetido en una u otra circunstancia, siendo reflejo de nuestro caótico estado de ánimo por las contradicciones, paradojas y dicotomías que se dan en nuestro género.

Esta antítesis femenina que planteaba racionalmente se reflejaba en ciertas circunstancias que me tocaba vivir, o sufrir. Si hace unas semanas pretendía que éste fuera un artículo que sirviera para anunciar una buena noticia; el mismo, se ha tornado en lo contrario. Incluso debo confesar que he tenido mis dudas sobre si escribir o no de este acontecimiento. Sin embargo, después de pensarlo mucho he creído oportuno compartir también con vosotros el lado menos bonito de las cosas, alejándome así del mundo blogger de color de rosa que obvia el sufrimiento que supone vivir o esconde las dificultades de una vida real detrás de problemas como qué tono de blanco elijo para mi salón. Yo, que suelo aprovechar esta contra para compartir algunas situaciones y reflexiones cómicas y divertidas, como todo el mundo, resisto los sinsabores que el destino nos depara.

No importa que te pille por sorpresa o que lleves tiempo intentándolo, cuando el test de embarazo da positivo una ya se siente madre de la aceituna, la nuez o la lentejita que lleva dentro, según los términos propios de los libros sobre maternidad que en las últimas semanas ocupaban mi mesita de noche. El 4 de Febrero, coincidiendo con el nacimiento de mi segunda sobrina, Manuela, nosotros recibíamos la noticia de que nos convertiríamos en padres en el mes de octubre. El asombro no fue pequeño, y la ansiedad y la incertidumbre que se apoderaron de mí tampoco. Desde ese mismo instante comencé a sentir miedo de todo, de que le pasara algo a él, de que me pasara algo a mí, de que no supiera o no pudiera hacer bien las cosas, de comer algo que no debía, de hacer esfuerzos perjudiciales, de que el estrés afectase al embrión, de sufrir los síntomas, de que estos no se presentasen… Así que empiezas una interminable ruta de consulta en consulta preocupada de que todo salga bien. Eres consciente de que hay riesgos y complicaciones, pero como con tantas otras en la vida, piensas que no te va a tocar a ti. Por lo que decides, dejarte llevar y ser feliz; preocupada pero feliz. Intentas mantener la calma, te contienes y evitas no comprar nada, te dices a ti misma: “al menos hasta los tres meses”. Sin embargo, en algo siempre pecas.

Y de repente, un día en una ecografía descubres que su corazón no late, que ya no eres mamá de lentejita. Tus miedos, se hacen realidad. Te dices una y otra vez a ti misma que eso podía pasar, pero nada te consuela. Te culpas incluso; aunque todo el mundo te diga que ha sido algo natural. Repasas en tu cabeza qué has podido hacer mal y en qué te has equivocado. Intentas consolar al papá de lentejita, que naturalmente pasa por lo mismo que tú, pero te sientes sin fuerzas ni siquiera para hablar. Todo te parece un mal sueño, incluso empiezas a pensar que nunca ocurrió, y vuelve el miedo a que se pudiera repetir. Descubres además en este proceso que no has sido la única, que son muchas las mujeres que han vivido la experiencia, pero pocas lo comparten. Yo, creo que lo hago por terapia, para exteriorizar el vacío que queda y que he sido incapaz de articular en palabras.

Está claro que ser mujer es mucho más que ser madre, pero éste puede ser un buen ejemplo de lo que supone –o así lo sentí y lo siento yo –la contrariedad de ser feliz por algo que por otro lado entraña cierto riesgo y/o dificultad.

Pero no os preocupéis, esto también pasará.