Vacaciones 2015: Viena, Praga y Barcelona. Parte I.

Hace un tiempo leí que “viajar, primero te deja sin palabras, y luego te convierte en narrador”. No puedo estar más de acuerdo con esta afirmación. Y es que tradicionalmente lo que uno hace a la vuelta de un viaje es contarlo y compartirlo con la familia, amigos y compañeros. Los más osados incluso se atreven con las recomendaciones. Y los ‘amantes’ de la fotografía, con esas ‘creativas’ presentaciones acompañadas de música que se ponían de moda hace unos pocos años. Seguro que todos habéis visto unas cuantas de éstas, siempre hay un aficionado a las instantáneas en la familia. En los últimos tiempos, con Internet y las Redes Sociales, muchas de estas experiencias se comparten y comunican en tiempo real, y uno puede estar viendo por primera vez la Muralla China al tiempo que hace partícipes a los ‘suyos’ (o no tan suyos) de este momento con un vídeo (Periscope), una foto (Instagram) o un comentario (Twitter). Es verdad que estos días de vacaciones he ido adelantando, a través de mis redes personales, algunos de mis movimientos, pero he preferido esperar a la vuelta para hacer un relato completo de mis aventuras.

IMG_9861Comenzaré diciendo que, al contrario de lo que suelo hacer, en esta ocasión hemos probado la experiencia de contratar la organización del viaje a una agencia, ya que íbamos muy justos de tiempo y demasiado cargados de trabajo para poder dedicarle todo el que nos hubiese gustado. Así, desde Viajes Diana, María Dolores fue la encargada de diseñarnos un estupendo recorrido de 10 días por Praga, Viena y Barcelona. Tal era el volumen de tareas pendientes antes de márchanos de vacaciones que aproveché las siete horas de tren de Murcia (ciudad en la que residimos) a Barcelona (desde donde salía nuestro avión) para preparar las rutas, visitas y degustaciones en los lugares de destino, algo que suelo tener preparado con muchísima más antelación. Guía, libreta y iPad en mano disfruté de un estupendo trayecto imaginándonos por las calles de estas tres ciudades.


Día 1. Pasajeros al tren.IMG_9863
Nuestro tren salía de Murcia a mediodía así que aprovechamos la mañana para terminar de hacer las maletas, los recados de última hora y preparar el ‘picnic’ para el viaje, la comida en el tren no es especialmente buena pero sí bastante cara. Normalmente suelo dormirme fácilmente en estos trayectos largos, pero esta vez conseguí acabar las tareas que me había impuesto sin dar una sola cabezada. Además, también tuve tiempo para leer un ratito un libro que he vuelto a recuperar este verano ya que en su momento me pareció muy interesante y quería volver a ojearlo: Hablar en público es posible si sabes cómo, de Agustín Rosa. Así, entre relatos y audio guías, ya que descubrimos una página web en la que se podía escuchar gran cantidad de información sobre las ciudades que íbamos a visitar, concluimos la primera escala de nuestro viaje. Llegamos a Barcelona bastante tarde, así que cogimos un taxi directamente al hotel, que teníamos muy cerca del aeropuerto, pues el vuelo salía temprano y no había tiempo que perder. Una vez alllí bajamos a tomar algo a la cafetería mientras compartíamos las últimas expectativas y dudas con un par de cervezas, y a la cama.

Día 2. Nos vamos a Viena. Tras tomar el ‘shuttel’ o pequeño bus que ponen a disposición los hoteles para trasladar a sus huéspedes al aeropuerto y unas cuantas anécdotas divertidas más a la llegada al mismo con las maletas y los cordones de seguridad, por fin pudimos desayunar tranquilamente mientras anunciaban nuestra puerta de embarque. Viajamos con Niki Airlines, era la primera vez que lo hacía con esta compañía y la verdad que la experiencia fue bastante positiva, además no perdieron ni rompieron ninguna maleta –algo que me suele ocurrir con bastante frecuencia-. También tengo que apuntar que las embalamos, antes de salir, en uno de los muchos espacios habilitados en el aeropuerto para tal efecto. El único problema es que olvidé poner una chaqueta o pañuelo en el equipaje de mano al no recordar que en los aviones suele hacer bastante frío, sea la época del año que sea.

IMG_9912¡Y al llegar a Viena… 38 grados de temperatura! Con esto sí que no contábamos. Mi equipaje iba repleto de ropa de manga al codo, sudaderas y pantalones largos. Menos mal que a última hora, y porque sobraba espacio, decidí incluir algunos vestiditos y pantalones cortos. Los ‘por si acaso’ algunas veces se utilizan. Rápidamente fuimos al hotel Lindner Am Belvedere, dejamos el equipaje e hicimos unas cuantas fotos de la bonita habitación y de las vistas (los Palacios Belvedere están justo al lado y se divisaban los preciosos jardines) y nos ‘echamos’ a la calle a ver cosas.

