
Fotos en familia después de jugar a ‘saltar’ en la cama.
Cuando uno vuelve la vista atrás, siempre se sorprende con algunos cambios en su vida de los que, pese a la intensidad de las transformaciones, no ha sido consciente por la paulatina evolución de los mismos. En mi retorno al pasado, en esta ocasión, he sido testigo de cómo se han transformado mis fines de semana. Además, este es un cambio que con mayor o menor celeridad todos vamos experimentando: La fiesta, las reuniones con amigos, las largas mañanas de domingo en cama y las ocasionales resacas van dando paso a días y actividades más tranquilas y, en muchos casos, bastante menos nocturnas.

La cama de mi madre, uno de nuestros escenarios favoritos.
La forma de disfrutar de este tiempo de ocio, como la materia, no se elimina; se transforma. Sin embargo, lo que nunca cambia es mi deseo y animo de alcanzar los mismos y la sensación de cuán efímeros resultan. Y como prueba de ello me gustaría que pudieseis, al menos escuchar, como ‘El leñador’ (nombre que recibe de su madre mi sobrino de menos de dos años) jalea con los brazos en alto: “Weekend, weekend”, cuando se acerca el mediodía de la última jornada laboral.
Pero si durante una época de mi vida el fin de semana comenzaba con la quedada de los viernes noche –no sé en vuestro caso pero en el mío para nosotros éste era el gran momento- ahora soy incapaz de imaginarme en pie hasta las tantas de la madrugada después de una agotadora semana de trabajo. Así, cuando dan las dos del mediodía en reloj, a veces un poquito más tarde, me dispongo a recoger todos los enseres de trabajo en el Ayuntamiento donde ejerzo mi profesión por las mañanas y, si lo que queda de día se presenta tranquilo, optamos por tomar unas cañitas fuera de casa para después volver durante un par de horas o tres al faena en la radio por Internet en la que colaboro (en horario de tarde). Después, y de regreso a casa, compra de supervivencia para el fin de semana (aunque no solemos necesitar mucho. Ya entenderéis por qué), peli y velada tranquila de cine, sofá y manta… Y si tenemos el cuerpo ‘golfo’ vinito de acompañamiento.

Desayuno de fin de semana fuera de casa.
En cuanto a los sábados y domingos, para mí levantarse tarde se ha convertido en permanecer en la cama hasta las nueve de la mañana, hora en la que en otra época podía estar prácticamente de recogida o de charla en la cocina de casa repasando las batallitas de la noche con mi hermana mientras ‘atracábamos’ la nevera. No sé por qué a esas horas nuestro aperitivo favorito siempre fue el queso. Una vez en pie, ducha y acondicionamiento más ‘casual’ de lo habitual y, en muchas ocasiones, desayuno fuera para continuar con los planes. Siempre bastante familiares.
Así, durante estas dos jornadas de ocio, repartimos el tiempo entre momentos de shopping y largos paseos, ya sea por Murcia o Caravaca, donde acudimos cada fin de semana para visitar a mi familia y disfrutar de actividades que se alteran por la presencia del ‘peque’ de la casa, un evento cultural o una visita al museo ya no son lo que eran (juzguen ustedes mismos por las fotos). Cenas, comidas o aperitivos con vino blanco (algo a lo que me estoy aficionando bastante) en familia, ratitos de parque que se alternan con algunas tareas domésticas e incluso espacios para el trabajo y la organización semanal y este blog… y muchas muchas fotos. Por supuesto, cuando la economía lo permite, también alguna escapada que otra.
Nada tienen que ver mis fines de semana con los de antaño, pero son formas distintas de seguir disfrutando.

Poniendo un poco de cultura y arte al fin de semana. Tarde en el museo.