De solteras y casadas

IMG_5430Todos hemos tenido alguna amiga con el pelo rizado que siempre ha querido tenerlo liso. O una con el pelo lacio cuyo deseo era tenerlo ondulado. Pues todo en la vida es eso: el alto quiere ser más bajo, y el bajito daría lo que fuera por unos centímetros más; los morenos quieren ser rubios, y los claritos, más oscuros; las chicas con poco pecho quieren más delantera, y las que tienen en abundancia envidian a las planitas. El caso es que, nunca estamos contentos con lo que tenemos. Parece ir ‘de serie’ en el género humano.

En la situación concreta de las mujeres, porque es lo que soy, y puedo hablar con más criterio –aunque a través de las experiencias, comentarios y confidencias de mis amigos del género masculino, creo que podría estar también acreditada para teorizar sobre lo que les ocurre a ellos –en los grupos de féminas siempre hay dos bandos que se codician, ansiando y aspirando las condiciones del contrario, unas veces de forma evidente y otras un poco más velada: las solteras y las casadas. Nos posicionamos unas frente a otras como si nuestra condición fuese completamente antagónica, cuando no es más que una característica más de nuestras vidas. Tal puede ser la rivalidad entre ambas que en ausencia de las solteras, las casadas critiquen la vida alegre de éstas, cuando es más envidia que reproche. Y si son las ‘singles’ las que cuchichean desprecian la rutina aburrida y monótona de las otras, cuando añoran el ‘calor del hogar’ de las primeras. ¡Qué equivocadas estamos todas! Tanto la soltería como la vida en pareja tienen cosas fantásticas y otras que no lo son tanto, lo importante es aprender a vivir con lo bueno y lo malo de nuestro estado civil.

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En el caso de las singles podríamos apuntar en la lista de ventajas:

  1. No tienen que ‘ajustar’ horarios con nadie para hacer planes de fin de semana o vacaciones. Su decisión es la única que cuenta. Y su palabra, la última.
  2. Tienen acceso a un amplío mercado masculino que a las que tienen pareja le está vetado.
  3. En su vida, no existe la suegra.
  4. El mando, es suyo. Se ahorran la discusión nocturna sobre qué ver en televisión: series o fútbol.
  5. No saben si es temporada de Liga, Champions o Copa del Rey. En sus vidas, el fútbol no existe.

Pero también tienen sus contras:

  1. Nadie te lleva el desayuno a la cama.
  2. No puedes echar la culpa al otro. Ni pagar el cabreo del trabajo con nadie.
  3. ¿Quién baja la basura?
  4. Tienes que avisar a la vecina para que te ayude con la cremallera.
  5. Te toca aprender a hacer agujeros en la pared, desatascar las tuberías y ponerle agua y líquido parabrisas al coche.

IMG_3408En cuanto a las casadas, los pros:

  1. En invierno es genial cuando alguien te calienta las sábanas.
  2. Cocinar para dos siempre es mejor que hacerlo para uno.
  3. Puedes mandar a alguien a hacer tus recados, cuando no tienes ganas de salir de casa.
  4. Tienes un estilista en casa que te ayuda a elegir modelito, siempre que tenga algo de gusto.
  5. Mejora la economía al compartir gastos.

Y las desventajas:

  1. Todas las decisiones tienen que someterse a votación, criterio y valoración de todas las partes, con lo que resulta agotador elegir.
  2. Las sesiones de control de la ‘oposición’.
  3. Tener que ir al baño con la puerta cerrada.
  4. Aguantar los pies fríos de tu marido en pleno invierno.
  5. Bajar la tapa cada vez que vas al aseo…

Como veis, el que no se consuela es porque no quiere.

