Verano en la ciudad

Cuando empieza el calor, se produce en la ciudad una estampida hacia las zonas de costa, buscando la brisa marina, y los pueblos del interior, para ganarle unos 4 o 5 grados al termómetro y hacer sobre todo las noches más llevaderas. Incluso aunque uno aún no esté de vacaciones y eso implique conducir todos los días de regreso, mientras el resto de la familia disfruta de estas condiciones.

Por diversas circunstancias, nosotros este año no hemos organizado ningún largo viaje fuera del país ni tampoco una escapada en nuestro territorio durante la época estival. La llegada de la pequeña y otros imprevistos han complicado los planes y hemos decidido pasar este verano de una forma diferente.

Así, aprovechando las horas y los días de menos calor, estamos organizando algunas actividades que nos permiten sentirnos como auténticos turistas descubriendo cosas nuevas en nuestro propio entorno.

Esta semana, además de visitar la actual exposición ubicada en la Cárcel Vieja sobre la historia y restauración de la misma, algo que solemos hacer habitualmente, hemos acudido al Museo de la Catedral de Murcia.

No era solo la primer vez de mis hijos, también fue la mía. Nada mas entrar me sorprendió la relación entre los elementos más antiguos y el uso de soluciones y materiales modernos para adaptar el espacio; creando, entre otras cosas, una bonita pasarela de cristal que permite visualizar los restos arqueológicos del subsuelo.

El lugar me encantó. Pasamos allí una hora y algo, resguardándonos del calor de mediodía, pero hubiera podido estar muchas horas más. Admiramos junto a nuestro hijo pequeño, que ya se interesa por estas cosas, el fantástico San Jerónimo y una exquisita y delicada Virgen de la Leche, ambos de Salzillo; además del sarcófago romano de Las Musas y una bellísima y anónima madonna en mármol blanco, entre otra muchas cosas.

Esta semana que viene queremos llevar a los pequeños al Museo Arqueológico y al Museo de la Ciencia y el Agua, que tiene muchas opciones para ellos. La bebé no recordará, seguramente, nada de estas visitas, aunque yo estoy segura de que siempre algo queda, pero el niño ya nos decía la otra noche paseando por Murcia con un helado en la mano que quería que lo llevásemos “a un museo para enseñarle cosas”. Lo que me pareció realmente maravilloso y me confirmó que éste no será un verano perdido. Será nuestro verano en la ciudad.

Noches de teatro

Mientras la mitad del país se derrite en plena canícula, la vida se desarrolla y comienza al caer el sol; cuando el termómetro abandona, por fin, los 40 grados, aunque no lo haga para descender mucho más. Es entonces cuando se reproducen algunas de las escenas más propias y características de nuestro verano: desde los corros de sillas a las puertas de las casas en los pueblos del interior, a las reuniones de chiringuito en las zonas costeras.

Es en esta época del año, también, en la que se concentran mayor número de encuentros musicales que hacen las delicias de los más festivaleros: desde el BBK, el MadCool o el Primavera Sound a los que disfrutamos en nuestra Región: El Festival de Jazz de San Javier, El Cante de las Minas o La Mar de Músicas.

Sin embargo, es también temporada de otro tipo de certámenes, quizás menos multitudinarios, pero que apelan directamente a una de las expresiones culturales más importantes en nuestro país: Los festivales de teatro y las representaciones al aire libre en las templadas noches estivales.

Precisamente, durante estos días se está celebrando en Caravaca de la Cruz la Semana del Teatro, que antaño gozó de un gran prestigio regional y que en los últimos años trata de recuperarlo con brillantes representaciones que traen al Noroeste actores y actrices de la escena nacional, pero que, tiempo atrás se nutría de jóvenes oriundos que daban rienda a sus pasiones en el querido y recordado grupo teatral ‘Escarnio’, del que mi madre formó parte representando algunas de sus obras: El Cuervo o Una noche de primavera sin sueño. Es por ello que en mi familia se trata de una cita querida.

Este festival sigue la estela de otros de gran renombre como el Festival de Teatro de Almagro, que tiene su principal sede en el antiguo Corral de Comedias que data del Siglo XVII y que se encuentra perfectamente conservado, o el Festival de Teatro de Mérida, que cuenta con el antiguo Teatro Romano como majestuoso escenario, lo que, ya de por sí consigue que cualquier representación se convierta en una gran experiencia para los espectadores.

Pero siendo el de Caravaca un avezado hermano pequeño, cumple su función sin complejos, pues, desde el más pequeño al más célebre, se trata de acercar al público un género literario que cuenta con una gran tradición aprovechando las agitadas y propicias noches de verano.

