De ‘outfits’ y candidatos

15010655810_3b14263907_k (1)Me había prometido a mí misma que no iba a escribir sobre política en esta columna, mucho menos teniendo en cuenta que estamos a tan sólo unas horas de la jornada de reflexión previa a las elecciones municipales y autonómicas. Sin embargo, y sin el ánimo de influir en la decisión de nadie, haré una excepción. Y es que no puedo seguir callada. Comenzaré diciendo que no soy militante de ningún partido y que tampoco pediré públicamente el voto para ningún candidato, aunque tengo mis favoritos ¡Faltaría más!

Esta semana, mientras acudía a mi cita mensual con la depilación, mi esteticista, que se ha convertido, junto a mi ‘gasolinero’, en una de mis gurús o guías vitales me preguntaba que a quién debía votar el próximo domingo, ya que me presumía cierto conocimiento en la materia. “Sólo conozco a los del PSOE, y porque han puesto los carteles justo en esta calle”, añadía para dejarme clara su absoluta ignorancia al respecto de las candidaturas de los diferentes partidos políticos. Yo, que reconozco me causa muchísimo pudor aconsejar a nadie sobre lo que debe o no debe hacer y mucho más en cuestiones políticas, intentaba eludir la cuestión tratando de que fuese ella misma quien contestase a su pregunta. “El candidato socialista, lo veo muy mayor, al menos en la foto”, aseguraba al respecto de José Ignacio Gras, “y el de Ciudadanos, el joven, me gustó mucho desde el principio, desde que salió, pero luego…”, en clara alusión a Albert Ribera.

Dejando de lado el ‘cacao’ de candidatos que ésta, como muchos otros ciudadanos, tenía en la cabeza, sus apuntes durante poco más de una hora me hacían reparar, una vez más, en la importancia de la imagen pública del político. Ya, ya sé que esto es algo a lo que los periodistas y, sobre todo, los especialistas y versados en comunicación política han dedicado mucho tiempo, pero no parece haber sido demasiado o, al menos, el suficiente cuando continuamos asistiendo a determinados espectáculos candidatura tras candidatura. Y sino cómo se explica, por ejemplo, el vídeo electoral del Partido Popular en Oyón; cuyo autor, pobre, sigue empeñado en defender su creación asegurando que “no se ha entendido bien”. Pero no es el único despropósito, hay para todos los gustos y de todos los colores…

Especialmente divertido es el repaso de las fotografías oficiales de las listas electorales, donde una gran parte parece haber salido de una boda de los ochenta, con trajes (de chaqueta) reciclados de la comunión de ‘su tercero’, dos o tres tallas más grande y con esos horrorosos brillos propios de la época. También los hay que se han puestos lustrosos con los años y que, pese a que entonces se llevaban holgados, se embuten en los ropajes intentando no respirar mientras el fotógrafo dice aquello de ‘Miren al pajarito’. En el caso de las mujeres, parecen llevarse las ‘minis’ y los tacones de aguja, así de sencillas, ya sea posando a las puertas del consistorio, a los pies de algún monumento o en pleno paraje rural. Por no hablar de los acabados de peluquería. ¡Chapa y pintura! No se a vosotros, pero a mí no me transmiten la idea más adecuada. Yo necesito ver un equipo dispuesto a trabajar, dinámico y con movimiento… y no creo que unos tacones de 12 centímetros y un traje de tornasol sea el uniforme recomendable. Y lo mejor, es que da igual al punto de España al que te vayas siempre encuentras estas ‘estampas’ de otro tiempo. Son unas fotografías muy ‘revival’.

A los candidatos, por si alguno me lee, sólo unas breves recomendaciones, sin que nadie se me ofenda ¿vale?:

  • Las camisas blancas y azules ‘transpiran’ demasiado y además transparentan, y chicos, como en general no vamos depilados, mejor otro color o con chaqueta, que uno se ‘asfixie’ en silencio. Esto debería ser una máxima de la comunicación política.
  • Tan malo es pasarse como no llegar. Unos no aparecen y otros, hasta en la sopa.
  • Los consortes, no son objetivos ni imprescindibles. Lo de “hasta que la muerte os separe” no tiene que “ir a misa”.
  • Ojo con el photoshop, que luego ni os reconocemos.
  • Cuidado con pasarse de modernos, causal o sofisticados, y esto último también va por los trajes regionales ¿vale Esperanza?

