Vacaciones 2017: Cádiz, Sevilla y Madrid

Hace tiempo que no pasaba por aquí, pero necesitaba unas vacaciones casi de todo. El año resultó ser muy completo y por lo tanto, pese a mi gran satisfacción con todos los logros alcanzados y las situaciones resueltas, también agotador. Incluso para mí, que no sé parar quieta ni un minuto. Sin embargo, llega septiembre y es hora de volver a las rutinas, al trabajo y también era hora de pasar por aquí de nuevo. Se me ocurre que la mejor forma de hacerlo y la menos dura para mi persona, es contar un poquito sobre mis días de vacaciones y descanso. Escribir sobre mis viajes es para mí como viajar otra vez. Volver a disfrutar de esos días, esos paisajes, esos olores y sabores… de todas las buenas sensaciones que conllevan la despreocupación y la vida relajada sin horarios.

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Comencé agosto trabajando, pues había que dejar algunas cosas cerradas antes de marchar. Sin embargo, es un mes tranquilo en la ‘oficina’ y resulta muy productivo cada minuto que se dedica en el despacho. Así, el viernes 4 de agosto, después de una mañana de trabajo, partíamos a Caravaca para comer con la familia y despedirnos hasta el regreso. De ahí, poníamos rumbo a Sevilla, parada de dos días antes de llegar a Cádiz, nuestro destino. Reconozco que no conocía la ciudad y que, pese al calor de esas fecha, las temperaturas fueron bastante llevaderas y la disfruté muchísimo.

El primer día, llegamos prácticamente a la cena, para lo que elegimos uno de los sitios de tapas más típicos en la ciudad: Bodega Santa Cruz – Las Columnas, muy cerquita de la catedral. Bulliciosa bodega de barrio con barra de madera y simpáticos camareros. No teníamos mucha hambre pero sí mucha sed y la cerveza la sirven bien fresquita, como a mí me gusta. Después aprovechamos la noche para pasear por el centro histórico y decidimos ir hasta Triana, lugar donde teníamos el hotel, caminando por la orilla del río y así bajar un poquito la cena. Por la mañana, tras el desayuno maratón de compras por las calles peatonales del centro y visita a la catedral y los sitios más emblemáticos del centro. Comida por allí en una taberna y siesta en el hotel, dedicando las horas de más calor a descansar. Por la tarde, fuimos paseando hasta Plaza de España y pasamos allí prácticamente el resto de la jornada hasta la hora de cenar, que decidimos repetir en ‘Las Columnas’ y después disfrutar de, posiblemente, las mejores vistas de la ciudad de Sevilla y de la Catedral en la terraza ‘Pura Vida’, del Hotel Fontecurz, con un mojito en la mano y un concierto del solista sevillano ‘Carrasquilla’ que nos encantó y nos endulzó la velada con muchísimo arte (Os dejo algo suyo por aquí).

El domingo por la mañana, road to Jerez, donde teníamos el hotel que sería centro de operaciones para nuestras escapadas por Cádiz. Elegimos un hotel pequeño, de 30 habitaciones, y con muchísimo encanto en el centro del Jerez histórico: Asta Regia Jeréz y resultó ser un completo acierto, por el precioso lugar y por la fantástica gente que nos atendió esos días. La habitación era casi un pequeño apartamento con despacho, vestidor y un baño con bañera y ducha. ¡Nos encantó! Para comer, atendimos a las recomendaciones de Ana, una de las responsables del hotel que ayudaron a que nuestro viaje saliera redondo, y fuimos a: Las Banderillas, un tabanco, así llaman allí a los establecimientos que mezclaban el concepto de vida social de la taberna y la vocación comercial del despacho de vinos. Increíble relación calidad-precio. Por la tarde, nos acercamos a Sanlucar a ver la puesta de sol y a cenar a la Taberna ‘Casa Balbino’, una de las más típicas en la zona para comer los famosos langostinos. Además, el paseo por el pueblo es muy agradable.

El segundo día, visitamos Cádiz. Ya la conocía pero no deja de encantarme caminar por sus calles, por el Barrio de la Viña, por la zona de la Catedral y, por supuesto, por la playa de La Caleta. Comimos en ‘El Faro’, visita obligada si se está en la ciudad y tomamos el postre en un antiguo café del siglo XX restaurado en el que comer, escuchar música o degustar sus ricos dulces. Después, puesta de sol en La Caleta.

El tercer día en Cádiz, pasamos la mañana en Conil, visitando el bonito pueblo y haciendo algunas compras y comimos en ‘Los Hermanos’. ¡No puede haber local más típico! Después, tarde de playa en Caños de Meca y algún gin tonic en ‘La Jaima’.

El cuarto día, visitamos Tarifa y después de comer descansamos en la playa de Bolonia hasta la puesta de sol. De vuelta en Jerez, ducha y nuevo ‘outfit’ para salir a cenar por allí y despedirnos de la ciudad. Recomendación absoluta: ‘Albores’. Un fin de fiesta por todo lo alto.

Esta fue la primera escapada del verano, ya que después de volver al trabajo cuatro o cinco días, continuamos con las vacaciones con un viaje a Madrid con toda la familia. Todos los años dedicamos unos días a pasarlos juntos. Para ello reservamos un bonito y céntrico apartamento en la capital, cuando se viaja con niños esta opción siempre resulta más cómoda y práctica. Además, en este caso ellos mandan, así que, aunque tuvimos tiempo para una noche fantástica de risas tomando un bocadillo de calamares en la Plaza Mayor, una mañana de compras en Fuencarral, una visita al restaurante ‘Serafina’ y otro par de noches de vino y tapas en el apartamento, las actividades intentamos centrarlas en ellos: Museo de la Ciencia, parque del Retiro, jardines de Sabatini, teatro de títeres… y algunas otras actividades más.

En resumen, han sido unas vacaciones sin viajes de largo trayecto, pero disfrutando de estupendos momentos. Como dice un amigo, hay que estar feliz con uno mismo y serás feliz en cualquier parte.

 

Las vacaciones de la #MokaFamily

Comencé el verano prometiendo que haría un post sobre el eterno dilema de cómo enfrentarse al equipaje cada periodo de vacaciones. Sin embargo, como bien sabréis a estas alturas, falté a mi palabra… ¡Aunque no será por maletas hechas y deshechas! Y es que estas vacaciones han sido un poco extrañas. Yo las denomino, las de los planes frustrados. Las cosas no son como uno o una las planea, sino como al final ocurren. Por lo que lo verdaderamente importante, por encima de organizar, es saber adaptarse y reconducir las circunstancias para poder disfrutar lo que se tiene. Aquí va mi aventura, por si os interesa y también os ayuda.