Vacaciones ‘a la española’

IMG_3157A mí en estas fechas con el calor y la crisis pre-vacacional –el estrés, el agobio y las prisas para dejarlo todo terminado –me hablan de vacaciones de verano y me entran los siete males. No puedo más que imaginarme la típica estampa de la familia media española de los ochenta con el coche a reventar de útiles playeros –sombrilla y nevera incluidas –los críos, la suegra y hasta el perro dirección a cualquier punto de la costa, con al menos dos o tres horas de camino, en el mejor de los casos y si no pillan atasco, y el aire acondicionado estropeado. Vamos unas vacaciones al estilo “La gran familia”.

Y es que aunque parezca de película, de ciencia ficción para ser más exactos, estas son las vacaciones que hemos disfrutado muchos en nuestra infancia y adolescencia ¿O es mentira? Toda la familia hacinada en un apartamento de playa de dos estancias durante 15 días, durmiendo en colchonetas –siempre los más jóvenes y rezando para que no se pinchasen –y comiendo por turnos para entrar en las minúsculas cocinas que gastan estas edificaciones. Y si para comer y dormir había que pedir la vez, no os quiero contar, ni vosotros saber, lo que ocurría con el baño… Pero dejando los asuntos más escatológicos de lado, si había una figura que conseguía que todo funcionase y encajase como si de piezas de tetrix se tratase esa era la de ‘la madre’. ¿Vacaciones? Las pobres parecían más bien haber sido condenadas a una quincena de trabajos forzosos: cocinar, comprar, planchar, limpiar, ordenar… y otros tantos verbos acabados en –ar para diez personas mientras los susodichos disfrutaban de jornadas de playa y sol interminables y largos paseos y noches de fiesta pasado el atardecer. Sin embargo, paradójicamente ellas estaban más que satisfechas de poder ver y disfrutar a su familia toda junta, abuelos, hermanos y sobrinos incluidos. Lo que me lleva a pensar que las madres de entonces no son como las de ahora –hago un inciso para especificar que no digo que fueran mejores, sólo diferentes, que nadie se ofenda. -Y es que yo, que aún no soy madre, pero intento ponerme en esa tesitura, al segundo día estaría ‘inflada’ a Orfidal y al borde de un ataque de nervios.

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¿Mi padre? Su misión fundamental era la búsqueda estratégica del sitio para plantar la sombrilla siempre lo más cerca del chiringuito. Y mi abuelo… Aún recuerdo como bajaba a la playa ataviado con sus mejores galas, tirantes, sombrero y bastón incluidos, con su recto porte y su aire aristocrático –siempre pensé que se traía un aire a Camilo José Cela pero en guapo – y pese a la barroca indumentaria jamás lo vi sudar.

Nosotros, los hijos, tampoco lo pasábamos mal… Todo el día jugando y correteando semidesnudos. En mi caso con mi hermana pequeña (aunque tan sólo me lleva 17 meses) y los primos mayores que se encargaban de ‘echarnos un ojo’ mientras nuestros progenitores atendían las labores domésticas. ¿Y los amigos de la playa? Con los que entablabas una relación que creías que duraría para toda la vida… o los amores de verano. ¡Ay los amores de verano! Se desataba poco menos que una tragedia griega cuando las vacaciones llegaban a su fin. Compartiendo direcciones, teléfonos y hasta fotografías intentando luchar contra la distancia y el olvido. Porque, ¿quién de vosotros no se ‘echó’ un ligue madrileño en la adolescencia?. Y es que no sé cómo se las componían, pero siempre había un madrileño guapo en cada playa.

 Estos eran nuestros veranos. En los que, aunque entonces no se hablaba de crisis, las familias hacían un esfuerzo enorme durante el año ahorrando lo justo para, compartiendo gastos y pagando a medias con el resto del linaje, disfrutar de unos días de sol y playa. Y la verdad, no importaban las condiciones, la masificación o los contratiempos… Éramos felices.

