¡Último día del año! Tan sólo un día más, o un día menos, según se mire, un día cualquiera en nuestras vidas llenas de días, horas, minutos y segundos que dejamos pasar, en ocasiones, sin pena ni gloria. Tiempos perdidos, en muchos casos, en lo insignificante. Sin embargo, estos momentos de cambios suelen ser propicios para pensar en balances, para comenzar proyectos e incluso para hacer borrones y cuentas nuevas en nuestras vidas, como si todo se arreglase en unas pocas horas, sin pensar en que lo duro y lo difícil de este trabajo –vivir –se lleva a cabo el resto del tiempo. A veces no es fácil saber lo que uno quiere, frecuentemente más sencillo es determinar lo que no quiere, pero una vez que lo conoce sólo ha decidido el camino, queda emprender la marcha y mantener el rumbo, lo que resulta más complicado de todo. Por eso es importante que fijemos bien éste.
En estas fechas solemos banalizar con lo que le pedimos al nuevo año y con aquello a lo que nos comprometemos: a ir al gimnasio, a adelgazar, a dejar de fumar… que no digo yo que todo esto no sea beneficioso para la salud de uno mismo, y ni aún así no lo cumplimos. Pero ¿alguna vez pensamos en el resto? No es habitual que entre nuestros propósitos de año nuevo se cuelen decisiones buenas para los demás. No señalo a nadie, mi caso es el primero. Y no se trata de imponernos grandes gestas que cambien la historia del universo porque ninguno de nosotros somos tan eminentes y, probablemente, aunque lo intentásemos no tendríamos la capacidad de hacerlo; pero sí podemos ser protagonistas de pequeños gestos que perturben positivamente la vida de alguien, y por ello también las nuestras. Se trata de hacer lo que está en nuestra mano, a nuestro alcance, incluso sin grandes esfuerzos, simplemente proyectando nuestros mejores sentimientos.
En cuanto a los balances… pues no suelen ser ni blancos ni negros, siempre hay matices; aunque unos tendemos a empañar todo de negro dando importancia absoluta a los peores momentos y olvidando que siempre hay y hubo algo bueno. Por otro lado, los más optimistas tratamos de ver el vaso medio lleno, esperando y aguardando mejor ventura para el año nuevo, lo que es del todo injusto pues, por un lado, de los periodos más oscuros también se aprende y, por otro… de qué podemos lamentarnos. Para nosotros (mi familia) no ha sido un año fácil en cuanto a sentimientos, las ausencias han marcado muchos de nuestros momentos. Sin embargo, mi hermana Raquel nos dio una bonita lección con su brindis de Navidad. Brindó porque este año ninguna bomba ha derrumbado nuestras casas; brindó porque este año ninguno hemos muerto aplastado por las mismas; brindó porque no hemos tenido que abandonar nuestras casas y nuestra tierra; brindó porque sus hijos no tienen una enfermedad grave o sin cura; brindó porque ni un solo día ha faltado el pan en nuestra mesa… por todo esto, y muchas cosas más, brindó. Brindamos.
Y después de esto, ¿cómo crees que ha sido tu año?
Qué injustos son a veces nuestros juicios.