¿Dónde pongo mi árbol?

Tengo la sensación de que este año la Navidad se ha adelantado más que nunca. Si bien el pasado puente de diciembre viene siendo, para muchos, la fecha marcada en el calendario para comenzar con los arbolitos y belenes, en esta ocasión llevo viendo decoración navideña, en muchos perfiles de Facebook e Instagram, ya desde mitad de noviembre. Deben ser los deseos y anhelos de celebrar y festejar en familia y con amigos después del duro año de pandemia. Nos hemos anticipado para ganarle tiempo al adviento.

Sin embargo, en mi casa son otros los elementos que estos días presiden cada una de nuestras citas y encuentros. Nos hallamos a caballo entre un pequeño apartamento invadido de cajas y maletas y una preciosa y amplia vivienda que sigue siendo objeto de reforma, por lo que poner el idílico árbol de Navidad con el que, desde hace años, sueño es aún un imposible y una pérdida del poco tiempo que tenemos. Imaginé, después de una Pascua confinada, que este 2021 lo montaríamos y decoraríamos bajo el hueco de nuestra larga escalera, pero no creo que finalmente lleguemos a tiempo.

Sé muy bien lo que una mudanza supone. Sin pensarlo demasiado puedo recordar al menos diez u once. Una de las más aparatosas fue la que hacía en su día cuando dejaba la capital madrileña, después de cinco años de carrera, con el tendedero de la ropa atado a la baca del coche y la oportuna canción de Shakira sonando en bucle. La última fue muy contradictoria: a las incomodidades y urgencia de hacerla se sumaba que me llovió todos y cada uno de los días que estuve haciéndola; sin embargo, gracias a la ayuda y apoyo de buenas amigas cada porte, entre risas, se convirtió en una auténtica verbena.

Y al caos que éstas de por sí solas origina se suma que ahora la hacemos en familia. Asumo ya que pasaré más de un día en pijama y sin ducharme, que será imposible encontrar una camiseta o chaqueta concreta, que cenaremos exhaustos sobre una caja de cartón después de intentar reponer el orden y que iré a trabajar con lo que tenga más a mano sin detenerme demasiado en cómo me queda.

Pero, en medio de todo esto, sabré que construir ese nuevo hogar, con cada esfuerzo que ha supuesto, ya sea con árbol de Navidad o sin él, al final merecerá la pena.