Porque ‘aunque el hábito no hace al monje’, ‘una imagen, vale más que mil palabras’.

 

¡Alto la Guardia Civil!

IMG_2431Tengo que confesar que soy de aquellas personas tardías a la hora de ‘sacarse’ el carné de conducir, pues entre carrera y trabajos a jornada completa completísima tuve que esperar a encontrarme en situación de desempleo para poder dedicarme a este tipo de menesteres. Nunca es tarde si la dicha es buena.

El caso es que mientras uno no lo tiene, no lo ‘echa en falta’ –que tanto se dice por aquí –sin embargo, ahora que soy conductora no me hago a la idea de cómo he podido vivir todos estos años sin medio de transporte que no sean mis dos ‘patitas’. A lo bueno, se acostumbra una pronto. Aunque he de reconocer que soy de las que saca el automóvil sólo cuando es absolutamente necesario, disfruto caminando, es el único momento del día en el que puedo ocupar mi mente con pensamientos superfluos y frívolos sin sentimiento de culpa por no estar aprovechando el tiempo.

Bien, una vez en posesión de la licencia, no diré que soy una conductora fabulosa, algo que en mi experiencia se considera a si mismo todo el mundo -¿Por qué será que nos cuesta tanto reconocer que no somos perfectos al volante? -pero me defiendo y, sobre todo, me mantengo sin ningún percance, que no es poco, al menos por el momento. Vamos, que soy una conductora del montón como la mayoría, aunque os cueste reconocerlo. Pero ahora es cuando viene la gran pregunta… ¿Cuál es el promedio de ‘altos’ de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado al año? Y es que en el poco tiempo que tengo el carné han debido de tocarme a mí todos los controles.

Mi primera vez, la recuerdo perfectamente, fue durante mi primer mes de trabajo en el ayuntamiento de un municipio de la Región. Yo, doblaba una esquina a la derecha mientras intentaba avisar por teléfono de que ya salía para casa; él, aguardaba al comienzo de la vía a la que yo me incorporaba. Nos miramos fijamente y, dada la trayectoria de mi giro, se vio obligado a pararme y no pasar por alto que llevaba el móvil en una mano y que, consecuentemente, para dar la curva había invadido gran parte del sentido contrario. En dicha ocasión, mi estrategia fue la de reconocer toda mi culpa. “Tiene usted razón agente, está mal hecho. No tengo excusa”. ¿Sobreactuada? No se, el caso es que funcionó y, tras aleccionarme, me dejo marchar sin ‘pena’. Casualidades del destino, ahora a ese mismo agente me lo cruzo habitualmente en el trabajo y siempre me saluda y sonríe con una miradita cómplice con la que me viene a recordar que me perdono la vida, exagerando un poco.

Yo achaqué su proceder a la buena voluntad de aquel policía y a mi cara de no haber roto un plato. Sin embargo, mi entorno masculino aseveraba rotundamente que me había escapado por ser mujer. Diferentes puntos de vista.

La segunda ocasión fue culpa de la placa de la matrícula, que según parece no se lee bien. Situación que yo achaqué a la popular técnica de aparcar al toque. Pero en esta ocasión sí que escurrí el bulto y culpé a mi querida hermana, de la que yo heredaba el automóvil.

Esta vez fue la Guardia Civil quien me dio el alto y por aquello de lo que impone un uniforme se me caló el coche al estacionar a la derecha, donde uno de los agentes me había indicado con el brazo. Su compañero se acercó hasta mi ventanilla y con tono socarrón comentó: “¿Señorita, ha parado usted el coche de golpe o se ha puesto nerviosa al vernos?”. Yo reconocí lo segundo, no sin cierta extrañeza por su comentario. El caso es que no sólo no me multó, sino que además la conversación se extendió algo más de 10 minutos en los que el agente se puso al día de mi situación personal, laboral y hasta de mis aficiones. Tanto es así que incluso acabó pidiéndome consejo sobre la posibilidad de desplazar su lugar de residencia a Caravaca de la Cruz, mi ciudad natal. Idea que desestimó cuando yo le comenté que, pese a que era un lugar bonito y con todos los servicios, no disponía de salas de cine, algo para mí imprescindible, pero eso él ya también lo sabía pues venía de la charla anterior.