Como cada año, mis vacaciones, por motivos laborales, son un poco intermitentes ya que tengo que realizar diversos paréntesis a lo largo de las mismas para atender compromisos. Algo con lo que ya cuento e intento prepararlas de forma que estas interrupciones no perturben demasiado el descanso y la desconexión. El verano pasado conseguimos enlazar los días suficientes como para hacer un estupendo viaje por Viena y Praga, del que ya os lo conté todo. Sin embargo, en esta ocasión los planes eran un poco más tranquilos y modestos, pero no menos divertidos ya que el objetivo principal era pasarlos #ConLaGranFamilia, y aunque el desarrollo fue distinto a la previsión tengo que decir que estuvimos junto a las personas que queremos, y eso es lo que verdaderamente importa.

La primera parada era en una zona rural del noroeste de la Región de Murcia, en una bonita casa de campo que pese a ser estupenda, no se adaptó del todo a nuestras expectativas, ya que la diminuta piscina y los ejércitos y huestes de avispas que merodeaban por aquel paraje no lo hacían del todo el destino de nuestros sueños. Sin embargo, tras empacar comida para un mes -aunque sólo íbamos una semana – y todos los trastos de los ‘chiquis’ decidimos probar suerte y dedicar los días a hacer excursiones por la zona, visitar pueblos de la comarca y jugar al monopoly; además de escribir y leer cuando los peques lo permitían. Aunque la experiencia fue incluso más breve de lo previsto – por un percance que quedó sólo en un susto importante tras acudir al hospital, el desplazamiento de nuevo a la ciudad para atención sanitaria nos hizo desistir de nuestra estancia campestre – guardo bonitos recuerdos de esos días, como la escapada a un precioso pueblo llamado ‘Letur’ en la que descubrimos unas preciosas vistas, una premiada piscina natural y un fantástico restaurante en una ubicación idílica en el que disfrutamos de una estupenda cena familiar. Además de estas razones, he de decir que pasar los días con mi hermana y mi madre, a las que no puedo disfrutar todo lo que me gustaría porque viven en otra ciudad, compartiendo confidencias supuso una carga importante de energía para mí. ¡Y qué diré de hacerlo también con los pequeños de la casa…!

Una breve escapada a Denia puso un bonito broche a esta primera fase de las vacaciones con excursiones a calas maravillosas, tardes de compras y noches de charla y conversación en familia realmente agradables.

En este momento, toca trabajar un poco. Y a la vuelta, unos días en la playa en los que, pese a ‘ciertas incomodidades’ en forma de mosquitos gigantes y colchones mata-personas, hubo tiempo para disfrutar de reconfortantes baños, atardeceres en el mar, ratitos de lectura y muchos muchos momentos de reflexión que ayudan a poner las cosas en orden para el resto del año y en los que puse las bases para proyectos personales que espero vean la luz en lo que queda de este y año y el que viene. También disfrutamos de una romántica cena a la orilla del mar que nos supo a gloria. 

De nuevo, de vuelta en la ciudad para atender las obligaciones. Y para quitarnos la sensación de no haber hecho nada en pareja -al menos los dos solos -, nos escapamos tres días a Granada para unas vacaciones un poco más románticas, con paseos al anochecer, cenas de mucho vino y risas y la intimidad que quizás habíamos echado de menos. Intimidad que disfrutamos y exprimimos en las pocas horas de las que disponíamos, pues tenía que volver al trabajo. Además, Granada es una ciudad que no deja indiferente a nadie, pese a haberla visitando en infinidad de ocasiones. Esta vez, nos alojamos en un hotel recién estrenado al lado de la Alhambra, lo que incluía unas preciosas vistas al despertar en el paquete. 

Así que entre unas cosas y otras, este verano tampoco hemos parado. ¡Imaginad la cantidad de maletas hechas y lavadoras puestas! Sin embargo, el disfrutar de momentos  con ‘mi gente’, pase lo que pase, siempre merece la pena.

¡Buen comienzo de curso a todos!

 

Los 10 ‘must’ de un verano ideal

A unas horas de coger las vacaciones, sentada en el sofá y pensando en todo lo que aún me queda por hacer para dejar la casa ordenada y preparadas las maletas para unos días de desconexión en familia, pienso en lo mucho que todos esperamos la llegada de este momento durante el año. Nos pasamos el curso soñando despiertos con lo que haremos estos días de descanso, lo que visitaremos y las muchas cosas pendientes que hemos dejado para la ocasión. Exóticos viajes, listas de libros por leer, proyectos incompletos, citas aplazadas una y otra vez que por fin tendrán fecha y hora… Sin embargo, muchas veces éstas no se plantean como uno imaginaba y toca renunciar, por unas cosas u otras, a las idílicas vacaciones que imaginábamos y disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, que al fin y al cabo son las que de verdad nos hacen felices. Y es que si hacemos una lista de los 10 ‘must’ del verano ideal nos daremos cuenta de que disfrutamos más de lo sencillo.

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Ahí va mi decálogo de imprescindibles para unas vacaciones idílicas:

  1. Visitar algún lugar que no conozca. No es necesario viajar a África en un safari ni recorrer las islas griegas en un crucero para sorprenderse, basta con regocijarse del placer que supone descubrir un rincón nuevo.
  1. Días de sol y playa. Por suerte en Murcia no estamos obligados a hacer muchos kilómetros para cumplir con este ritual y además aún gozamos de pequeños espacios casi vírgenes para el baño donde disfrutar de lo salvaje.
  1. Cena de espetos con los pies en la arena. La gastronomía es otro factor que suma en nuestra cuenta de haberes en verano, y sino que se lo digan a la báscula en septiembre… Estoy ya no mola tanto.
  1. Una terraza para desayunar temprano leyendo la prensa. Madrugar porque uno quiere, sin estar obligado, y después de un paseo reponer fuerzas al aire libre disfrutando del café, la lectura, la soledad y el silencio.
  1. Una cerveza antes de cenar. Ese trago frío mientras que compartes confidencias y charla a la par que preparas la mesa y últimas los platos. Precisamente en ese momento, es cuando mejor sabe… y eso que está buena siempre. Además en verano, sienta mejor que nunca.
  1. Fiesta ibicenca con amigos. Para la que revuelves todo tu armario buscando tu look más hippie y en la que no puede faltar la sangría. Además como recomendación, mejor celebrarlas a mitad de verano, cuando ya todos tenemos un poquito de color y no nos sentimos ridículos al vestir de blanco nuclear.
  1. Una heladería cerca para el granizado de café con leche. Porque si está lejos a ver quién es el guapo que sale a las cuatro de la tarde con 40º a la sombra.
  1. Que te den las dos o las tres de la mañana al fresco, como se dice aquí, haciendo nada especial.
  1. No madrugar. Si uno trasnocha, esto se agradece. El placer de despertarse temprano con los rayos de sol y levantarse a bajar la persiana para volverse a la cama a retozar.
  1. Vivir sin reloj. Sin medir el tiempo.

Y a ti, pregúntatelo, ¿qué te hace feliz en verano?