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IMG_6569Después de comer un plato de pasta en Kärntner StraBe continuamos hasta el final de la misma y disfrutamos del descubrimiento repentino de la increíble Catedral de San Esteban, en Stephansplatz, y su techo vidriado de colores para después de visitarla adentrarnos en la comercial Avenida Graben, completamente peatonal y llena de antiguos palacetes convertidos en espectaculares tiendas de lujo. Esta calle es un ir y venir de gente de todas las nacionalidades y el aspecto de sus edificios y fisionomía propia la convierten en un espectáculo por si misma. Al comienzo de ésta, se encuentra también la barroca Columna de la Peste. Después de patear un poco más por la zona y cotillear en algunas tiendas, sin comprar, continuamos caminando hasta Michaelerplatz para ver el Palacio Imperial y la Escuela de Equitación Española. En esta primera toma de contacto ya descubrimos que el agua en Viena es un artículo de lujo. Es verdad que no es una ciudad barata, más bien todo lo contrario, pero el agua la venden a precio de oro. ¡Qué disparate! Así aprendimos que lo mejor era no tirar la botella y aprovechar para rellenarla en las fuentes que están por toda la urbe.

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IMG_9936Para descansar de la ruta, decidimos visitar los maravillosos cafés de Viena, y si ya estaba enamorada de la ciudad, terminé de caer rendida a sus pies. Tras pasear por algunos de los locales recomendados en la guía, nos decantamos por entrar al mítico Café Central, donde antaño se reunían los literatos y artistas de la zona. La música en directo de piano sonando de fondo, increíbles techos abovedados, una luz tenue (casi de velas), el olor a café y las increíbles vitrinas repletas de dulces y postres hacen de éste el café el más bonito que he visitado en mi vida. ¡Imaginaos qué significa eso para una amante del café como yo! Me podía imaginar perfectamente acudiendo a diario a este lugar a tomar algo y escribir durante horas, pues aquí seguro que no falta la inspiración. El café, por supuesto, estaba exquisito. Y aunque yo no pedí ningún postre, sí que aproveché que José Augusto (mi acompañante, porque habréis imaginado que no viajaba sola, y el hombre que comparte la vida conmigo) había pedido una tarta de chocolate, de cuyo nombre no podemos acordarnos, con una pinta fantástica para probar la repostería, que por supuesto no se quedaba atrás.

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IMG_6653Tras esta experiencia gastronómica continuamos caminando un poquito más hasta La Ópera de Viena, donde aprovechamos para hacer unas fotos al imponente edificio y también al famoso Hotel Sacher por su mundialmente conocida Tarta Sacher (de la que hablaremos más adelante) y que está justo frente a éste. Para finalizar, y ya de camino al hotel –después de pasear horas y horas, pues Viena bien merece un paseo –nos acercamos hasta el Musikverein, conocido porque en su Golden Hall tiene lugar el Concierto de Año Nuevo con piezas de la familia Strauss y que tiene una audiencia potencial de 1000 millones de personas en 54 países. Éste fue un momento especial, por los recuerdos de la infancia que traía a José Augusto, por lo que decidimos que era la mejor forma de acabar nuestra primera jornada en la ciudad. Hotel, ducha y a la cama sin cenar, que nos esperaba un día muy movidito.

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IMG_0067Día 3. Crucero por el Danubio. A las ocho de la mañana nos recogían en el hotel para tomar un barco desde Spitz a Melk y disfrutar de un estupendo crucero de noventa minutos por el río Danubio. Preparamos la mochila para la excursión: cámaras, gorras, gafas de sol y agua, y comenzamos el viaje. Un romántico trayecto por pueblos con encanto, viñedos cultivados en pendiente, ruinas de castillos medievales y preciosas estampas naturales. Y es que pocos ríos han inspirado a los artistas como el Danubio, inmortalizado, por ejemplo, en el vals de Strauss. El único inconveniente a este idílico paseo fue el calor y la falta de espacios con sombra en el barco, pero aún así disfrutamos muchísimo de las vistas.

IMG_0027A la llegada a Melk, aprovechamos para comer en el restaurante de la Melk Abbey un estupendo filete vienés para tomar fuerzas para la posterior visita a la Abadía. De este lugar me encantaron dos cosas fundamentalmente: La musealización de este espacio con un diseño completamente moderno y minimalista que contrasta con los siglos de historia de sus paredes, y la increíble Biblioteca, famosa por su extensa colección de manuscritos. Incluso el mismísimo Umberto Eco nombró a uno de los protagonista de ‘El nombre de la Rosa’ Adso de Melk en tributo a este fantástico espacio para la literatura y la ciencia.

