¿Os habéis fijado alguna vez en el alto porcentaje de hombres que para dar marcha atrás abrazan el sillón del copiloto? ¿Es que no saben que hay espejos retrovisores? O peor… ¿no saben para que sirven?
Prefiero perderme a que me dicten el camino.
Han oído alguna vez aquello de que todos llevamos un entrenador dentro. Seguro que sí. Y es que esta afirmación también valdría para el supuesto de Presidente de Gobierno, por ejemplo, porque cuando la responsabilidad cae sobre otro siempre es más fácil tomar decisiones, ¿verdad?
Yo, que confieso que a mi edad todavía no tengo muy claro qué es un fuera de juego, me he sorprendido en alguna ocasión cuestionando la estrategia del ‘mister’ de turno repitiendo algo que habría escuchado por ahí con tal convicción que parecía haber nacido para esto, cuando realmente de lo único que puedo opinar con cierto criterio es de los estilismos personales de algunos entrenadores de fútbol, por decir algo. Y si esto lo trasladamos al caso masculino, donde se mezcla esta característica marca España de ‘yo lo sé todo’, o al menos ‘sé más que tú’, y su pasión cegadora por este deporte, el resultado es una proliferación de Mourinhos, Guardiolas y Ancelottis como si fueran setas silvestres, que nacen por todas partes, sin control y donde menos te lo esperas. No me digan que no es así.
Sin embargo, en los últimos años he ido descubriendo otra profesión intrínseca al caballero, no se muy bien si es que lo llevan dentro, como en el caso del entrenador, o más bien que padecen cierto complejo, pero aún no he conocido varón que se siente de copiloto en el coche con una mujer y sea capaz de tener la boca cerrada. Quizás les caló bien hondo aquel ‘claim’ de ‘mujer al volante peligro constante’ que, por cierto, desmienten todas las estadísticas sobre conducción, accidentes e infracciones de los últimos años ya que por ejemplo 2 de cada 3 accidentes de noveles son hombres y el 81% de las infracciones sancionadas son masculinas –aunque esto también se puede deber, como comenté hace algún tiempo, al trato de favor de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad con el género femenino, así que es un dato menos fiable-.
Como me señala una amiga hablando de este tema, ‘No podemos conducir por ti’ que dice la DGT, y “yo que me alegro”, que contesta ésta, porque sí a mí también ‘me gusta conducir’. Pero lo que no nos gusta nada es llevar a un copiloto con complejo de profesor de autoescuela a nuestro lado dando indicaciones durante todo el trayecto.
- Cuidado con el de delante.
- ¿Has visto al de la derecha?
- Sí.
De repente, ves su cabecita asomar por el espejo retrovisor o lo ves inclinándose para mirar por los laterales…
- Sal, que no viene ninguno.
- …
- Sigue, que tienes prioridad.
- Acelera un poco que llevas el coche ahogado.
- …
- Frena que te lo comes…
Y a estas alturas de la conversación es cuando tú ya contestas que tienes ojos en la cara igual que él. Sin embargo, puede ir a peor, y si tras este primer aviso vuelve a insistir…
- ¿Quieres conducir tú o te callas?
Y es que hacen perder la calma a cualquiera y consiguen que al final conducir se convierta en una actividad de riesgo y acabes dándoles la razón.
Estoy segura que esto no es exclusivo de los hombres, alguna mujer habrá que también padezca tal síndrome, pero yo, sinceramente, aún no me he encontrado ninguna, aunque siempre hay una primera vez. En muchos casos, su mejor defensa es asegurar que están acostumbrados a conducir ellos y que lo hacen instintivamente pero, fíjate tú que cosas, que cuando va otro hombre al volante pierden el instinto.
El caso es que cuando esto lo hace un copiloto que al menos tiene el carné de conducir, irrita, pero ¿y cuando el supuesto instructor no dispone del permiso? Entonces sí que es para bajarlo del coche, como me apuntan Carmen y María Dolores a través de Facebook, y estoy segura que así lo harían éstas.
Estoy segura de que hay muchas cosas de mi conducción que pueden poner nerviosos a mis acompañantes, pero ¿y las cosas que a nosotras nos irritan de ellos? ¿Os habéis fijado alguna vez en el alto porcentaje de hombres que para dar marcha atrás abrazan el sillón del copiloto? ¿Es que no saben que hay espejos retrovisores? O peor… ¿no saben para que sirven?
Pocas cosas en el mundo me pone tan nerviosa como tener sentado junto a mí a un copiloto ‘tomtom’. Y es que prefiero perderme a que me dicten el camino.