Yo soy aquel

la fotoQuizás sean estas las palabras más difíciles de escribir de mi vida (al menos hasta el momento), las que más trabajo me cuesten y las que rubrico más emocionada. Quizás también debiera haberlas escrito mucho antes. Pero aunque no las dejase por escrito, me consta que él conocía el agradecimiento y el profundo amor que sentía su familia. He escrito decenas y decenas de perfiles en prensa de personajes públicos –sobre todo de políticos –sin conocer apenas nada de sus vidas personales, sin embargo ahora que trato de hacerlo de quien lo conozco todo me surgen las mayores dificultades. Sin embargo, pese a los apuros que yo pase, creo que merece este recuerdo, no por la relación que lo unía conmigo, sino porque mi padre era un hombre completamente excepcional, y quien lo conoció lo sabe.

Nunca es buen momento para despedir a alguien a quien quieres, por eso no diré que el que la partida haya sido completamente inesperada sea más duro o menos que cuando ves alejarse a alguien poco a poco. Es duro, sin más, y es muy difícil encontrar consuelo tras el adiós, porque el dolor viene del amor que se tiene a esa persona, independientemente de las circunstancias, y todos aquellos que hayáis pasado por esta situación me entenderéis.

Así, horas después de su marcha, me siento con las personas que más lo amaban en este mundo: mi madre y mi hermana e intentamos hacer un esbozo de quién era ‘Manolo’, aunque creo que quien mejor lo ha definido estos días fue el sacerdote encargado de la ceremonia del último adiós, amigo y familia, cuando dijo que “a Manolo no se le conocía. A Manolo se le disfrutaba”. Ésta es sin duda la palabra que resumiría su paso por el mundo. Mi padre disfrutaba de todo cuanto hacía, no era un hombre de grandes pretensiones, aunque también le gustaba lo bueno, le sacaba el mismo partido a una caña en casa o en un mesa de cafetería al aire libre que a una botella de Moët & Chandon para celebrar; porque para él cualquier excusa era buena para tomar una copita de champagne, celebraba desde un cumpleaños o aniversario a una operación o uno de sus varios infartos –en este último caso, que “había salido” de dicho trance-.

Era un hombre especial, que se salía de lo corriente, como han recordado y puesto de manifiesto sus amigos estos días –y aún siguen haciendo –y no escribo esto para gloria de su memoria, porque, como todos, tenía ‘sus cosas’ pero había muchas otras cualidades de las que todos deberíamos aprender, yo la primera, porque “él siempre veía el vaso medio lleno”, como comenta su amiga Inma. Tenía la asombrosa capacidad de ser una persona que marcaba a todo el mundo que se cruzaba en su vida. Jamás y para nadie pasó desapercibido.

“Personas que siempre están y que se implican en lo bueno y en lo malo y te dicen con vehemencia lo que piensan y sienten te guste o no te guste. Son personas que viven cada día como si fuera el último de su vida, son francos, de los que ves de frente, son generosos, auténticos y con las manos y el corazón siempre abiertos […] Si tuviera que definir a esas personas con sólo una palabra sería GRANDE, sí grande, porque es grandeza lo que hay en ellos y sobre todo, porque cuando de pronto un día se van, descubres lo GRANDE que era el espacio que ocupaban. Dejan un enorme vacío que no podrás volver a llenar. Seguirás viviendo y riendo y caminando, pero el hueco que esa persona ocupaba quedará vacío”, compartía mi prima Mari Carmen en su perfil de Facebook hace apenas unas horas (sobre él).

Una persona que tenía la increíble capacidad de entablar amistad con personas de todas las edades, desde niños a ancianos pasaron a dar el último adiós a su ‘amigo Manolo’. Ahora, nos queda un vacío enorme a todos los que lo conocimos que sólo sus recuerdos nos llenará y celebrar la vida como él hacía cada día, viviendo cada momento como si fuera el último.

¡Adiós Papá!

P.D. Además recomiendo que lean el que escribió mi hermana:

But more, much more than this, I did it my way.