No tardé en compartir y reproducir la conversación completa con mis allegados, sorprendida por la amabilidad de los agentes, con el objetivo de conocer si ésta era la tónica general. Una vez más oí aquello de ‘por ser mujer’. Algo a lo que ciertamente, en esta ocasión concreta, sí puedo dar más credibilidad.

El caso es que me han parado unas cuantas veces más, siempre por la dichosa plaquita –que sí, que sé que tengo que cambiar –pero jamás me han multado. Sin embargo, esta semana volvían a hacerme el ‘alto’ y aunque yo volvía a marcharme de rositas –sin librarme de la frasecita: “la placa tiene que cambiarla” -, sí que sancionaban al copiloto por no llevar el cinturón. Un hombre, para ser más exactos.

Y esto es sólo mi experiencia, no supongo ni presupongo nada, sólo expongo.

Artículo publicado el 26 de Septiembre de 2014 en el Diario La Opinión.

Con los calcetines puestos

IMG_3055Dicen que en la media está la virtud. Y digo yo que depende. Hay veces que ‘quedarse a medias’ puede ser de todo menos virtuoso ¿no? Y es que yo creo que éste es más bien el consuelo de muchos, o mejor dicho, de tontos porque ya se sabe, mal de muchos… alivio de aquellos que venimos conformando la clase media española, últimamente siempre vinculada a conceptos como pérdida del poder adquisitivo, copago, falta de liquidez y otras lindezas. Eso sí, ahora al menos los tontos consuelo encontramos, porque los males están muy repartidos. No, señores, no; la media no es la virtud. De lo bueno cuanto más, mejor.

Pero al ser humano en general le encanta hacer medias y establecer criterios de clasificación en virtud de un estándar; a los periodistas, en particular, los tantos por ciento. Recuerdo uno de los primeros jefes de redacción que tuve en un diario regional en Cartagena al que le ‘ponían’ sobremanera si estaban en un titular. No olvidaré como atosigaba a mis entrevistados hasta que me daban un buen porcentaje con el que ilustrar mi noticia, el resto era pan comido.

Bien, pues este recuerdo venía a mi cabeza hace unos días cuando a través del comentario de un compañero en Twitter leía el siguiente titular publicado en un diario de Cádiz: “El 53% de los gaditanos hace el amor con los calcetines puestos”. ¡Pedazo de titular de portada que se han marcado con porcentaje y todo! Lo que le hubiera gustado a mi antiguo jefe, pensaba yo. Pero es que la noticia tampoco tenía desperdicio. Esta conclusión, que venía de un estudio realizado por una conocida marca de preservativos, resultaba del todo insuficiente para satisfacer mi curiosidad. Así que acudí a Google para seguir ilustrando mi conocimiento sobre el español medio en la cama.

De esta forma descubrí que una imagen que dista bastante de los cánones estéticos del erotismo estaba mucho más extendida de lo que yo hubiera imaginado jamás. Y eso que vivimos en España, no me quiero ni imaginar cómo se lo ‘montarán’ en Groenlandia. Así, según esta encuesta la mitad de los españoles (el 47%) reconoce haber practicado sexo con los calcetines puestos. Ahora mejor que nunca podríamos decir aquello de ‘ande yo caliente, ríase la gente’. Y paradójicamente, es en el sur, en Andalucía, y más concretamente en Cádiz, como ya hemos dicho, donde más adeptos tiene está modalidad, que estoy segura tendrá tantos detractores como defensores.

Haciendo un ejercicio de empatía brutal y dejando a un lado los prejuicios que pueda tener al respecto, pero sobre todo intentando no visualizar demasiado la imagen, he intentado ponerme en la piel de ambos.

Entre las principales ventajas que se me vienen de forma instantánea a la cabeza para los habituales de este estilo, evidentemente el evitar los pies fríos es una de las primeras; sin embargo, sería insuficiente porque en la mayoría de los casos se limitaría sólo al invierno, y por lo que parece es una moda atemporal.

