Viviendo de prisa

Desde hace algún tiempo tengo la sensación de querer escapar de una vida y una sociedad frenética. Me he sorprendido repitiendo en diferentes contextos y ocasiones aquello de querer bajarse del mundo. Yo no sé si lo que ha cambiado es el entorno y el ambiente general o son mis prioridades, condiciones y circunstancias, pero ya no me siento cómoda en esta delirante, agitada y arrebatada realidad.

Yo, que he sido jefa de redacción de un periódico y he vivido instalada en la inmediatez y la ‘última hora’. Yo, que he disfrutado de la adrenalina de la velocidad y la euforia. Yo, que fundamentaba mi existencia en la eficiencia: cumplir tareas y objetivos. Yo, ahora, me caigo de este mundo.

Siempre con prisas, siempre corriendo y cada noche he sentido la frustración de no llegar a nada y de perderme tantas cosas. Como dice la canción de Alejandro Sanz que da título a este artículo “he malgastado mis fuerzas, viviendo de prisa” y “ya me cansé de vivir” así.

No quiero criar y educar a mis hijos en una sociedad ansiosa y estresada. No quiero que reproduzcan estos patrones de existencias autómatas. Sin duda, yo sola no puedo revertir esta inclinación y tendencia universal, pero he decidido empezar por mí y mi hogar. No es fácil nadar a contracorriente, incluso tendré que luchar contra mi propia inercia y herencia, pero será el canon por una más equilibrada salud física y mental.

Deseo poder disfrutar de cada día sin pasar por alto momentos e instantes que no se repetirán, sin apreciar la fortuna que hay en lo que erróneamente consideramos pequeño e insignificante.

Siento que necesito tiempo para estar en casa y tomar un café en nuestro patio mientras los observo jugar, hacer repostería en familia o, simplemente, darles un baño pausado como si ‘estuviéramos en un spa’, como dice Alejandro.

Me paso al ‘slow life’ -vida lenta -que propone un estilo de vida contrario a la tendencia del vertiginoso ritmo occidental que nos lleva a enfermar. Quiero una vida pausada, centrada en cultivar nuestras curiosidades, en priorizar nuestras inquietudes y en escuchar nuestro cuerpo. Una tendencia que incide en el descanso, en la alimentación, en nuestra relación con la naturaleza, en el contacto con los ‘nuestros’ y en la sostenibilidad de quedarnos sólo con aquello que nos hace feliz evitando el consumismo y acumular.

Un estilo de vida centrado en el presente y en el que no me importe ‘perder el tiempo’. Una forma de vivir que resulte un elogio de la serenidad.