Catedrales de la palabra

Nueva york no es, actualmente, uno de mis destinos favoritos. Pese a ser la ciudad de las oportunidad, de los sueños por cumplir y la que nunca duerme –por algo le cantaba el gran Frank -,hay otros lugares que despiertan más aún mi interés. Sin embargo, no negaré que hay escenarios concretos de la Gran Manzana que algún día me gustaría pisar, si la vida me lo permite.

Más allá de el gran Central Park, el imponente mirador ‘Top of the Rock’, el icónico barrio de Brooklyn o Rockefeller Center con su arquitectura Art Decó en plena Navidad, hay un espacio que siempre he deseado recorrer y pasear: La Biblioteca Pública de Nueva York.

Creo que la primera vez que vi alguna de sus estancias fue en la mítica serie ‘Sex and the City’ cuando la protagonista Carrie Bradshaw elige su mítico hall y escalinata para su ‘no boda’ con Mr. Big. Desde aquel momento me cautivó aquel espacio neoclásico de tres plantas que custodia y guarda entre más de tres millones de libros una Biblia de Gutenberg, una carta de Cristóbal Colón, otra de Pablo Picasso, un manuscrito de Shakespeare, seis grabados de Goya o el discurso de despedida del presidente George Washington. Pero si imponente es su entrada, no lo es menos la Rotonda McGraw en la tercera planta de este edificio, con un mural sobre la historia de la palabra escrita.

Pero este no es el único templo de los libros que sueño conocer. Desde las más clásicas, como la del Trinity Collage a las más modernas o futuristas, como la de Oodi en Helsinki, en mis viajes son siempre una visita obligada y disfrutada.

También las hay, desafortunadamente, aquellas que no podremos volver a andar, al menos con su esplendor de antaño, como la emblemática Biblioteca de Sarajevo devastada a cañonazos en1992 en plena guerra y que se han convertido en todo un símbolo de la destrucción, la sin razón y la barbarie en un conflicto bélico. Hecho éste que ha servido para instaurar y celebrar el Día de las Bibliotecas que conmemorábamos esta misma semana.

Estos edificios de la palabra contribuyen hoy día, sin lugar a duda, a la democratización del saber y la cultura, reducen la brecha digital y  apoyan la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Desde la más grande e imponente a la más pequeña y modesta son lugares mágicos y extraordinarios en los que el silencio abruma tanto como la palabra. Custodia y defensa del conocimiento, arquitectura de la sabiduría de todos los tiempos: Catedrales de la Palabra.

¡Celebrarte!

Esta mañana, como muchas otras, hijo mío, despertabas celebrando las cosas que a lo largo del día iban a ocurrir; disfrutando tanto el anuncio y la previsión como el propio ocurrir y acontecer. Dándome, una vez más, una lección de actitud y vida. Así, mientras conducía hasta el colegio, al que vas cada día dichoso, me ibas contando que siempre, “pero siempre”, hay algo ‘guay’ para estar alegres. Sin duda, esta máxima tuya se hace más penetrante y aguda estas semanas con el festejo de tu 5 cumpleaños.

Y yo aprovecho la ocasión y hago la vista atrás para rememorar tantos y tan bonitos recuerdos. Vivir contigo, Alejandro, ha sido una auténtica fiesta. Por tu manera de solemnizarlo todo, de mostrar interés y darle valor a lo más especial y a lo tremendamente cotidiano. Desde la ocasional onza de Milka de las meriendas a las excursiones en familia más elaboradas, pasando por una sencilla visita a la biblioteca o nuestra escapada semanal a Caravaca.

Y es que tengo la certeza absoluta de que eres un niño feliz, y nada en este mundo me puede traer más paz y contento que verte crecer sano y disfrutar.

Además, con los años, nos vas descubriendo –a tus padres –una personalidad de la que sentirnos profundamente orgullosos. Y es que aunque tu extraordinaria sensibilidad te hace vulnerable a todo, para bien y para mal, es tanto lo humano, lo justo y lo virtuoso que, aunque duela, siempre te compensará lo que haya que resistir y expiar.

No hay malicia alguna en tus actos; un poco de pillería en algunos, quizás. Y es que eres un niño astuto, avispado y perspicaz. Sin embargo, tu manera de entristecerte, romperte y llorar cuando has herido sin intención es signo inequívoco de tu limpieza y honestidad. Muy exigente contigo mismo. No te gusta fallar. Pero debes saber; pequeño mío, que en la vida no siempre se puede satisfacer y agradar.

Ahora, como hermano mayor, muestras nuevos comportamientos que nos han vuelto a cautivar y que sabemos que algún día Julia te agradecerá y reconocerá. Eres paciente, atento, cariñoso y considerado. Siempre cedes y renuncias cuando a alguno de los dos le toca desistir. Sin duda, el mejor ejemplo en quien ella se puede fijar.

Y, por todo ello, yo hoy celebro tus 5 años. Celebro el momento en que te concebimos, la madrugada en la que naciste y todos y cada uno de los días de tu sempiterna sonrisa y mirada chispeante. Celebro, sin duda, tu extraordinaria y cotidiana forma de celebrar.  

¡Feliz cumpleaños, hijo mío!