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Nosotros, de momento, tenemos aquí seis días por delante para descansar y disfrutar de la familia, el relax y la naturaleza.

Viajando con niños. Barcelona

Cuando uno viaja con más gente tiene que adaptarse al grupo, las concesiones de unos por las cesiones de otros. Pero cuando viaja con niños el concepto de concesión es mucho más estricto, las licencias son siempre en su favor ya que hay que tratar de cambiar o romper lo mínimo sus rutinas. Sin embargo, y afortunadamente, esto no implica que la experiencia sea menos divertida, tal y como hemos comprobado en nuestra reciente escapada a Barcelona con la #FamiliaPatare, el equipo que forman mi hermana Raquel, su marido Raúl y los pequeños: Raúl y Manuela; las personas con las que más nos gusta hacer cualquier cosa a la #MokaFamily Así, con la excusa de un viaje de trabajo que mi hermana tenía a esta ciudad que nos encanta, nos apuntábamos todos y organizábamos una escapada en familia (aunque faltaba mi madre, que por una guardia en el trabajo no se podía unir a la tropa).

La primera decisión importante es el medio de transporte, ya que con niños tan pequeños hay que valorar muy bien las horas de trayecto y la opción menos tediosa para ellos. Pensando que cinco horas en coche serían demasiadas, nos decantamos por el tren, ya que esta posibilidad permite que el pequeño Raúl pueda correr y jugar por el vagón del tren sin tener que estar sujeto a una silla durante todo el viaje, y la cafetería supone un respiro también para los mayores. Además evitábamos el cansancio de conducir tantas horas seguidas. Pensando en ellos también cambiamos hotel por un pequeño apartamento cercano a la Sagrada Familia, ya que sería más fácil organizar los desayunos y las cenas a distintas horas para el personal. Con las dos grandes cuestiones resueltas, con suficiente antelación, comenzamos el viaje.

Salíamos de Alicante el sábado 2 de Julio después de comer en la propia estación y con un montón de bultos y maletas que, sorprendentemente, conseguimos manejar bastante bien entre los cuatro adultos. Y es que viajar con niños también implica esto, ir cargados como burros; aunque, tal y como he aprendido de mi hermana estos días, con la experiencia uno consigue reducir sus necesidades al mínimo para poder atender las de los pequeños y compensar. El trayecto fue bastante entretenido pues Raúl, que nunca había viajado en tren antes, se sorprendía por todo y conseguía entretenerse bastante bien. La pequeña pasó gran parte del viaje durmiendo, y los demás haciendo turnos para descansar, atender a Manuela o jugar con el pequeño a los coches. A la llegada a Barcelona cogíamos el que sería nuestro segundo transporte de los muchos que probamos estos días: un taxi directo a la que sería nuestra casa durante estos días. Mientras unos deshacían maletas y organizaban a los niños, otros bajamos al supermercado a hacernos con algunas cosas que faltaban para la cena y el desayuno; pese a que Raquel, como buena madre previsora, había venido cargada de comida, aperitivos y fruta perfectamente preparada en pequeños tupper. Velada tranquila en casa y pronto a la cama para poder madrugar y disfrutar de la ciudad.

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Poco a poco nos fuimos levantando todos, y haciendo turnos en los dos baños conseguíamos una organización bastante eficiente para poder desayunar temprano y salir a recorrer la ciudad. La primera parada fue en la Sagrada Familia. Unas cuantas fotos y poco más, ya que la masiva afluencia de turistas no hacía de este un lugar muy atractivo para andar con los pequeños. Después, aprovechando que los niños dormían en sus carritos, dimos un gran paseo por Barcelona hasta llegar a Las Ramblas, donde hicimos un alto para hacernos con algunas prendas de abrigo en las rebajas, ya que nos sorprendía el frío con ropa demasiado veraniega. Después, aperitivo rápido para reponer fuerzas y seguíamos la ruta por El Paseo de Gracia hasta la hora de comer, para la que habíamos reservado en uno de nuestros restaurantes favoritos de la ciudad ‘Botafumeiro’ donde disfrutamos de un ratito estupendo de buena comida y sobremesa. Por la tarde, dedicamos el tiempo a los peques y nos trasladamos hasta los Jardines de Joan Brossa de los que habíamos leído eran un espacio estupendo para jugar, pero cuál fue nuestra sorpresa al llegar y descubrir que en esta ubicación se celebraba un macro festival de música electrónica, lo que evidentemente cambiaba un tanto su fisionomía y su público habitual; sin embargo, la zona de juegos estaba bastante retirada de la zona de conflicto y con música de fondo pudimos pasar aquí un ratito agradable. Incluso nos animamos a probar el teleférico y el funicular. De vuelta a casa cogimos unas pizzas y cenamos en familia y en pijama en nuestra coyuntural ‘residencia’.

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El lunes nos tomamos la salida con más calma y tras pasar por una preciosa librería infantil que ya teníamos fichada por Internet ‘Luz de luna’ y en la que hicimos algunas compras, cometimos el error de plantarnos en el Parque Güell en pleno centro del día, de tal modo que el calor y los numerosos turistas nos obligaban a desistir de nuestro propósito de visitarlo al completo y tras un ratito de juegos en el jardín (con unos amigos que viven allí cerquita y vinieron a saludarnos: Alejandro, Mari Carmen y la pequeña Celia) volvimos al centro para comer de tapas en ‘La Boquería’. Tras un paseo por el mercado y comprar fruta cortada en uno de los numerosos puestos que las ofrecen, nos dirigimos al Barrio del Born donde paseamos y tomamos un café y después al puerto, donde disfrutamos de un fantástico ratito de descanso y risas tirados en el césped. De vuelta a casa cenamos en un estupendo restaurante de tapas en el Barrio del Born y a casa a descansar.

El martes poníamos rumbo a casa, pero antes de salir pudimos disfrutar de un bonito paseo, con rato de parque incluido, por el barrio  y tras comer en la estación, de nuevo al tren para llegar a la hora de dormir.

Cuatro días muy intensos en los que disfrutamos de viajar con niños y aprendimos algunas lecciones muy importantes sobre las escapadas en familia que esperamos poner en práctica muy pronto:

  1. Decidirse por un medio de transporte que facilite y haga más ameno el viaje a los pequeños.
  2. Mejor apartamento que hotel, para adaptarse a los horarios de los niños sin problemas.
  3. Reducir las necesidades de los adultos en términos de equipaje para poder atender las de los pequeños.
  4. Imprescindible llevar siempre aperitivos y snacks preparados que puedan servir de merienda o cena improvisada. Así como algunos productos básicos para sus comidas.
  5. Es importante mantener sus horarios y rutinas, en la medida de lo posible, para que los peques estén cómodos y el viaje sea satisfactorio.
  6. Reservar en locales con espacio suficiente para poder ubicarse con los carritos.
  7. Alternar en las rutas turísticas sitios de interés para los adultos con parques o espacios de juegos que entretengan a los pequeños.

