Segundas oportunidades

487333_10151237893148914_375491090_nQue la vida pone a cada uno en su lugar, es algo de lo que no tengo duda a estas alturas de la película. Pero tanto en lo bueno como en lo malo, como en el matrimonio. Nunca he sido mujer de revanchas ni venganzas, ya que siempre he considerado que es malgastar esfuerzos y tiempo, y de esto último voy un tanto escasa últimamente –me imagino que como el resto del mundo, ya que es el mal del siglo XXI –. Además poco a poco he aprendido que hay un equilibro sobrenatural en las cosas que las ordena y compensa sin necesidad de la intervención humana.

Mi amiga Ana Lacasa definiría esto como el Karma, una energía trascendente que evalúa los actos de las personas a través de una especie de ecuación matemática cósmica de causa y efecto. Recuerdo cuando hace unos años ésta decidió dejar de participar en las tertulias femeninas de ‘chismorreo’ de la redacción de un extinto periódico regional en el que trabajábamos, o al menos sólo lo hacía de oyente, ya que aseguraba que todo lo que dijese sobre alguien se le volvería en su contra y estaba dispuesta a comenzar una nueva vida en paz. La verdad que resultaba realmente entrañable, pero ella nunca necesitó hacer eso porque es una de las mujeres más humanas que he conocido nunca y sería incapaz de hacer daño a nadie incluso aunque lo pretendiese. Sin embargo, así nos daba una importante lección de vida a las demás aquella tarde.

De este modo, aunque creo que los acto nocivos tienen repercusiones negativas en el devenir de las personas, no soy catastrofista y también entiendo que la vida otorga la oportunidad de resarcir los errores, en primer lugar, y sobre todo de compensar las injusticias sufridas porque, como rezaba el eslogan de aquel negocio de compra-venta de artículos de segunda mano, yo ‘creo en las segundas oportunidades’.

Son muchos los que aseguran que las segundas oportunidades nunca fueron buenas, sin embargo es causa justa dar la opción de enmendar los errores a aquellos que los cometieron, sin que, por supuesto, esto se convierta en costumbre. No creo en el castigo a los que nos equivocamos; sí en la penitencia, ya que todo error conlleva unas consecuencias. Además, considero que también hay quienes soportan situaciones de las que no son responsables y que la vida les ‘debe’ una nueva oportunidad. ¿O acaso no tiene derecho a vivir un nuevo amor aquellos que sufren un desengaño? Estoy segura que hay segundas oportunidades mejores que las primeras. ¿No le damos segundas oportunidades a las prendas de otras temporadas almacenándolas en nuestros armarios a la espera de que se vuelvan a poner de moda? Pues mucho más a las personas, que además no ocupan espacio en los cajones.

Pero somos tan testarudos que en ocasiones necesitamos acontecimientos o situaciones contundentes que nos prevengan de nuestro desatino y nos hagan enmendar el rumbo, cuando sería mucho más sencillo y también meritorio reconocerlo sin tales hechos, ya que no suelen resultar agradables, aunque sí rotundos.

Así, esta semana era otra ex compañera y gran amiga, Sara Rubira, la que nos daba (a su grupo de ‘colegas’) una lección y nos enseñaba como la vida puede dar oportunidades para escribir segundas partes de una novela ¿verdad? Con tu fortaleza, tu valentía y tu optimismo esta vez nos has enseñado que a veces es bueno parar y pensar qué hace uno con su vida, porque si vives demasiado deprisa se te escapa el tiempo.