Algo que leer

Intento seguir la actualidad literaria todo lo que mis obligaciones y devociones como mamá me dejan. En las últimas semanas en la Región de Murcia estamos más que de enhorabuena en el palmarés de las letras.

Primero, la caravaqueña Carmen María López ganaba el premio de poesía de la editorial Espasa con ‘La madre de nadie’, una antropología en prosa sobre las relaciones madre e hija. Poemario que se hacía con el galardón gracias al voto unánime de un jurado formado por prestigiosas intelectualidades como Luis Alberto de Cuenca, Alejandro Palomas o Ana Porto.

Una par de semanas después, era la molinense Lola López Mondejar, experimentada ensayista, escritora y articulista, que también ha ejercido como docente en varias universidades y que tiene formación en psicología, la que se hacía con el premio de ensayo de la editorial Anagrama con ‘Sin Relato: Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad’.

Dos mujeres murcianas que han sido reconocidas por su trabajo a nivel nacional, algo que sin duda me resulta motivo de júbilo y de orgullo. A ellas se les suma, además, el último y recién desvelado premio Nobel de Literatura a la autora surcoreana Han Kang; siendo nuevamente una mujer la galardonada e incluso, en esta ocasión, la más joven en recibir este honor. No conozco demasiado su obra, pero creo que sobran motivos para leer algo de dicha escritora.

Así, esperando poder hacer hueco en mi mesita de noche a estos ejemplares y teniendo en cuenta que aún tengo una larga lista de libros pendientes, en casa seguimos ampliando la biblioteca infantil ya que, por fortuna, mis hijos comparten –de momento –nuestra afición por las letras. Y que mejor momento que aprovechar que se celebra estos días la tradicional Feria del Libro en la capital. Pocas cosas me gustan y me entretienen tanto como pasear entre libros y, además, aprovechar para encontrarte con conocidos autores como Luis Leante o artistas e ilustradoras de la talla de Eva Poyato.

Teniendo en cuenta, también, que está cercana la festividad de Todos los Santos y Halloween siempre solemos incorporar alguna historia ‘terrorífica’, que son muy del gusto de mis pequeños.

Fueron dos las tardes entre casetas, cuatro las adquisiciones y muchas las horas que ya hemos dedicado a ojearlos; y es que un libro es siempre una fantástica inversión, por su desproporcionado valor y beneficios en relación a su coste material. Y porque para nosotros es importante que siempre tengan algo nuevo que leer, una nueva aventura que correr y un viaje diferente que emprender.

La madre que quiero ser

Una mamá que aunque desatienda o descuide algunas fechas o citas ‘importantes’ jamás olvide leerles cada noche.

Pasadas las once de la noche de este jueves, con los niños por fin dormidos, las mochilas y ropas del día siguiente preparadas, con pocas fuerzas y menos ganas aún de cualquier otra cosa que no sea meterme en la cama, comienzo a escribir el artículo de esta semana. Velándolos desde la otra punta de la habitación, en mi mesa de despacho, acurrucados ambos aún encima de la cama familiar comienzo a preguntarme, como tantas otras veces, si realmente estoy siendo con ellos la madre que me gustaría ser.

Las expectativas las tengo claras. Sé el modelo de familia y crianza que quiero para mis hijos. Sin embargo, a veces, la realidad y el día a día pueden distorsionar ese ideal. Desde que di a luz, e instantáneamente brotó en mí un instinto maternal hasta entontes completamente inexistente, deseé ser una mamá presente. Y, sinceramente, creo que eso sí lo he logrado, aunque en otras cosas defraude constantemente otros propósitos.

Quiero ser esa clase de madre que coge a sus hijos con ternura y los besa y acurruca para despertar. Una mamá que no se impacienta mientras tratan de vestirse solos cada mañana. Que dedica tiempo a aquellas cosas que los hijos consideran importantes aunque vayamos tarde. La que despide a sus hijos en la puerta del colegio y les desea que lo pasen genial, sin moralinas de comportamiento. La que, pese a la costumbre, siente un repizco en el estomago cada vez que los deja.

Una madre que trate de ofrecerles un alimentación y unos hábitos saludables, sin renunciar a esas excepcionalidades que tan felices les hacen. Sin duda, quien atienda y cubra sus necesidades más básicas pero sin olvidarse nunca de procurárselo con amor, atención y consideración.

Una mamá que crea en ellos y les sepa mostrar su gran potencial. Quien les transmita la curiosidad por las cosas, la belleza que hay en aprender y descubrir. Una madre que mantenga unida a la familia y sepa legar la importancia que doy a la misma.

Una madre que no grite, pero sonría, les abrace y les diga constantemente que los quiere. Que sepa corregir con amor. Dispuesta a olvidarse del tiempo mientras hace un puzle con su hijo o repite diez veces la misma canción a su pequeña.

Una mamá que aunque desatienda o descuide algunas fechas o citas ‘importantes’ jamás olvide leerles cada noche.

Y así, mientras aún los contemplo dormir, pienso que habrá muchas cosas en las que, sin duda, fallaré, pero que aunque no ejerza siempre como la madre que quiero ser; creo que trato de ser la mejor madre que puedo ser.