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¡#FamiliaParate gracias por hacer de éste un viaje diferente para nosotros!

Road Trip To Milano

Hace algún tiempo os contaba por aquí cómo me lo montaba para hacer del fútbol mi aliado. Bien, pues después de sobrevivir a una primera escapada Champions con ‘mi madridista’ a Lisboa -hace dos años, si no recuerdo mal -el pasado mes de mayo volvíamos a repetir experiencia con un viaje exprés a Milán reviviendo dicha final ente Real Madrid y Atlético de Madrid. En esta ocasión, como en la anterior, nos decantamos por hacer el trayecto en coche, aunque tengo que reconocer que de forma obligada ante la ausencia de vuelos asumibles sin necesidad de pedir hipoteca. Circunstancia que alargaba un poquito más el viaje y lo convertía en un auténtico road trip en pareja.

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Para hacer los kilómetros más llevaderos, decidimos hacer escala en Barcelona aprovechando para visitar a unos amigos, Gerard y Virginia, que amable y hospitalariamente nos dieron cena, cama, ducha y desayuno a la ida (ya contaré a la vuelta). Así, pusimos rumbo a Milán el jueves 26 de mayo por la tarde, después de comer unas tapas cerca de casa para evitar liarnos con la cocina y los platos. Esa misma mañana trabajamos los dos y a la vuelta, y tras la parada técnica que comentaba para reponer fuerzas, a casa a terminar el equipaje. En otro post prometo compartir mis trucos para preparar maletas en tiempo récord.

El trayecto se hizo muy rápido y ameno ya que fuimos imaginando lo que veríamos en Milán. También nos animamos con una improvisada sesión de karaoke con temazos de todos los tiempos, lo que resultó sorprendentemente divertido. De esto hay testimonio gráfico y sonoro en algún que otro vídeo, pero por vuestra salud auditiva y la de mi reputación creo estos no verán la luz jamás… Bueno, al menos de momento.

A nuestra llegada a Barcelona nos esperaban nuestros anfitriones en una preciosa casa a las afueras de la ciudad que perfectamente podría haber sido la casa de nuestros sueños. Un ratito de charla y conversación con buen vino y estupenda cena y a la cama que tocaba madrugar. Por la mañana, tras el desayuno y la incorporación a la expedición de Miguel, un compañero de aventuras del ‘madridista’, emprendimos la segunda parte del viaje. Ésta no fue tan divertida como la primera: los atascos en las autovías francesas, los peajes, y los conductores lentos o kamikazes, por no decir completamente locos, hicieron de nuestro paso por el país galo una auténtica pesadilla, pero que se vio finalmente compensada en una parada con vistas espectaculares.

¡Y llegamos a la costa italiana! Lugar que nos deparaba una bonita sorpresa: cena con vistas en Arenzano. Casi de casualidad acabamos en ‘La Oficina’ un restaurante de comida tradicional italiana que si nos dicen lo que hay que hacer para llegar jamás lo hubiésemos pisado, pero la ignorancia encaminó nuestros pasos a lo alto y a uno de los recuerdos más bonitos que guardo del viaje. Varias birras Moretti y una pizza de salmón y nata después, afrontamos la recta final hasta nuestro hotel a las afueras de Milán.

Imaginaos como llegamos al hotel de cansados… aseo personal, pijama y a la cama. Y por la mañana… ¡Precioso rincón escogido para nuestro descanso!

Y lo mejor… aún estaba por llegar. Pese a que conozco casi toda Italia de norte a sur, nunca había estado en Milán y me sentía ansiosa por disfrutar del Duomo di Milano, de un buen capuccino y de un auténtico helado italiano. La vista de la catedral, tengo que reconocer que es increíblemente abrumadora. ¡Emocionante!

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Durante la primera parte de la jornada hubo mucho más de fútbol que de turismo, pero también disfrutamos del ambiente que se vivía en las calles de Milán llenas de españoles animando a sus equipos.

Cuando todos partían para el estadio, Angélica -italiana que vive en Milán y que se prestó gustosa a hacerme de guía por la ciudad -y yo aprovechamos la tarde para pasear, tomar un helado en la Piazza del Duomo -10 euros por un helado, el más caro que he tomado jamás, pero mereció la pena -hacer algunas compras por las fantásticas zonas comerciales de la ciudad y hasta pude cumplir algunas tradiciones del lugar. En cuanto al shopping, como imaginaréis para mucho no dio, pero sí que me hice con un bonito vestido negro midi de encaje con un estilo muy italiano (ya pondré foto), además de regalitos varios para familia y amigos. Después localizamos un local estratégico para tomar una cerveza mientras disfrutábamos del partido.

La tarde fue estupenda, pero he de reconocer que la compañía lo fue más. ¡Gracias Angélica!

La vuelta la hicimos felices, yo por disfrutar de los encantos de Milán y ‘mi madridista’ porque volvía con la undécima a casa. Pero aún nos quedaba una fantástica velada más en Barcelona disfrutando de uno de los sitios de moda en el barrio del Born con nuestros anfitriones en la ciudad condal: Virginia y Gerard. ¡Chicos sois geniales! ¡Gracias por todo!

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Como veis, aunque no me gusta el fútbol, no hay mal que por bien no venga…

Como regalo os dejo la canción que puso la banda sonora a nuestro Road Trip a la italiana.

Al Norte por el Noroeste (North by Northwest)

Ésta tenía que ser una escapada al sur, paradójicamente; pero la enfermedad nos ha tenido en casa todo el fin de semana, con lo que nuestros planes de viajecito romántico a Granada se han visto suspendidos y aplazados, en todo caso, para otra ocasión. Tengo que decir que, pese a todo, no nos lo hemos montado mal del todo en casa: mucho cine, manta, sofá, pijama, buena comida y lectura. Unos días de desconexión y relax que si no fuera por la tos y la fiebre no habrían estado del todo mal. Pero en fin, parece que está así media España, con lo que mal de muchos…

Sin embargo, buceando y ordenando fotos en mis discos duros han aparecido unas fotografías de una escapada navideña que hacíamos al norte a visitar a unos amigos y como las fechas acompañan para hablar de viajes relámpago, he pensado que era un buen momento para compartir.

Salíamos un viernes por la mañana dirección Oviedo, pero como suele ser habitual en nuestras rutas, con parada obligada en Madrid para disfrutar del buen ambiente nocturno y de algún paseo mañanero, sin tiempo de más, pero con eso nos basta. Cogimos un hotel en el centro para evitar desplazamientos y después de dejar el equipaje y ducharnos salimos a tomar unos vinos por el casco histórico de la ciudad, con recorrido por la Puerta de Sol y la Plaza Mayor, que en Navidad, pese al tumulto, tienen un encanto especial. Y puedo asegurar que lo pasamos bastante bien y descubrimos algún que otro vino blanco para sumar a nuestra lista de favoritos. Por la mañana, desayuno tranquilo al sol, un par de paradas técnicas de shopping y carretera al norte.

