“De una vegetariana a una ultracatólica”

“Mo, el mercado está muy mal”. Así me sorprendía esta semana un buen amigo mío mientras compartíamos algunas confidencias entre cañita y cañita en una breve escapada en medio de nuestra jornada laboral, tan necesarias algunas veces. Y digo que me sorprendía porque este tipo de confesiones, hasta ahora, sólo las había escuchado del género femenino; por cierto, con bastante frecuencia últimamente. Así, era la primera vez que un hombre me hacía esta reflexión y la verdad que me dejaba bastante ‘descolocada’. Siempre había pensado que ellos no se planteaban estas cosas, quizás dejándome influenciar erróneamente por la creencia de que ellos son más ‘simples’ y menos exigentes a la hora de ligar. Sin embargo, una vez más descubro, felizmente, que estaba equivocada y que ellos son menos superficiales de como los pintan.

Ya sé que ésta del mercado, no es quizás la expresión más correcta o apropiada, pero creo que describe bastante bien la desesperación que puede alcanzar un ‘single’ –o un soltero de toda la vida –con intención de dejar de serlo que ‘pincha en hueso’ una y otra vez. Nadie dijo que fuera fácil encontrar a tu media naranja y está claro que por el camino uno se encuentra muchos ‘medio limón’ con cierto sabor amargo, lo que desconocía es que era tan generalizado.

En el caso de ellas tengo claro, por ser un tema bastante recurrente en los cafés entre mujeres, lo que reprochan a sus contrarios: falta de compromiso, egocentrismo, poco detallistas, irresponsables, traumatizados por relaciones y fracasos sentimentales anteriores y los que parecen más normales, casados y con hijos. Sin embargo, me despertaba muchísima curiosidad saber cuáles eran los ‘vicios’ del género femenino en el ‘mercado’.

“He pasado de una vegetariana a una ultra católica”- comentaba- “las mujeres se han radicalizado”- puntualizaba- . Como comprenderéis, no sólo mi sorpresa, sino también mi sonrisa fue mayúscula. Su teoría es que llega un momento en el que nosotras optamos por ciertas posturas extremas para posicionarnos que complican la vida a la persona que está a nuestro lado o pretende estarlo: “Yo sólo quiero poder salir a tomar una cerveza tranquilamente sin pensar en lo que me como o me dejo de comer. Creo que no pido tanto”. Esto en el caso de la vegetariano, imaginaos en el otro cuál era su reproche o reivindicación…

Evidentemente que él no pedía tanto, y yo me hacía la siguiente reflexión: ¿Puede que con la edad ellos muestren cierto desapego al compromiso, o que seamos nosotras las que al cumplir años exigimos tales niveles de obligación y responsabilidad que ellos jamás logren cumplir las expectativas? Y que esas posturas radicales a las que alude mi amigo sean nuestras reacciones opuestas a su ‘supuesta’ falta de determinación posicionándonos claramente para demostrar que nosotras sí somos capaces. Lo que a su vez, les desmotiva más aún. Sinceramente, y aunque esto sea tirar piedras sobre mi tejado, creo que aunque estos asuntos son siempre cosa de dos, generalizando –algo que no gusta a muchos –, en un reparto de culpa nosotras salimos ganando.

“Sólo quiero encontrar a una chica a la que le caiga bien”, aseguraba. En un principio me costó entender esta conclusión, ya que doy por sentado que si alguien está contigo es que, al menos, cierto aprecio te tiene. Pero su reflexión era mucho más profunda de lo que aparentaba. No se trataba de una simple cuestión de simpatía o antipatía por el otro. A lo que se refería mi amigo es que quería encontrar a una mujer que no intentase cambiarle y convertirle en un clon que imitase sus gustos, preferencias y dogmas. Una mujer que lo quisiese tal como es. De ahí que mi amigo reniegue de los radicalismos vegetarianos y católicos, porque quizás lo que intentaban eran imponérselos o, al menos, las consecuencias de estas posturas.

Esto me lleva a plantear que quizás algunas de nosotras nos estemos tomando la vida demasiado en serio y eso impida que disfrutemos de ciertas cosas.

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