
Supongo que es una sensación generalizada, entre muchos padres y madres, la de estar todo el día sin parar y al final de la jornada tener la sensación de no haber hecho nada. Ese sentimiento de improductividad, si no se gestiona bien, puede ser demoledor para ciertas mentes y caracteres perfeccionistas y exigentes.
En una sociedad de lo inmediato, lo tangible y lo cuantificable aquello de naturaleza más etérea, volátil o que no produce beneficio carece de cualquier tipo de mérito o estima. Es por eso que muchos nos castigamos a diario con la necesidad de ser más eficientes y alcanzar más objetivos.
Y es que si lo pensamos bien, esa impresión está más que justificada –irónicamente hablando -. En muchas ocasiones, somos los primeros en levantarnos para ducharnos, arreglarnos y tomar un café rápido mientras el resto de los miembros de la familia aún duerme y así, cuando éstos despierten, estar preparados y a disposición para hacer frente al caos mañanero. Eso, en el mejor de los casos, porque mi media hora de acicalamiento suele estar interrumpida, al menos en una ocasión, por el llanto de mi hija pequeña pidiendo pecho. Por lo que tengo que disponerme en varias fases.
Lo que ocurre a partir de ese momento es un auténtica contrarreloj de ropas, peines, desayunos, mochilas, anti-mosquitos, colonia anti-piojos, botellas de agua, almuerzos, camas, sube niños al coche, baja niños del coche, deja al primer niño en el cole, sube al segundo, de nuevo, en el coche, pon rumbo a la guardería, vuelve a bajarlo del coche y déjalo en su destino.
Así, cuando llegamos al trabajo, como dice mi compañera y también madre, ya llevamos una vida vivida. Tras cumplir con las obligaciones laborales, volvemos a la carrera para recoger niños, darles de comer, llevar y traer de las actividades extraescolares; aprovechando mientras para hacer la compra y contestar a los mil grupos de whatsapp de padres invitando al último cumpleaños, preguntando por el libro de religión o recordando la recogida de uniformes.
Las noches no son muchos más tranquilas, intentando llegar a la cama a una hora decente después de las cenas, recoger la cocina, lavado de dientes, pijamas y una lectura en familia para relajarnos todos.
Y es que básicamente, como leí el otro día en un perfil de Instagram (Mujeresmadres) vivimos “intentando pasar tiempo de calidad con nuestros hijos a la vez que tratamos de tener una carrera exitosa, perdemos la barriga posparto, criamos de forma respetuosa, mantenemos la casa limpia, salimos decentes a la calle, educamos a nuestros hijos con inteligencia emocional y no perdemos la cabeza” en el intento.
Así que algo debemos estar haciendo mal cuando pese a todo eso, a veces, nos sentimos poco productivas.