Instinto

De todas las noticias que he leído en los últimos días, sin lugar a dudas, la que más me ha fascinado ha sido la supervivencia de cuatro hermanos en la selva más grande del mundo, la colombiana, durante 40 días, tras el accidente del aeroplano en el que viajaban junto a su madre y otros dos adultos, fallecidos todos en el siniestro.

Si ya es un auténtico milagro que los pequeños salieran indemnes después de estrellarse el aparato, más aún lo es que permaneciesen con vida durante tanto tiempo en las extremas condiciones que lo hicieron. No dejo de preguntarme, una y otra vez, cómo consiguen sobrevivir 4 niños de 13, 9, 4 años y 11 meses a merced de jaguares, serpientes y plantas venenosas en un bosque amazónico en el que apenas llegan a filtrarse los rayos de luz de sol y con casi 16 horas de lluvia constante al día.

Al terrible primer impacto de la muerte de su madre tienen que reaccionar rápido y dejar atrás  el duelo para evitar la suya. Sin tiempo para llorar o mientras lo hacían, la hermana mayor supo garantizar la seguidad del resto apartándolos del lugar del accidente (que podría ser un reclamo para animales salvajes) y buscando para ellos un rincón más confortable y en el que encontrar algún tipo de alimento.

Más de un mes comiendo raíces y plantas y filtrando agua de los ríos y la lluvia son un burdo resumen de la proeza de los pequeños. No quiero ni pensar, como madre, el miedo que han tenido que experimentar esos niños, desde Lesly (13 años), que es la gran heroína, al bebé que sin saber caminar tuvo que cargar y proteger todo ese tiempo.

Me pregunto también cómo serían sus noches en aquella tierra húmeda y oscura. Si lloraron mucho o el pánico les enmudeció. Si creyeron, alguna vez, que nunca iban a ser rescatados. Lo que llegaron a echar de menos a su madre.

He soñado con ellos, con sus caras asustadas y delgadas, con esos ojos grandes pavorosos el día que fueron encontrados y rescatados.

Mucho tendrán que contar aún los menores de su hazaña, digna de novela, y de cómo la valentía y la responsabilidad de una adolescente salvó la vida de los cuarto.

A mí, que soy una madre quizás un poco protectora, me horroriza imaginar a mis pequeños en situaciones mucho menos adversas y me angustia la idea de no poder ampararlos y cuidarlos. Sin embargo, he aprendido que hay algo ‘casi’ igual de férreo que la protección de una madre, el instinto de supervivencia.

Orgullosamente

Asistimos hace unos días a la censura de la representación teatral de ‘Orlando’ una novela autobiográfica de una de las más destacadas escritoras del modernismo anglosajón del siglo XX. En ella la mismísima Virginia Woolf relata algunos pasajes de la vida de la que fuese su amante, la también escritora Vita Sackville-West. Y si entonces, en 1928 cuando se publicó, pudo enfrentarse a ciertos tabúes como la homosexualidad o la sexualidad femenina, es incomprensible que a día de hoy esto sea motivo de escándalo. Aunque hay que recordar que aquí se publicó, de forma bien tardía, en 1977 tras un contexto de régimen franquista.

Como pondría el poeta y dramaturgo granadino en boca de la liberal Mariana Pineda – en la obra del mismo nombre que se estrenaría en 1927 con decorados y vestuario del mismísimo Dalí – mientras esperaba su propia ejecución al negarse a delatar a sus compañeros: “En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida”.

Y es que, aunque no suelo entrar demasiado en debates políticos o ideológicos, creo que es hoy mas necesario que nunca sentir el ORGULLO de ser quienes somos e izar bien alta esa bandera, ya que por el camino han quedado algunas vidas y trágicos finales, muchos amores frustrados, e incontables historias tristes y existencias incompletas.

Se ha conseguido tanto en este país, con mucha lucha y reivindicación, para que nadie tenga jamás que volver a esconderse. Para que nadie sea privado de amar. Para que nadie sienta culpa por su deseo. Es tan bonito saber que cualquiera puede quererse a plena luz del día y a todo color que me produce auténtico pavor pensar en volver a una España oscura, escandalizada y represora. Esa no es la patria que quiero para mis hijos.

No quiero un país de silencios, de vergüenzas, de reproches, de insultos y delatores. No quiero un país acomplejado que señale y condene. No quiero tiranías de los que se consideran normales. No quiero un país en el que ‘maricón’ sea una ofensa, un agravio o una humillación.

Yo soy de la España de Luis Cernuda, de Antonio Gala, de Carmen Conde, de Jacinto Benavente, de Pedro Almodóvar, de Gloria Fuertes, de Miguel Poveda, de Elvira Sastre, de Nacho Duato y, también, de María del Monte, entre otros.

Sin duda, soy de la España de García Lorca. De una España de la que sentirse ORGULLOSA.