Imperfecta pero feliz

Esta semana leía en redes sociales uno de esos eslóganes de ‘madres estresadas’ que definen perfectamente nuestro estado anímico y mental en algún momento de la semana e, incluso, del día. Porque esta es una batalla que se gana, como los partidos, minuto a minuto. Hay instantes en los que te sientes súper motivada y ‘paceful’ y, entonces, todo fluye. Pero basta que tu marido te siembre el suelo, recién fregado, de restos de pistacho o que tu hijo te vacíe en el salón el cesto de los juguetes que acabas de recoger para perder la cordura y ahondar en ese perfil menos ‘flow’ y menos amable. Y que, en el mejor de los casos, empieces a repetir esas ingratas frases que oímos a nuestras madres y ellas, probablemente, a nuestras abuelas, y que juramos nunca pronunciar: “aún no me he sentado”, “vais a acabar conmigo”, “no pensáis en nada bueno”…

Tengo que reconocer que hoy día estos ‘lamentos’ o mantras maternales han evolucionado, gracias a los memes, y son mucho más simpáticos y creativos, a la par que descriptivos. Concretamente, el que os comentaba más arriba hacía mención a la realidad de la falta absoluta de tiempo que arrastramos: “O tienes vida, o tienes la casa limpia. Las dos cosas no se puede”. Para las que somos meticulosas y perfeccionistas esto puede suponer un auténtica tragedia en determinados momentos. Nada que una buena llantera o un atracón de chocolate no cure, pero lo triste es que el antídoto no es definitivo y el estrés volverá. Yo, que siempre he sido muy de limpiar, ahora creo que soy más de vivir. Serán cosas de la edad. Aunque sigo sufriendo, con menos intensidad, con cada mota de polvo.

Y si las circunstancias me superan, acudo a perfiles o cuentas en redes sociales, como @lavidamadre (Instagram), que conviertan en comedia mi drama con su “duerme cuando el bebé duerma; dobla la ropa cuando el bebé dobla la ropa” y que consigue contestar con ironía a las ‘coach’ de la maternidad que todas tenemos cerca. Y piensas “ojalá estuviera tan cansada como creía estar antes de ser madre”; porque “nada te prepara para ser madre, pero ser madre te prepara para lo que sea”. Lo importante, para no morir en el intento, es descubrir que “tus hijos no necesitan una madre perfecta, sino una madre feliz”; aunque reconozco que, a veces, cuesta aplicárselo.

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