
Celebramos hoy el Día Internacional de la Mujer y, sin duda, no son comparables nuestra oportunidades y circunstancias con las que en su día tuvieron nuestras madres y, por supuesto, abuelas. Se ha luchado tanto y se ha logrado mucho. Sin embargo, sobra decir que aún a diario nos enfrentamos a injusticias y desigualdades profesionales, personales, familiares y sociales que nos sitúan en una clara posición de desventaja. Por no hablar de la secuela o condición más horrible y destructora de esta desigualdad: la violencia que se ejerce contra la mujer. Entendiéndose ésta como violencia física, verbal, emocional o, incluso, sexual; aunque haya quienes se empeñen en negar o desatender este tipo de reivindicaciones tan necesarias.
Precisamente, hace unos día, tras varias recomendaciones, conseguía completar la serie ‘Querer’. En tan sólo cuatro capítulos recoge y refleja la historia de tantísimos matrimonios de aquellas generaciones –y cuyos roles se reproducen aún todavía –en los que a través de una estructura patriarcal y de sumisión invalidan y anulan cualquier deseo o voluntad de la mujer; atrapada económica, social y afectivamente. Un sometimiento que incluso se considera ‘normal’ en la intimidad de un matrimonio por los más allegados de quien por fin decide denunciarlo.
La serie plantea una cuestión, a través del entorno de la víctima, que me resulta tremendamente interesante ¿Qué credibilidad puede tener una mujer que ha permanecido silenciada, viviendo esos supuestos abusos, durante más de 30 años? ¿Puede ser víctima una mujer que no ha sido golpeada jamás por su marido? ¿Dónde ponemos el límite al consentimiento sexual y al ‘deber conyugal’? ¿Por qué es más difícil dar verosimilitud a la violación intramatrimonial?
Cómo es posible que el juicio social sea tan abrupto y despiadado con estas víctimas que sufren hasta la reprobación y el descrédito de sus propios hijos. Debe ser desgarrador sentirse violada, sola y, además, juzgada por tu condición de mujer. Hemos normalizado y sistematizado tanto ciertos patrones y roles en desuso que ‘no nos parece para tanto’ la fatalidad de estas esposas.
Y por si el juicio social no fuera suficiente, a veces, también el proceso judicial se pone de su contra. Como es el caso, se dictan sentencias, a diario, en las que los “hechos no se consideran suficientemente probados”, lo que no implica, por otra parte, que no hayan existido. La justicia desgraciadamente en determinadas ocasiones no restituye el daño de la víctima y a ésta le toca perder.
Sin embargo, el desenlace de la mini serie, que es la primera que dirige Alauda Ruiz Azúa, Goya a la Mejor Dirección Novel por ‘Cinco Lobitos’, recoge como la vida, de algún modo, restablece y repone esos agravios y dolor.
Sigamos luchando porque la justicia sea cada vez más justa y porque las futuras sociedades condenen y erradiquen cualquier tipo de violencia y que sean los agresores los que deban enfrentarse al juicio y al descrédito. Que la vergüenza, por fin, cambie de bando (Pelicto, Gisèle).
Feliz Día Internacional de la Mujer.