Sabíamos que íbamos a Asturias y que obviamente el paisaje sería verde, pero no imaginamos cuanto… La sorpresa fue mayúscula al ver el lugar en el que se alojaban nuestros anfitriones. Aunque también tengo que decir que hay que ser valiente, audaz e intrépido para alcanzarlo, y digo alcanzarlo literalmente. Ni el Google Maps detectaba la ubicación. Una preciosa casa de madera arriba de un empinadísimo y estrechísimo camino que aún no sé cómo conseguimos completar… Aunque teníais que ver cómo lo bajaban los foráneos. Estas fueron nuestras vistas al llegar…

Si me hubieran dicho que describiese el paraíso, probablemente lo huera hecho así. Sin embargo, aún me quedaba mucho por ver, aunque parezca mentira. Nuestros anfitriones: Alex, Ana y Pelayo hicieron de ésta una estancia inolvidable. Nos recibieron con cerveza fría, vino, rock, ostras y este fantástico atardecer.

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Además de una estupenda velada entre amigos con semejantes manjares.

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Y amanecer y anochecer allí era un auténtico sueño…

Aprovechamos la escapada para visitar de forma exprés Oviedo y Gijón donde disfrutamos del mar, bebimos sidra, comimos fabada (por supuesto) y compramos moscovitas y carbayones en la Confitería Rialto, todo como auténticos turistas.

Sin embargo, nada hubiese sido lo mismo sin la amabilidad, la entrega y la hospitalidad de nuestra ‘familia’ asturiana. Chicos, esta es mi forma de daros las gracias. ¡Un beso a los tres!

Y el lunes por la mañana, carretera y manta y de vuelta a casa.

Planes de fin de semana

Me encantan los fines de semana. ¿Y a quién no? Y eso que también disfruto de los días laborables, o lo intento, ya que por lo general me gusta mi trabajo; salvo cuando el estrés y el agobio superan a mi amor por el periodismo. Y es que si la semana ha sido dura, los últimos días llegas agonizando al sábado esperando encontrar algunas horas libres, entre adelanto de tareas y quehaceres domésticos, para disfrutar de hacer lo que a uno le gusta o, simplemente, de no hacer nada. El plan de sofá y manta se está convirtiendo en uno de mis favoritos para el weekend. Si por el contrario alcanzas el viernes con un nivel aceptable de trabajo, soy fan total de regocijarse y relamerse en ese relajo y adelantar el fin de semana unas horas saliendo a comer después de la jornada laboral con un improvisado tapeo y dejando que la tarde derive en lo que se presente: cine, compras o paseo por la ciudad. Eso sí, la vuelta a casa pronto porque por light que haya sido la semana el cuerpo necesita descanso, bien con una cena rápida antes de la recogida o, si no apetece, algo ligero ya en la propia cocina.IMG_8012

Si para casi todo, como creo que ya he comentado en alguna ocasión, suelo ser bastante metódica; en mis planes de fin de semana me gusta que la improvisación reine, muchas veces porque la falta de tiempo me impide preparar y organizar algo o, sencillamente, porque me gustan las sorpresas. Que al levantarnos el mismo viernes a las siete de la mañana, con la legaña aún en el ojo, te propongan… ¿Cogemos las maletas después de comer y nos ‘piramos’ a Madrid? Eso sí que no tiene precio. Consigue que el día tenga un sabor especial. Escapadas que no tienen un destino exótico, pero el simple hecho de salir de la rutina, visitar sitios nuevos, salir de casa, ir a un hotel y que “te lo hagan todo” –como suelen decir –, desayunos a las once de la mañana, tapas y cañas al sol y largos paseos por el lugar, sin preocupación de horarios… ¡Eso es vida! Uno de nuestros viajes más recurrentes suele ser a Madrid, es una ciudad de la que nunca me canso, pese a haber vivido cinco años allí mientras estudiaba la carrera, siempre hay algo interesante que hacer en la capital.

Al salir después de mediodía no solemos llegar antes de las ocho de la tarde, con lo que ponemos rumbo directo al hotel, siempre elegido por el centro para poder disfrutar de la ciudad a pie; eso sí tras ubicar el vehículo en el aparcamiento, donde permanecerá todo el fin de semana. Una vez en el mismo, y después de colocar mínimamente las maletas, ducha rápida y acondicionamiento básico para disfrutar de la noche madrileña. ¡Me encanta! En nuestro caso, somos más aficionados a las rutas por diferentes establecimientos probando tapa y vino por restaurante, que a las copiosas y largas cenas de mesa y mantel, no sólo por mantener la línea, sino porque es más divertido y te deja curiosear en diferentes sitios. En nuestra última visita descubrimos un bonito local en la zona de Sol que se llamaba ‘Serafina’ en el que disfrutamos de buen ambiente, comida, bebida y conversación. ¡Lo recomiendo! Además, así ‘a lo tonto, tonto’ llegas medio borracho al hotel después de conocer media docena de bares, y coges la cama con un gusto 😉

El sábado por la mañana, tras levantarse, sin prisa, y desayunar convenientemente al sol de alguna plaza madrileña, si el tiempo lo permite, dedicamos un ratito a las compras. Comida en alguno de sus barrios más castizos, solemos decantarnos por el de las letras, donde también aprovechamos para un buen café y visita, casi siempre obligada, al Prado. Por la noche, intentamos reservar entradas en algún espectáculo que tenga buena pinta y cena rápida en El Espacio Gourmet de El Corte Inglés de Callao. Me gustan las vistas nocturnas desde allí. Ya en el hotel de vuelta, me reservo los planes…

El domingo dedicamos la mañana a largos paseos por el Retiro y a una hora prudente toca retirada, con comida haciendo parada de vuelta y así estamos en Murcia a tiempo de disfrutar un ratito del hogar.

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¿Os hace este fin de semana? ¡Que la fuerza os acompañe!

El viaje continúa. Verano 2015: Praga

 barriojudio“Nuestras maletas maltrechas estaban apiladas en la acera nuevamente; teníamos mucho por recorrer. Pero no importa, el camino es la vida”, que decía el poeta y novelista americano Jack Kerouac. Así nos encontrábamos otra vez, con las maletas listas, sólo que en este caso eran completamente nuevas y compradas al efecto, para continuar un viaje que aún prometía mucho.