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De vuelta en Viena, y tras pasar por boxes para ducha y cambio de indumentaria, salimos a pasear por la ciudad para descubrir nuevos rincones. Así llegamos hasta el Stadtpark, con la estatua dorada de Strauss, y el Burggarten, y la propia de Mozart para finalizar en el Museumsquartier, un complejo cultural que con sus 60.000 metros cuadrados se ha convertido en el espacio cultural más grande del mundo.

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IMG_0568Para finalizar el día decidimos aprovechar para degustar un vino blanco de la zona, por lo que habíamos oído y visto en la excursión por el Danubio, los más típicos. Y tengo que reconocer que desde ese momento es una afición que he practicado bastante en el viaje. Como dice el refrán: “When in Rome do as the Romans do”. Y como nos habíamos quedado con hambre, pero no lográbamos entendernos con el camarero que nos atendió donde el vino, buscamos un puesto ambulante de hot dogs y probamos las famosas salchichas vienesas. Muy buenas por cierto. Tanto es así que estos días hemos investigado y encontrado una variante muy similar en Lidl, donde por cierto también venden la cerveza que bebimos en Praga (de la que hablaré en otro post), para hacernos nuestras noches remember.

IMG_0022Como colofón a la noche visitamos el famoso Hotel Sacher y saboreamos la original Sachertorte, inventada ni más ni menos que en 1832. De su sabor qué os voy a contar… si hasta José Augusto que odia las mermeladas (uno de sus ingredientes) quedó fascinado con su sabor y su textura. ¡Hay que probarla al menos una vez en la vida! No me extraña que la propiedad de la misma causase numerosas disputas entre los herederos del Franz Sacher. Una vez más, pero esta vez con los estómagos llenos, ducha y a la cama.

IMG_6831Día 4. Una jornada imperial. Nuestro último día en Viena lo dedicamos a la ruta más imperial de la ciudad, visitando el Palacio de Schönbrunn (el de Francisco José I de Austria y su esposa Sisí Emperatriz), también conocido como Versalles vienés, un verdadero icono del lujo y opulencia real y que no deja indiferente a nadie, fundamentalmente por sus increíbles jardines. Del edificio, que en origen fuera concebido como residencia de caza de los Austrias, lo que me resultó más impactante fueron precisamente estos espacios al aire libre y la espectacular sala de baile. Además, la visita guiada nos permitió descubrir en la figura de Francisco José I anécdotas que no conocíamos y que nos resultaron de gran interés, como su tenacidad y escrupuloso cumplimiento de sus obligaciones con estrictos y completos horarios de trabajo. Es una visita bonita, pero hay que tener en cuenta que entre hacer cola para las entradas, para entrar y el propio recorrido, además del tiempo de relajo por los jardines, se va medio día completo.
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IMG_0045Volvimos al hotel para recomponernos con una ducha, cambiarnos de ropa (para el plan de la noche) y comer cerca del mismo antes de iniciar la incursión en los Palacios Belvedere o, como su nombre indica, ‘bella vista’. Son dos palacios, construidos para servir de sede de fiestas de la sociedad vienesa de la época, unidos entre si por un bonito jardín en varios niveles y desde el más alto se puede disfrutar de una fantástica vista de toda la ciudad. Después reponíamos un poco de fuerzas en el Starbucks con un batido fresco para luchar contra el calor y aguardábamos con impaciencia nuestra última cita con Viena.

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IMG_6891Concierto de música clásica de Mozart en la mítica Golden Hall del Musikverein. Además, tuvimos la suerte de poder disfrutar del concierto desde el escenario, en unas butacas habilitadas en el mismo y que permitían ver la increíble sala desde una perspectiva completamente diferente a la que estamos acostumbrados. Ver las caras de la gente de todos los países, la emoción de los aplausos y la majestuosidad del espacio desde donde los músicos interpretan las piezas de los más grandes compositores. Fantástico repertorio que el director de la orquesta, haciendo un guiño a los turistas, por lo del Concierto de Año Nuevo, finalizó con ‘El Danubio Azul’ y ´La Marcha Radetzky´. Un final perfecto para nuestra estancia en la ciudad imperial, algo que recomiendo a cualquier visitante, y que disfrutamos de forma especial por la carga emotiva que tenía para nosotros el momento, pues para José Augusto fue un sueño cumplido.

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