Si a tu pareja le huelen mal o tiene los pies muy feos –falta bastante habitual – es un remedio evaluable para luchar contra los bajones de libido que esto puede provocar. Así evades sus peludos pies, gigantes uñas e incluso el áspero tacto de la piel de aquellos que no se cuidan. Aunque, para todos ellos, el mejor consejo: una buena pedicura.

No desenfundarse los calcetines también puede servir para los que van con poco tiempo, para los que temen coger hongos, para unas caricias más suaves, para las posturas de pie, para un look más deportivo, para los ‘guiris’, que se ponen calcetines con todo… pero la idea que más me ha gustado es para los fans de Michael Jackson, que pueden rendir homenaje a su ídolo en un momento tan glorioso. Sin embargo, en este caso únicamente valdrían los blancos, rizando el rizo. ¡Que imagen!

Incluso he encontrado un estudio de la universidad de Groening, en Holanda, que revelaría que usar calcetines durante un encuentro sexual favorece hasta en un 30% – otro porcentaje de los que tanto nos gustan- la posibilidad de alcanzar un orgasmo. La clave está en el calorcito y la comodidad que brindan. El descubrimiento ocurrió de forma fortuita ya que, mientras se estudiaba lo que acontece en el cerebro humano durante el orgasmo, se constató que aquellas personas que se negaron a retirar sus calcetines tuvieron mejores orgasmos.

Los tradicionales calcetines que pudieran parecer anti-eróticos escalan así posiciones y se sitúan incluso por encima de la lencería fina en el acto sexual.

¿Os animáis a probar con los calcetines puestos?

El verano me pilla siempre en ‘bragas’

IMG_3436El verano en Murcia nos pilla siempre –y disculpen la expresión –en bragas, o por lo menos a mí sí. La ‘Operación Bikini’ y el cambio de armario son dos imposibles en esta Región. Uno se acuesta una noche pensando que el lunes –porque estas cosas se dejan siempre para los lunes, para hacer más fastidioso el día aún si cabe -comienza el dispositivo de adecuación para la temporada estival y se levanta con 35º a la sombra, sin haber reducido celulitis, sin la pedicura , con el armario atestado de ropa oscura y de manga larga y, si me apuras, sin depilar- este sería el caso más extremo -. Por no hablar del tono blanco nuclear o blanco fluorescente de las piernas. ¡No hay derecho!

Tú te planificas. Te compras todas las revistas del quiosco que vienen con consejos para ponerte a punto para lucir pareo y biquini: con trucos para reducir la piel de naranja, ejercicios para fortalecer muslos y glúteos, dietas milagro para perder tres kilos en 4 semanas… Y así, acumulas un sinfín de ejemplares de papel cuché en tu mesita de noche esperando que llegue el momento ideal para el ‘combate’ contra la flacidez; que siempre dejas, por supuesto, para después de las Fiestas de Primavera “porque antes es tontería. Entre Navidad, Semana Santa, Bando de la Huerta y Entierro de la Sardina, es imposible ponerse a dieta”, que te dice tu pequeño demonio al oído izquierdo. Y tú, desoyendo los conejos de tu ángel, a la diestra, que suplica que empieces con tiempo, abandonas la misión y te encomiendas al mes de mayo. Pero voilà se te ha echado el verano encima y ni te has dado cuenta… ¡Lástima de coloridas chaquetas de primavera que compramos y coleccionamos en los armarios y que se irán a las cajas de almacenaje de Ikea con etiqueta incluida!

Y es que claro, de todo esto tiene la culpa el fastidioso cambio de armario, porque una cuando se ve con tres o cuatro capas de ropa encima se presume estupenda, pero si empiezas a ‘deshojarte’… ¡Horror! No era oro todo lo que relucía, sino una piel blanca lechosa y blandita que te resistes a sacar de paseo. Por suerte, diré que en mi caso no es blanda del todo, porque una procura mantener cierta decencia incluso en invierno (lo mismo ocurre con la depilación), pero sí que se hacen más visibles algunas zonas que tienes pendiente reducir. Sin embargo, hay que ser realistas y no emprender misiones imposibles, no da tiempo. Con lo que ‘sudando la gota gorda’, que dice mi madre, te resignas a desterrar la ropa de inverno de los armarios y dedicas una estupenda tarde de mayo con su ‘fosca’ y sus más de treinta grados a esta ‘desestresante’ tarea.