Día 1. Destino Praga

Nos levantamos temprano para recoger la habitación, prepara el equipaje y tener tiempo de sobra para desayunar tranquilamente en la cafetería del hotel, puesto que desconocíamos el trayecto que nos esperaba y queríamos tomar fuerzas para lo que nos pudiera deparar. A la hora prevista, el taxi nos esperaba en la puerta para llevarnos hasta la estación de tren de Viena desde la que estábamos a tan sólo cuatro horas (quizás un poquito más) de nuestro destino.

trenDurante el viaje aprovechamos para disfrutar de un ratito de charla, poniendo en común las experiencias y sensaciones de los últimos días, leímos y repasamos la ruta de las próximas jornadas. Imagino que, pese a que Viena es una ciudad preciosa, en mi rostro era completamente visible el entusiasmo por volver a pisar la que en su momento me pareció la ciudad más bonita del mundo –la visité durante el viaje de estudios del instituto, ya no puedo (o no quiero) recordar ni el tiempo que hace –.

A la llegada pudimos comprobar, con sólo pisar el anden de la estación, que el calor nos seguiría acompañando en nuestra aventura. Lo primero, cambiar dinero, ya que no veníamos con los deberes hechos y, como suele decirse, no llevábamos ni una corona. Y después, rápidamente al hotel, en una carrera que además de cara fue un milagro que no acabara en tragedia, para soltar el equipaje y empezar a disfrutar la ciudad.

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IMG_0293El hotel ‘Desing Hotel Neruda’ está ubicado en la preciosa y empinada calle Neruda –por el poeta, pero curiosamente no por Pablo Neruda, sino por Jan Neruda, que inspiró el pseudónimo del escritor chileno –y que, plagada de tiendas de objetos tradicionales, artesanales y suvenires y coquetas cafeterías y restaurantes, tanto de día como de noche es un ir y venir de turistas ya que da acceso a la zona del Castillo, en la que se ubica la Catedral de Praga, entre otros puntos de referencia. Aprovechando la extensa oferta de locales para comer, decidimos quedarnos por la zona y así descansar un ratito. Elegimos una bonita crepería en la que probamos por primera vez la cerveza checa: Pilsner Urquell, que después hemos comprado en Murcia en el Lidl, por ejemplo. El café lo tomaríamos en la Plaza de la Ciudad Vieja, así que pusimos rumbo al Puente de Carlos que nos daría acceso a la zona antigua de Praga.

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Al igual que sentí la primera vez que lo vi, el volver a contemplar el Puente de Carlos sobre el río Moldava con sus 30 estatuas y las torres de acceso a ambos lados, dos de ellas en la zona de Malá Strana, y la tercera en el extremo de la Ciudad Vieja, me provocó una indescriptible sensación que solo el arte puede estimular. La estampa es preciosa. Y mirándolo reflexionaba sobre cuantos siglos de historia había visto pasar, y ahí seguía, imperturbable, por muchos años más.

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El paseo continuó por la Calle Karlova, repleta de tiendas, bares, cafeterías… una de las vías con más vida de la ciudad, para desembocar en la Plaza de la Ciudad Vieja justo a tiempo para contemplar el cambio de hora en el reloj astronómico medieval instalado en la fachada del Ayuntamiento. En esta zona se encuentran algunas de las fachadas de edificios más bonitos de toda Praga, lo que convierte la plaza en un verdadero espectáculo y en un lugar único en el mundo.

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Después de reponer fuerzas, hicimos un pequeño recorrido por el barrio judío esperando que se pusiera el sol para tomar un vino blanco en una terraza a orillas del río y bajo el puente. 

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Día 2. Paseo por la ciudad balneario Karlovy Vary

karlovy5El segundo día en Praga teníamos contratada una excursión a la ciudad balneario de Karlovy Vary, conocida por sus fuentes termales y el río Teplá, también de aguas calientes. Durante la ida y la vuelta disfrutamos de las explicaciones de nuestra guía Mónica, una leonesa de armas tomar que vivía en la ciudad junto a su familia y que contaba con un tono y timbre de voz muy similar al de la grandísima Rosa María Calaf, con lo que la ruta fue un auténtico deleite para nosotros conociendo y descubriendo curiosidades y datos históricos sobre la República Checa.

Al llegar nos encontramos con una ciudad casi de cuento, a la que sólo se puede acceder en un pequeño minibús que te recoge en unos aparcamientos a las afueras y te acerca hasta la entrada de la misma, para evitar las perturbaciones y la contaminación que la entrada de vehículos puede suponer. Un espacio sin población autóctona y en el que los edificios son hoteles y sanatorios en su totalidad. Creo que me enamoré de casi todas las fachadas que vi.

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La ciudad es conocida por el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary y por los ilustres vecinos que ha tenido a lo largo de la historia, para los que suponía un lugar de relax, descanso y desconexión a la par que aprovechaban las bondades de las termas de la zona: Goethe, Beethoven, Karl Marx, Mark Twain o Bach, entre otros.

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karlovy4En cuanto a las recomendaciones de compras, para todos aquellos que, como a mí, os guste llevaros parte de esos lugares a casa, decir que lo más popular es el licor checo Becherovka, pero eso siempre para los más valientes. En nuestro caso optamos por adquirir alguna pieza de cristal de la fábrica Moser, originaria de la ciudad, llamado cristal de los reyes, por la cantidad de vasos de esta fábrica que se encuentran en muchas familias reales. Es una compañía de cristal de lujo y aunque uno no vaya a comprar nada (los precios son un poco altos), yo recomiendo la visita a la tienda, porque es un auténtico museo. Por supuesto, también compramos algunas cremas realizadas con el agua de las termas que aún no hemos probado, por lo que no puedo recomendar, y tuve la suerte de que José Augusto me regalase unos bonitos pendientes (suelo compara un par en cada viaje) con Granate, una piedra preciosa con propiedades beneficiosas para la salud que se extrae en esta zona del país.

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Y, tras una ducha a la vuelta al hotel, cuando pensábamos que el día no podía depararnos nada más, nos regala una fantástica velada junto al río, bajo el Puente de Carlos, en el restaurante Kampa Park, en el que disfrutamos de una estupenda cena con platos increíbles, de los que recomiendo un pulpo con palomitas y puré de patatas, vino blanco de la zona y unas vistas increíbles. ¡Una noche inolvidable!

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Día 3. A la ciudad fortaleza.

Golden-Lane-Prague-castleEl último día de nuestra estancia en Praga lo dedicamos a visitar la zona amurallada del Castillo, que parece una pequeña ciudad en si misma, donde se encuentra el propio Castillo, compuesto por diversos edificios o estancias que se extienden más a lo horizontal que a lo vertical, la Catedral de San Vito y el Callejón del Oro, un montón del pequeñas casitas de colores que ahora albergan numerosas tiendas de recuerdos, entre ellas la casa de Kafka, donde compramos algunas novelas del autor y otros regalitos.

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Allí pasamos toda la mañana, y tras refrescarnos gracias al agua que lanzaba un pequeño camión a los turistas, repusimos fuerzas con una hamburguesa y un batido de café en una coqueta cafetería y volvimos al hotel a por nuestras maletas para tomar el avión, en esta ocasión con Vueling, destino Barcelona, de nuevo con la sensación de que nos despedíamos de una de las ciudades más bonitas del mundo.

