Horror en la mirada

Emilio MorenattiAP (El Mundo)

Volvemos a advertir el terror en los rostros de niños, ancianos, jóvenes y padres y madres de familia que abatidos y desconsolados se enfrentan al pavor, a la angustia y al sinsentido de la guerra. Volvemos, aunque creímos no tener que revivirlo y, además, en el mismo corazón de Europa, al horror de otras décadas, al sufrimiento de un pueblo, al ataque y asesinato indiscriminado de inocentes y al estupor de la comunidad internacional ante tal barbarie.

El pasado jueves, por la mañana, mi hermana comentaba en una red social que al acudir a su cafetería habitual era la primera vez en todos los años que lo conocía –que son muchos – que ‘el mejor camarero del mundo’, además de una persona de una amabilidad que sorprende, estaba serio. Aunque sonríe, lo nota preocupado, cabizbajo, aguantando el tipo. Rusia ha atacado su país. Le pregunta. No ha podido, aún, hablar con su familia. No sabe qué decir. Se sobrecoge al sentir tan cerca algo que le sonaba tan lejano, hace solo unos días, escuchando a Angels Barceló. Su ‘mejor camarero del mundo’ jamás había estado tan serio.

Al leer esto, aún con la inercia propia de las rutinas de cada mañana, me estremezco. Acudo de inmediato a la prensa para conocer qué ha ocurrido. Lo que siento en ese momento me retrotrae a mi infancia, casi adolescencia, al rostro de preocupación y desasosiego de mi padre cuando el 6 de abril de 1992 se inicia la Guerra de Bosnia-Herzegovina tras ser abatidos a tiros un grupo de manifestantes en Sarajevo. Nunca antes había visto esa mirada suya. El miedo en sus ojos. Yo, por aquel entonces, no podía imaginar lo que aquello significaba. Ahora, que soy madre, alcanzo a entender que en aquel momento temió las devastadoras consecuencias para miles de civiles pero, también, desconfió de lo que aquello podría significar para nosotros, para su familia, para sus hijas. Una guerra no deja a nadie indemne.

Vinieron después Kósovo, Afganistán, Siria… y las decenas de conflictos armados que siguen activos por todo el mundo. No puedo evitar recordar aquella frase de ‘El Principito’, de Saint-Exupéry, “veo humanos, pero no veo humanidad”.  

El pasado jueves sonaron las sirenas en Kiev, la última vez que lo hicieron en la capital ucraniana fue durante la Segunda Guerra Mundial. Y en ese momento era yo quien tenía el miedo en los ojos.  

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s