6 meses

Naciste, como tu hermano, con una vuelta de cordón en el cuello. E, igualmente, completamente morada; púrpura, que diría mi primogénito. Sin embargo, él a los pocos minutos había recobrado el color, luciendo unas mejillas rosadas lustrosas. En tu caso, te confieso que aún me cuesta volver a ver aquellas fotos y vídeos posteriores al alumbramiento (no lo habré hecho más de tres o cuatro veces desde aquel momento). Me parecía, por el tono de tu piel, que algo no iba bien. Pese a tu llanto y a sentir tu respiración, tu rostro permanecía azulado. Mi expresión, lejos de manifestar alegría, se congeló preocupada. Todavía me compunjo al ver las imágenes, al recordarlo.

Y aunque aún me pregunto qué fue lo que pudo suceder, aquello pasó. Te pude coger entre mis brazos, por fin serena, y escrutarte: tus deditos, las manitas, los pies, esos ojos lindos y tan abiertos que parecía que no iban a cerrarse nunca, y casi así ha sido. Eras el recién nacido más bonito que había visto en mi vida.

Tras salir del paritorio y ya en la habitación te abracé, te besé y te acuné durante más de 12 horas seguidas. Sin soltarte. Por fin habías llegado.

Pero la calma me duró poco, pues llegabas en segunda posición y la ausencia de tu hermano, que era la primera vez que se separaba de mí en más de 3 años, hizo mella en mi ánimo. Tan solo 24 horas después ya necesitaba salir de allí y rodearlo con mis brazos; pero el destino tenía otro plan para nosotros. Por diversas razones, ninguna de gravedad, estuvimos seis días ingresados. Y lloré. ¡Madre mía si lloré! Un llanto ahogado, un llanto de quien sufre sin poder hacer nada por evitarlo.

Las horas se hacían eternas y, por momentos, entraba en una especie de letargo intentando, quizás, anestesiar mi pensamiento. Afortunadamente, y aunque no dejé de echar de menos ni un minuto a tu hermano, tuve la oportunidad de invertir mi estado.

No sé en qué preciso instante conseguí entender que esos días allí eran un precioso regalo, una dedicación exclusiva, a solas contigo, para enamorarnos de ti, como ya lo estábamos de tu hermano.

Y así ocurrió. Los segundos nacéis en un contexto un tanto más complejo, pero venís a hacernos amar exponencialmente y por duplicado.

Hoy, seis meses después, consigo revisar aquellas fotografías y al mirarte siento que aquel temor está sanando, que consigo verbalizarlo y alejar, así, fantasmas que tratan de robarme la calma que me da sentirte a mi lado.

La utilidad de lo inútil

Vivimos en un mundo donde impera lo inmediato y, también,  lo práctico. No es difícil oír frases tan comunes como: ¿Y eso para qué? ¿Y con eso, se puede comer? Incluso desde hace algún tiempo vemos como determinadas carreras o estudios son tremendamente minoritarios, y hasta menospreciados, por su “poca salida”.  Me recordaba el Hombre del Renacimiento el otro día como la gente se sorprendió cuando, hace unos años, al crear su jardín,  decidió plantar sauces, chopos e infinitos rosales, en vez de frutales que “algo dan “. Sin embargo, estos árboles, de algún modo, alimentan también al espíritu.

El recientemente fallecido, premio Princesa de Asturias de las Letras, Nuccio Ordine, ha sido uno de los más fehacientes defensores de la importancia de las letras y arte en la vida cotidiana. Experto en renacimiento italiano, profesor de universidad y, también, firme valedor de la labor del docente: “un maestro puede cambiar la vida de sus alumnos” , fue una de las máxima que mantuvo en numerosas conferencias y escritos.

Este intelectual italiano trató de recordarnos, en nutridas ocasiones, lo importante de cultivar el espíritu para la creación de una mejor sociedad.  El teatro, la poesía, la escultura, la pintura…son, en realidad, la mejores expresiones de lo que el ser humano ha sentido y ha condensado en el tiempo. En realidad, lo que más ennoblece a éste es su amor al arte y a la belleza, el amor al conocimiento.

Tanto es así que no debería resultar moral estudiar pensando en lo que uno podría ganar gracias a un título,  sino que su labor investigadora debería regirse por una motivación interna más importante y profunda: El amor al saber, las ganas de mejorar, perfeccionar nuestra comprensión del mundo que nos rodea. No se puede mercantilizar la enseñanza porque el hombre necesita enriquecerse interiormente para poder dar fruto.

Nuccio Ordine en su celebrado libro ‘La utilidad de lo inútil’  así lo recuerda, haciendo un recorrido por la historia del pensamientos y del arte en muy diferentes épocas.  ¿Qué sería de Atenas sin su Acrópolis? ¿O de Murcia sin su Catedral o su mañana de Viernes Santo?. Necesitamos mucho más del arte y la literatura de lo que creemos. Como sociedad necesitamos de símbolos que nos representen,  obras que nos emocionen, personas  de este tiempo y de otros anteriores, en las que veamos brillar parte de lo mejor que también bulle dentro de nosotros

Nosotros, en casa, tratamos de acercar a nuestros pequeños a las cosas que nos son importantes, importantes con mayúscula.  Libros, historias, lugares, árboles… y creemos con firmeza que un ser humano pleno es aquel se alimenta de lo bellísimamente inútil.