Dicen que para todo siempre hay una primera vez. Algo que resulta extremadamente obvio. Lo que también es verdad es que una primera vez nunca se olvida, ya sea por bueno o por malo, y que éstas nunca son fáciles, porque a la excitación del momento se suman los nervios y la inseguridad del que nunca lo ha ‘hecho’ aún. Una primera vez es la experiencia inaugural que tendrás sobre algo, los primeros pasos que das en una dirección y los aprendizajes iniciales en determinadas materias que te marcan para toda una vida. Esas primeras veces son las que van forjando nuestro carácter y personalidad… lo que somos y seremos.
Hay primeras veces increíbles que marcan hitos en la vida de las personas. ¿Quién no se acuerda de su primer coche? Por muy trasto que fuese. Siempre de segunda mano, por supuesto, y lleno de ‘colegas’. Un primer coche no envejece en la memoria, y uno siempre lo recuerda en sus mejores momentos, antes de los toques, los arañazos y de más contratiempos. Además, por muy retro que fuese el modelo, siempre será un coche ‘chulo’. Y estoy segura que muchos de vosotros pagaríais más de su valor, en estos momentos, por poder tener ese primer vehículo de nuevo, aunque fuese como recuerdo. Lo dice una que aún lo conduce. También es verdad que yo fui de las tardías en sacarme el carné y éste no lleva tantísimos años conmigo como podríais imaginar.
En Jaén, el verano del 2006 y en un periódico regional. Ese fue mi primer trabajo. Experiencia que uno tampoco puede olvidar por muchos puestos y empresas que puedan venir después. Reconozco que aún recuerdo el nombre de todos y cada uno de los compañeros de redacción, y eso que soy bastante mala para esas cosas, y por supuesto recuerdo el primer día que me tocó ‘hacer calle’ –como decimos en nuestra jerga –cubriendo un festival flamenco de la zona, el de Pegalajar. Estaba tan nerviosa que hasta perdí la chaqueta que llevaba por si refrescaba (¿en Jaén y en Agosto?). Curiosamente esta experiencia en tierras andaluzas coincidió con otra primera vez no tan gratificante, la primera vez que uno decide que no volverá a beber nunca más. Por desgracia, además, decidí compartir el momento con mi jefe, menos mal que éste resultó ser prácticamente un santo. A todo esto hay que sumarle mi alergia al olivo… ¡Cómo olvidar aquel verano!
¿Y qué me dicen del primer sueldo? La primera vez que uno mira su cartilla y ve el ingreso de su primera nómina se cree poco menos que millonario, y eso que en aquellos momentos yo no llegaba, ni mucho menos, a mileurista. También hay primeras veces que se producen de forma simultánea. La primera vez que uno vive solo, cocina –por lo general un plato de pasta o unos lomos con patatas fritas y olvidando siempre ponerle sal –y pone una lavadora –con todas sus consecuencias: jerséis que encogen, prendas que cambian su color, etc. –suelen ir de la mano en el tiempo. Y otras que se repiten, por suerte, cada año como el primer día de vacaciones o de colegio, en el caso de los que seáis padres.
Por su puesto, también están las primeras veces más románticas: el primer beso, el primer amor, la primera escapada… o la primera vez que pillas a tu pareja en el baño con la puerta abierta. ¡Se acabó el romanticismo! Y aquellas primeras veces que forman parte de un proyecto vital: el primer embarazo, el primer hijo o la primera hipoteca.
Y por último esas primeras veces que desearías que no llegarán nunca: la primera cana, arruga o callo, el primer desengaño amoroso, la primera vez que necesitas tres días para recuperarte de una resaca, la primera vez que te dicen “señora” y, por supuesto, la primera vez que dices adiós a alguien.
La vida no es más que es una sucesión de primeras veces.
Foto: Mi primera vez en los micros de romMurcia Radio.