Vacaciones 2015: Viena, Praga y Barcelona. Parte I.

Hace un tiempo leí que “viajar, primero te deja sin palabras, y luego te convierte en narrador”. No puedo estar más de acuerdo con esta afirmación. Y es que tradicionalmente lo que uno hace a la vuelta de un viaje es contarlo y compartirlo con la familia, amigos y compañeros. Los más osados incluso se atreven con las recomendaciones. Y los ‘amantes’ de la fotografía, con esas ‘creativas’ presentaciones acompañadas de música que se ponían de moda hace unos pocos años. Seguro que todos habéis visto unas cuantas de éstas, siempre hay un aficionado a las instantáneas en la familia. En los últimos tiempos, con Internet y las Redes Sociales, muchas de estas experiencias se comparten y comunican en tiempo real, y uno puede estar viendo por primera vez la Muralla China al tiempo que hace partícipes a los ‘suyos’ (o no tan suyos) de este momento con un vídeo (Periscope), una foto (Instagram) o un comentario (Twitter). Es verdad que estos días de vacaciones he ido adelantando, a través de mis redes personales, algunos de mis movimientos, pero he preferido esperar a la vuelta para hacer un relato completo de mis aventuras.

IMG_9861Comenzaré diciendo que, al contrario de lo que suelo hacer, en esta ocasión hemos probado la experiencia de contratar la organización del viaje a una agencia, ya que íbamos muy justos de tiempo y demasiado cargados de trabajo para poder dedicarle todo el que nos hubiese gustado. Así, desde Viajes Diana, María Dolores fue la encargada de diseñarnos un estupendo recorrido de 10 días por Praga, Viena y Barcelona. Tal era el volumen de tareas pendientes antes de márchanos de vacaciones que aproveché las siete horas de tren de Murcia (ciudad en la que residimos) a Barcelona (desde donde salía nuestro avión) para preparar las rutas, visitas y degustaciones en los lugares de destino, algo que suelo tener preparado con muchísima más antelación. Guía, libreta y iPad en mano disfruté de un estupendo trayecto imaginándonos por las calles de estas tres ciudades.


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Nuestro tren salía de Murcia a mediodía así que aprovechamos la mañana para terminar de hacer las maletas, los recados de última hora y preparar el ‘picnic’ para el viaje, la comida en el tren no es especialmente buena pero sí bastante cara. Normalmente suelo dormirme fácilmente en estos trayectos largos, pero esta vez conseguí acabar las tareas que me había impuesto sin dar una sola cabezada. Además, también tuve tiempo para leer un ratito un libro que he vuelto a recuperar este verano ya que en su momento me pareció muy interesante y quería volver a ojearlo: Hablar en público es posible si sabes cómo, de Agustín Rosa. Así, entre relatos y audio guías, ya que descubrimos una página web en la que se podía escuchar gran cantidad de información sobre las ciudades que íbamos a visitar, concluimos la primera escala de nuestro viaje. Llegamos a Barcelona bastante tarde, así que cogimos un taxi directamente al hotel, que teníamos muy cerca del aeropuerto, pues el vuelo salía temprano y no había tiempo que perder. Una vez alllí bajamos a tomar algo a la cafetería mientras compartíamos las últimas expectativas y dudas con un par de cervezas, y a la cama.

Día 2. Nos vamos a Viena. Tras tomar el ‘shuttel’ o pequeño bus que ponen a disposición los hoteles para trasladar a sus huéspedes al aeropuerto y unas cuantas anécdotas divertidas más a la llegada al mismo con las maletas y los cordones de seguridad, por fin pudimos desayunar tranquilamente mientras anunciaban nuestra puerta de embarque. Viajamos con Niki Airlines, era la primera vez que lo hacía con esta compañía y la verdad que la experiencia fue bastante positiva, además no perdieron ni rompieron ninguna maleta –algo que me suele ocurrir con bastante frecuencia-. También tengo que apuntar que las embalamos, antes de salir, en uno de los muchos espacios habilitados en el aeropuerto para tal efecto. El único problema es que olvidé poner una chaqueta o pañuelo en el equipaje de mano al no recordar que en los aviones suele hacer bastante frío, sea la época del año que sea.

IMG_9912¡Y al llegar a Viena… 38 grados de temperatura! Con esto sí que no contábamos. Mi equipaje iba repleto de ropa de manga al codo, sudaderas y pantalones largos. Menos mal que a última hora, y porque sobraba espacio, decidí incluir algunos vestiditos y pantalones cortos. Los ‘por si acaso’ algunas veces se utilizan. Rápidamente fuimos al hotel Lindner Am Belvedere, dejamos el equipaje e hicimos unas cuantas fotos de la bonita habitación y de las vistas (los Palacios Belvedere están justo al lado y se divisaban los preciosos jardines) y nos ‘echamos’ a la calle a ver cosas.

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IMG_6569Después de comer un plato de pasta en Kärntner StraBe continuamos hasta el final de la misma y disfrutamos del descubrimiento repentino de la increíble Catedral de San Esteban, en Stephansplatz, y su techo vidriado de colores para después de visitarla adentrarnos en la comercial Avenida Graben, completamente peatonal y llena de antiguos palacetes convertidos en espectaculares tiendas de lujo. Esta calle es un ir y venir de gente de todas las nacionalidades y el aspecto de sus edificios y fisionomía propia la convierten en un espectáculo por si misma. Al comienzo de ésta, se encuentra también la barroca Columna de la Peste. Después de patear un poco más por la zona y cotillear en algunas tiendas, sin comprar, continuamos caminando hasta Michaelerplatz para ver el Palacio Imperial y la Escuela de Equitación Española. En esta primera toma de contacto ya descubrimos que el agua en Viena es un artículo de lujo. Es verdad que no es una ciudad barata, más bien todo lo contrario, pero el agua la venden a precio de oro. ¡Qué disparate! Así aprendimos que lo mejor era no tirar la botella y aprovechar para rellenarla en las fuentes que están por toda la urbe.

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IMG_9936Para descansar de la ruta, decidimos visitar los maravillosos cafés de Viena, y si ya estaba enamorada de la ciudad, terminé de caer rendida a sus pies. Tras pasear por algunos de los locales recomendados en la guía, nos decantamos por entrar al mítico Café Central, donde antaño se reunían los literatos y artistas de la zona. La música en directo de piano sonando de fondo, increíbles techos abovedados, una luz tenue (casi de velas), el olor a café y las increíbles vitrinas repletas de dulces y postres hacen de éste el café el más bonito que he visitado en mi vida. ¡Imaginaos qué significa eso para una amante del café como yo! Me podía imaginar perfectamente acudiendo a diario a este lugar a tomar algo y escribir durante horas, pues aquí seguro que no falta la inspiración. El café, por supuesto, estaba exquisito. Y aunque yo no pedí ningún postre, sí que aproveché que José Augusto (mi acompañante, porque habréis imaginado que no viajaba sola, y el hombre que comparte la vida conmigo) había pedido una tarta de chocolate, de cuyo nombre no podemos acordarnos, con una pinta fantástica para probar la repostería, que por supuesto no se quedaba atrás.

