
Cada casa, cada hogar, tiene sus peculiaridades. Una serie de normas, reglas y rutinas no escritas que las hacen únicas, insólitas y originales. En la mayoría de los casos, estas pautas hablan de aquellos que las habitan. Hablan de sus pasiones, sus miedos, sus gozos y sus anhelos. De quiénes y para qué son.
Será por eso, quizás, que no me interesan las casas que te devuelven eco. Las casas vacías, frías, vulgares e indeterminadas. Me gusta advertir y sentir el temperamento, el temple y el genio de sus moradores en las mismas. No me gustan los espacios aburridos e impersonales.
Hace unas dos semanas, alguien me comentaba que iniciaban el proyecto de lo que sería su futuro hogar. Para ello, los arquitectos le hicieron un curioso encargo: que escribiera algo así como una carta de deseos; aquello que es importante y obligado y que, sin duda, lo convertirá precisamente en el suyo. Me pareció un ejercicio interesante.
Esa idea me dio bastante que pensar y me remitió al mío; al lugar que hemos levantado tomando una vieja casa familiar de principios de siglo XX. Quizás, cuando nosotros iniciamos esta tarea no fuimos tan conscientes de aquello en lo que se convertiría, pero sí teníamos también unos principios irrenunciables.
Sin duda, la comodidad y la calidez de los espacios eran una máxima, pero no lo era menos la estética; pues ambos –tanto el ‘Hombre del Renacimiento’ como yo –confiamos en la utilidad de lo ‘inútil’, de lo bello.
Hoy, aún en proceso de reconstrucción, sé que esta casa habla. Cuenta a quien la visita lo que aquí vivimos a diario; pero también habla de lo excepcional, de lo que ocurre sólo de vez en cuando. Habla a través de estancias abiertas, iluminadas. Espacios y lugares donde lo moderno se mezcla con lo vetusto. De habitaciones pensadas para leer, para compartir. De zonas abiertas con rumor de agua. Habla de familia y juego con alfombras en el suelo. Habla de la riqueza de los encuentros.
Esta cueva azul de bóvedas en racimo y suelos estrellados es hoy, después de mucho esfuerzo, el espacio que habitamos.
