Si yo fuera hombre dubi dubi dubi dubi dubi dubi dubi du…

IMG_0069Jamás me había preguntado esto. Pero esta semana, en uno de esos momentos en los que dejas volar tu mente me inquiría sobre “Si yo fuera hombre, dubi dubi dubi dubi dubi dubi dubi du…” –en una versión un tanto distorsionada de la canción, pero muy actual para muchas mujeres que tienen que compaginar vida laboral, familiar y maternal mientras asisten al relajo de sus opuestos -¿qué haría? Y la respuesta era más bien lo que no haría, o dejaría de hacer. Y es que pasar de ser mujer a ser hombre es siempre restar, y perdónenme los varones.

En una primera visión un tanto frívola del asunto, si fuese hombre lo primero que haría sería desabrocharme el sostén- comenzamos con la resta -. Desterraría esta prenda ‘del demonio’ de mi armario y de mi vida para siempre. Y es que este instrumento de tortura (los modelos más antiguos bien lo parecen) se ha convertido en un imprescindible para la mayoría de las mujeres, que solemos desarrollar una especie de síndrome de Estocolmo con el mismo, como el perro del hortelano, ni contigo ni sin ti. Llevarlo es incómodo, por muy bien que nos lo vendan en los anuncios de grandes marcas corseteras, porque un sujetador aprieta, y sino aprieta… ¡Amiga mía, no te está sirviendo para nada! Y tanto nos hemos acostumbrado al mismo que no llevarlo es casi peor, yo no sé si os pasa a vosotras, pero yo sin él me siento casi desnuda.

Por el contrario, si fuera hombre me ‘desvestiría’ un poco menos acabando también con los escotes, como dice Nuria Sánchez en Facebook (pedí ayuda en redes a otras chicas), porque enseñar pelambrera no me seduce lo más mínimo ni siendo un auténtico ‘macho man’, y es, por supuesto, eliminaría las sesiones periódicos de depilación… ¡Se me saltan las lágrimas sólo de pensarlo! Y si a esto también le quitas maquillaje, peluquería, bolsos, tacones y otros complementos “tendría para irme al Caribe de vacaciones todos los años”, como apunta Mercedes Soto.

IMG_0131Pero lo mejor de todo es restar “calentamientos de cabeza” – María Pérez –porque “me encantan los hombres por lo simples y despreocupados que son” –Rosalía Barquero –o porque “ser hombre y hacer varias cosas a la vez… ¡Sería incompatible!”. Con lo que no tendría que sentirme culpable si por atender mis obligaciones laborales se me acumulan coladas y plancha para lo que resta de siglo. Bastaría con decirme a mi mismo que “no puedo hacerlo todo, ser un gran profesional y hombre de mi casa, bastante lucha llevo cada día en el trabajo que vuelvo cada noche reventado”… ¿os suena, verdad? Y la culpa no es suya, porque ellos se convencen con este argumentos… nosotras no. Lo peor es que nadie nos reclama que demos la talla en todo, nadie salvo nosotras mismas.

Si además a esto le sumamos que no saben lo que es la celulitis, la menstruación con sus horribles dolores y cambios hormonales, el parto o la menopausia, que pueden hacer pis de pie y en cualquier sitio y que se levantan en estado de extrema excitación (léase ‘palote’), ser hombre no debe estar tan mal. Y es que creo que una mujer vale para todo, para ser hombre y mujer, pero permítanme que tenga mis dudas a la contra.

Pese a todo, la mayoría de nosotras, que evidentemente somos mujeres y por lo tanto e indisolublemente también muy exigentes, no podemos contentarnos con ser menos, ni siquiera con el aliciente (apuntado más arriba) de poder hacer uso de los baños públicos, y, como diría la gran Whitney Houston, “me gusta ser una mujer, incluso en un mundo de hombres. Después de todo, los hombres no saben llevar vestidos, pero nosotras sí pantalones”.

 (Fotos de la despedida de soltra de mi hermana, centro 2ª foto junto a mis primas).