
Esta mañana, como muchas otras, hijo mío, despertabas celebrando las cosas que a lo largo del día iban a ocurrir; disfrutando tanto el anuncio y la previsión como el propio ocurrir y acontecer. Dándome, una vez más, una lección de actitud y vida. Así, mientras conducía hasta el colegio, al que vas cada día dichoso, me ibas contando que siempre, “pero siempre”, hay algo ‘guay’ para estar alegres. Sin duda, esta máxima tuya se hace más penetrante y aguda estas semanas con el festejo de tu 5 cumpleaños.
Y yo aprovecho la ocasión y hago la vista atrás para rememorar tantos y tan bonitos recuerdos. Vivir contigo, Alejandro, ha sido una auténtica fiesta. Por tu manera de solemnizarlo todo, de mostrar interés y darle valor a lo más especial y a lo tremendamente cotidiano. Desde la ocasional onza de Milka de las meriendas a las excursiones en familia más elaboradas, pasando por una sencilla visita a la biblioteca o nuestra escapada semanal a Caravaca.
Y es que tengo la certeza absoluta de que eres un niño feliz, y nada en este mundo me puede traer más paz y contento que verte crecer sano y disfrutar.
Además, con los años, nos vas descubriendo –a tus padres –una personalidad de la que sentirnos profundamente orgullosos. Y es que aunque tu extraordinaria sensibilidad te hace vulnerable a todo, para bien y para mal, es tanto lo humano, lo justo y lo virtuoso que, aunque duela, siempre te compensará lo que haya que resistir y expiar.
No hay malicia alguna en tus actos; un poco de pillería en algunos, quizás. Y es que eres un niño astuto, avispado y perspicaz. Sin embargo, tu manera de entristecerte, romperte y llorar cuando has herido sin intención es signo inequívoco de tu limpieza y honestidad. Muy exigente contigo mismo. No te gusta fallar. Pero debes saber; pequeño mío, que en la vida no siempre se puede satisfacer y agradar.
Ahora, como hermano mayor, muestras nuevos comportamientos que nos han vuelto a cautivar y que sabemos que algún día Julia te agradecerá y reconocerá. Eres paciente, atento, cariñoso y considerado. Siempre cedes y renuncias cuando a alguno de los dos le toca desistir. Sin duda, el mejor ejemplo en quien ella se puede fijar.
Y, por todo ello, yo hoy celebro tus 5 años. Celebro el momento en que te concebimos, la madrugada en la que naciste y todos y cada uno de los días de tu sempiterna sonrisa y mirada chispeante. Celebro, sin duda, tu extraordinaria y cotidiana forma de celebrar.
¡Feliz cumpleaños, hijo mío!