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IMG_6653Tras esta experiencia gastronómica continuamos caminando un poquito más hasta La Ópera de Viena, donde aprovechamos para hacer unas fotos al imponente edificio y también al famoso Hotel Sacher por su mundialmente conocida Tarta Sacher (de la que hablaremos más adelante) y que está justo frente a éste. Para finalizar, y ya de camino al hotel –después de pasear horas y horas, pues Viena bien merece un paseo –nos acercamos hasta el Musikverein, conocido porque en su Golden Hall tiene lugar el Concierto de Año Nuevo con piezas de la familia Strauss y que tiene una audiencia potencial de 1000 millones de personas en 54 países. Éste fue un momento especial, por los recuerdos de la infancia que traía a José Augusto, por lo que decidimos que era la mejor forma de acabar nuestra primera jornada en la ciudad. Hotel, ducha y a la cama sin cenar, que nos esperaba un día muy movidito.

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IMG_0067Día 3. Crucero por el Danubio. A las ocho de la mañana nos recogían en el hotel para tomar un barco desde Spitz a Melk y disfrutar de un estupendo crucero de noventa minutos por el río Danubio. Preparamos la mochila para la excursión: cámaras, gorras, gafas de sol y agua, y comenzamos el viaje. Un romántico trayecto por pueblos con encanto, viñedos cultivados en pendiente, ruinas de castillos medievales y preciosas estampas naturales. Y es que pocos ríos han inspirado a los artistas como el Danubio, inmortalizado, por ejemplo, en el vals de Strauss. El único inconveniente a este idílico paseo fue el calor y la falta de espacios con sombra en el barco, pero aún así disfrutamos muchísimo de las vistas.

IMG_0027A la llegada a Melk, aprovechamos para comer en el restaurante de la Melk Abbey un estupendo filete vienés para tomar fuerzas para la posterior visita a la Abadía. De este lugar me encantaron dos cosas fundamentalmente: La musealización de este espacio con un diseño completamente moderno y minimalista que contrasta con los siglos de historia de sus paredes, y la increíble Biblioteca, famosa por su extensa colección de manuscritos. Incluso el mismísimo Umberto Eco nombró a uno de los protagonista de ‘El nombre de la Rosa’ Adso de Melk en tributo a este fantástico espacio para la literatura y la ciencia.

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De vuelta en Viena, y tras pasar por boxes para ducha y cambio de indumentaria, salimos a pasear por la ciudad para descubrir nuevos rincones. Así llegamos hasta el Stadtpark, con la estatua dorada de Strauss, y el Burggarten, y la propia de Mozart para finalizar en el Museumsquartier, un complejo cultural que con sus 60.000 metros cuadrados se ha convertido en el espacio cultural más grande del mundo.

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IMG_0568Para finalizar el día decidimos aprovechar para degustar un vino blanco de la zona, por lo que habíamos oído y visto en la excursión por el Danubio, los más típicos. Y tengo que reconocer que desde ese momento es una afición que he practicado bastante en el viaje. Como dice el refrán: “When in Rome do as the Romans do”. Y como nos habíamos quedado con hambre, pero no lográbamos entendernos con el camarero que nos atendió donde el vino, buscamos un puesto ambulante de hot dogs y probamos las famosas salchichas vienesas. Muy buenas por cierto. Tanto es así que estos días hemos investigado y encontrado una variante muy similar en Lidl, donde por cierto también venden la cerveza que bebimos en Praga (de la que hablaré en otro post), para hacernos nuestras noches remember.

IMG_0022Como colofón a la noche visitamos el famoso Hotel Sacher y saboreamos la original Sachertorte, inventada ni más ni menos que en 1832. De su sabor qué os voy a contar… si hasta José Augusto que odia las mermeladas (uno de sus ingredientes) quedó fascinado con su sabor y su textura. ¡Hay que probarla al menos una vez en la vida! No me extraña que la propiedad de la misma causase numerosas disputas entre los herederos del Franz Sacher. Una vez más, pero esta vez con los estómagos llenos, ducha y a la cama.

IMG_6831Día 4. Una jornada imperial. Nuestro último día en Viena lo dedicamos a la ruta más imperial de la ciudad, visitando el Palacio de Schönbrunn (el de Francisco José I de Austria y su esposa Sisí Emperatriz), también conocido como Versalles vienés, un verdadero icono del lujo y opulencia real y que no deja indiferente a nadie, fundamentalmente por sus increíbles jardines. Del edificio, que en origen fuera concebido como residencia de caza de los Austrias, lo que me resultó más impactante fueron precisamente estos espacios al aire libre y la espectacular sala de baile. Además, la visita guiada nos permitió descubrir en la figura de Francisco José I anécdotas que no conocíamos y que nos resultaron de gran interés, como su tenacidad y escrupuloso cumplimiento de sus obligaciones con estrictos y completos horarios de trabajo. Es una visita bonita, pero hay que tener en cuenta que entre hacer cola para las entradas, para entrar y el propio recorrido, además del tiempo de relajo por los jardines, se va medio día completo.
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IMG_0045Volvimos al hotel para recomponernos con una ducha, cambiarnos de ropa (para el plan de la noche) y comer cerca del mismo antes de iniciar la incursión en los Palacios Belvedere o, como su nombre indica, ‘bella vista’. Son dos palacios, construidos para servir de sede de fiestas de la sociedad vienesa de la época, unidos entre si por un bonito jardín en varios niveles y desde el más alto se puede disfrutar de una fantástica vista de toda la ciudad. Después reponíamos un poco de fuerzas en el Starbucks con un batido fresco para luchar contra el calor y aguardábamos con impaciencia nuestra última cita con Viena.

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IMG_6891Concierto de música clásica de Mozart en la mítica Golden Hall del Musikverein. Además, tuvimos la suerte de poder disfrutar del concierto desde el escenario, en unas butacas habilitadas en el mismo y que permitían ver la increíble sala desde una perspectiva completamente diferente a la que estamos acostumbrados. Ver las caras de la gente de todos los países, la emoción de los aplausos y la majestuosidad del espacio desde donde los músicos interpretan las piezas de los más grandes compositores. Fantástico repertorio que el director de la orquesta, haciendo un guiño a los turistas, por lo del Concierto de Año Nuevo, finalizó con ‘El Danubio Azul’ y ´La Marcha Radetzky´. Un final perfecto para nuestra estancia en la ciudad imperial, algo que recomiendo a cualquier visitante, y que disfrutamos de forma especial por la carga emotiva que tenía para nosotros el momento, pues para José Augusto fue un sueño cumplido.

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