A mí pandemias que gestionar…

Cuando veo al ya más que familiar portavoz del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, acudir a su cita casi diaria con los medios de comunicación para informar y hacer balance de la crisis sanitaria en nuestro país, y sin juzgar si el buen hombre lo está haciendo bien o mal –estoy segura que lo mejor que sabe teniendo en cuenta la que le ha caído encima -, me pregunto por qué no han puesto a una mujer, y no es cuestión de género. Más concretamente a una madre de familia. Frivolizando un poco con el tema, aunque no tenga demasiada gracia, si una señora es capaz de sacar adelante un hogar con varios hijos, acudir y rendir en su trabajo y tener vida (más o menos ociosa) no hay pandemia que se le resista. Y es que seguro que muchas de vosotras –y quizás también vosotros –habéis tenido alguna vez esa sensación de que nada más podía ocurrir en un día de esos que ponen a prueba tu paciencia y autocontrol.

Un jueves cualquiera (ayer), después de reincorporarme a mi puesto tras el permiso por matrimonio con una ingente cantidad de tareas acumuladas y tras una semana de ausencias intermitentes en mi trabajo por una recurrente enfermedad de ‘El pequeño ratón’, comienzo la mañana ‘encerrada’ en la ducha mientras mi pequeño llora desconsolado, aún convaleciente, al otro lado del cristal. Este drama matutino, que se alarga hasta mi salida del hogar, provoca que llegue tarde a la oficina y con un nivel de estrés nada recomendable pero muy habitual en mis mañanas. La jornada laboral, por suerte, se desarrolla con el agobio propio de tener mucho pendiente pero sin incidentes reseñables.

Cuando llego a casa los llantos y las rabietas continúan acompañados de gemidos: “Mamá, mamá, mami, mamáaaaa”, repite así como un mantra, imagino que buscando consuelo. Alivio que en mi estado de desazón me cuesta proporcionar. Por no hablar de que un día antes recibí, por fin, la vacuna y, aunque no he tenido demasiados efectos secundarios, el dolor de brazo se suma a las tres noches sin dormir (por enfermedad del bebé). Justo entonces recibo la llamada de mi editor diciéndome que el artículo lo necesita para hoy, no para mañana (viernes), porque adelantamos un día la publicación. Además, se me rompe el lavavajillas y no deja de salir agua por debajo, que intento achicar mientras escribo estás líneas. ¿Algo más puede pasar? Y pienso ¡Pandemias a mí… Ja!

Y cuando siento que el caos absoluto reina en mi casa y en mi vida miro al frente y veo a mi pequeño en el suelo, entre cojines, leyendo cuentos con su papá y pienso que, después de todo, el día no ha ido tan mal.

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