Primera pregunta. ¿Dónde meto todo esto? Claro, una tiene que ‘colocar’ abrigos, chubasqueros, jerséis de cuello vuelto, bufandas y demás complementos en el mismo espacio que ocupan ahora vestidos, camisetas de manga corta y biquinis… Alguien me puede explicar cómo se consigue esto. No es un cambio justo ni equilibrado. Y te cuestionas: ¿cómo guardé todo esto el verano pasado? Pregunta retórica donde las haya, porque finalmente decides coger el coche y encaminarte hacia el paraíso de los ‘jóvenes’ independientes sin presupuesto para decorar sus casas de alquiler: Ikea y te haces con unas cuantas cajas más de almacenaje que este año no sabes dónde vas a meter porque los huecos de debajo de las camas los tienes ‘overbooking’.

La segunda pregunta es doble. ¿Por qué no tiro todo esto? Prendas que van de la caja a la percha y de la percha a la caja año tras año y que no te pones ni para estar en casa. Respuesta: pues por el ‘por si acaso’: por si acaso engordo, por si acaso adelgazo, por si acaso se vuelve a llevar, por si acaso algún día me veo favorecida… Y lo vuelves a guardar con la ilusión de darle uso algún día. No te engañes. ¡Tíralo! Evidentemente, la segunda parte es: ¿Por qué no tiré este? Ropa de verano que te dispones a colocar nuevamente en tu ropero y que acumula, como mucho, un par de puestas: la de estreno y la de consolación.

Y por último, después de varias horas de cambio de armario, y con el reto conseguido, ahora ¿Dónde me meto yo?

 Publicado en La Opinión el 8 de Mayo de 2015

Un vino Muy Murciano y Molón

22425_10153264797953914_6645685195459579915_nHoy no voy a contar ninguna historia de las mía, sólo os haré una breve Moka-Recomendación. Ya me he inventando un nuevo espacio para el blog, y un curioso vocablo, pero mientras la rae no se pronuncie en contra seguiré usándolo hasta que encuentre algo mejor…

No me negarán que en general muchas cosas nos ‘entran’ por los ojos, también en cuanto a la gastronomía se refiere. Bien, pues yo reconozco que a veces me dejo llevar por las apariencias y que me tientan enormemente las cosas chulas.

Esto fue exactamente lo que me ocurrió la primera vez que vi la botella del MMM (Macho Man Monastrell), su originalidad y diseño me sedujo, pero no fue hasta tiempo después, tras conocer a parte del equipo que hay detrás de este tinto y la bodega ‘Casa Rojo’ y su filosofía de trabajo, cuando me decidí a probarlo segura de no equivocarme en la elección. Así, aproveché una reunión familiar, las cosas buenas me gusta compartirlas, para descorchar una botella del vino jumillano.

Yvino-macho una vez ‘catado’, cumple lo que promete, por algo es el más galardonado de esta denominación de origen. Pero que duda cabe que si el exterior acompaña, el ‘amor’ es a primera vista. Y no es que sea una experta en vinos pero, como en todo, tengo muy claro lo que me gusta. Una estupenda elección para cualquier comida o cena estival y el regalo perfecto con denominación de origen.

Yo ya me he animado con la añada de 2012, pero amenazo con repetir en breve con el recién estrenado ‘barbudo’.

Ya me diréis que os parece a vosotros…

Mi buena gente

IMG_5511Hay personas que llevan contigo toda la vida y se convierten en imprescindibles en tus mejores y peores momentos, personas en las que sabes que siempre podrás confiar y que jamás te han fallado. Personas que han demostrado sobradamente que merecen un sitio a tu lado, que están cerca aunque estén lejos. Pero hay otras que aparecen de forma repentina e inesperada cuando crees que no necesitas más, cuando ni siquiera quieres más y, en contra de tus expectativas, te roban el alma en un momento.

