Las vacaciones de la #MokaFamily

Comencé el verano prometiendo que haría un post sobre el eterno dilema de cómo enfrentarse al equipaje cada periodo de vacaciones. Sin embargo, como bien sabréis a estas alturas, falté a mi palabra… ¡Aunque no será por maletas hechas y deshechas! Y es que estas vacaciones han sido un poco extrañas. Yo las denomino, las de los planes frustrados. Las cosas no son como uno o una las planea, sino como al final ocurren. Por lo que lo verdaderamente importante, por encima de organizar, es saber adaptarse y reconducir las circunstancias para poder disfrutar lo que se tiene. Aquí va mi aventura, por si os interesa y también os ayuda.

Como cada año, mis vacaciones, por motivos laborales, son un poco intermitentes ya que tengo que realizar diversos paréntesis a lo largo de las mismas para atender compromisos. Algo con lo que ya cuento e intento prepararlas de forma que estas interrupciones no perturben demasiado el descanso y la desconexión. El verano pasado conseguimos enlazar los días suficientes como para hacer un estupendo viaje por Viena y Praga, del que ya os lo conté todo. Sin embargo, en esta ocasión los planes eran un poco más tranquilos y modestos, pero no menos divertidos ya que el objetivo principal era pasarlos #ConLaGranFamilia, y aunque el desarrollo fue distinto a la previsión tengo que decir que estuvimos junto a las personas que queremos, y eso es lo que verdaderamente importa.

La primera parada era en una zona rural del noroeste de la Región de Murcia, en una bonita casa de campo que pese a ser estupenda, no se adaptó del todo a nuestras expectativas, ya que la diminuta piscina y los ejércitos y huestes de avispas que merodeaban por aquel paraje no lo hacían del todo el destino de nuestros sueños. Sin embargo, tras empacar comida para un mes -aunque sólo íbamos una semana – y todos los trastos de los ‘chiquis’ decidimos probar suerte y dedicar los días a hacer excursiones por la zona, visitar pueblos de la comarca y jugar al monopoly; además de escribir y leer cuando los peques lo permitían. Aunque la experiencia fue incluso más breve de lo previsto – por un percance que quedó sólo en un susto importante tras acudir al hospital, el desplazamiento de nuevo a la ciudad para atención sanitaria nos hizo desistir de nuestra estancia campestre – guardo bonitos recuerdos de esos días, como la escapada a un precioso pueblo llamado ‘Letur’ en la que descubrimos unas preciosas vistas, una premiada piscina natural y un fantástico restaurante en una ubicación idílica en el que disfrutamos de una estupenda cena familiar. Además de estas razones, he de decir que pasar los días con mi hermana y mi madre, a las que no puedo disfrutar todo lo que me gustaría porque viven en otra ciudad, compartiendo confidencias supuso una carga importante de energía para mí. ¡Y qué diré de hacerlo también con los pequeños de la casa…!

Una breve escapada a Denia puso un bonito broche a esta primera fase de las vacaciones con excursiones a calas maravillosas, tardes de compras y noches de charla y conversación en familia realmente agradables.

En este momento, toca trabajar un poco. Y a la vuelta, unos días en la playa en los que, pese a ‘ciertas incomodidades’ en forma de mosquitos gigantes y colchones mata-personas, hubo tiempo para disfrutar de reconfortantes baños, atardeceres en el mar, ratitos de lectura y muchos muchos momentos de reflexión que ayudan a poner las cosas en orden para el resto del año y en los que puse las bases para proyectos personales que espero vean la luz en lo que queda de este y año y el que viene. También disfrutamos de una romántica cena a la orilla del mar que nos supo a gloria. 

De nuevo, de vuelta en la ciudad para atender las obligaciones. Y para quitarnos la sensación de no haber hecho nada en pareja -al menos los dos solos -, nos escapamos tres días a Granada para unas vacaciones un poco más románticas, con paseos al anochecer, cenas de mucho vino y risas y la intimidad que quizás habíamos echado de menos. Intimidad que disfrutamos y exprimimos en las pocas horas de las que disponíamos, pues tenía que volver al trabajo. Además, Granada es una ciudad que no deja indiferente a nadie, pese a haberla visitando en infinidad de ocasiones. Esta vez, nos alojamos en un hotel recién estrenado al lado de la Alhambra, lo que incluía unas preciosas vistas al despertar en el paquete. 

Así que entre unas cosas y otras, este verano tampoco hemos parado. ¡Imaginad la cantidad de maletas hechas y lavadoras puestas! Sin embargo, el disfrutar de momentos  con ‘mi gente’, pase lo que pase, siempre merece la pena.

¡Buen comienzo de curso a todos!