Resulta facilón dudar del género humano cuando día a día nos encontramos ante tremendas injusticias, sinrazones y perversidad del hombre contra el hombre. Varias veces al día nos repetimos en nuestras cabezas: “Nos hemos vuelto todos locos. Sí, el mundo entero está loco” al contemplar tanta crueldad y, lo que es peor, tanta indiferencia. Sin embargo, incluso en medio de tanta atrocidad, uno encuentra un ejemplo al que agarrarse para mantener y defender la fe en las personas.

En algunos casos son protagonistas de grandes hazañas reconocidas por todos y retratadas por los medios de comunicación, pero en la mayoría de los casos son gentes discretas que calladamente y con gestos humildes defienden la humanidad de nuestra especie. Cuando te cruzas con alguien así no te deja indiferente. Yo, los encuentro todos los días en mi trabajo, por la calle, haciendo la compra… incluso en Facebook o en Twitter. Un simple gesto los identifica y son más de los que imaginamos. Los hay que siempre sonríen, pero también están aquellos que se esconden tras un rostro sereno. Y cuando un ser de estas características irrumpe directamente en tu vida te resistes que a se marche porque te inundan de luz, dan respuesta a tantas preguntas… vamos que molan.

Estoy segura de que a todos, mientras leéis estas palabras, os han venido al recuerdo varios nombres y rostros que se ajustan perfectamente a este perfil. Todos tenemos ejemplos de buenas personas en nuestra vida. De esta forma, sin pretenderlo, yo he ido incorporando buenas gentes a mi vida que no sólo hacen más fácil la existencia sino que dando ejemplo, sin pretenderlo, te hacen a ti mejor. Algunos de ellos parecen no tener nada en común contigo, incluso consideras que su aparición ha sido completamente fortuita y que en ‘circunstancias’ normales nunca los hubieras conocido. Pero, amigo mío… las casualidades no existen. Soy de las que piensa que todo tiene un por qué y un para qué.

Yo, que me considero una mujer bastante sociable, y que cuento por centenas los amigos, no sólo en Twitter y Facebook, confieso que he intentado preservar intacto mi círculo más cercano durante varios años, sin que nadie entrase o saliese de él. Así, considerando que la confianza absoluta en otra persona no es algo fácil de conseguir, entendiendo que estaba más que colmada y sabiéndome afortunada por quien tenía junto a mí, éste se mantuvo intacto durante un tiempo.

Y de repente, apareció ella. Se podría decir que nuestro encuentro fue casi cualquier cosa menos amistoso. Un par de frases cruzadas en un contexto inesperado y nuestros destinos quedaron ligados -¡Quién me lo iba a decir a mí! –para siempre. A mí, me impactó su constante y generosa sonrisa; a ella mí sincera respuesta y mi curioso argumento a su primer y único requerimiento. Y ahí quedó todo. Tiempo después, la causalidad nos hizo coincidir.

Para conmigo, su vocabulario no recoge la palabra ‘no’ o ‘imposible’; siempre tiene un comentario alegre o, en los peores momentos, una tímida sonrisa con la que mejorar mi ánimo y hemos conseguido entendernos con sólo una mirada. Incluso nuestra particular ‘adicción’ nos ha traído algún que otro disgustillo cuando pasamos horas y horas conectadas vía Iphone. En los recuerdos más divertidos y en los más tristes asoma a mi lado, como la canción: ‘Hago chas y aparezco a tu lado’, así de forma natural, sin forzar nada, que es la forma más bonita. Pasión en todo, es la palabra que la define. Si hasta le gusta mi cara de tortuga en las fotos…

Pero por si fuera poco, no vino sola. En su ‘aterrizar’ trajo consigo a otra persona, Antonio, que en la distancia, en la sombra y de forma discreta acompaña y perfecciona su persona, complementa su espíritu y a la vez el mío. Como se suele decir ‘le falta el mundo’ para complacerla y, por ende, a mí también y a quien me rodea. Es de esas personas que hacen bien.

Para ellos: Sois parte de mi ‘buena gente’.

Publicada en el diario La Opinión el 1 de Mayo de 2015